Opinión
Esperanza de vida
Estoy como loca, que diría mi tía Tatá. Me ha parecido una chuminada, como todas las del gobierno actual, pero no importa porque me conviene. Dice la ministra de ciencia e innovación –otro ministerio inútil y con un gran presupuesto-, que la esperanza de vida depende del código postal donde vives. Esta afirmación me la aplico porque me da optimismo. Todos queremos vivir muchos años y en buenas condiciones. En ese sentido no tengo prisa ninguna por abandonar este valle de lágrimas, ni tampoco el código postal donde resido desde hace largo tiempo, sobre todo teniendo en cuenta de que esta teoría churrigueresca de la tal Diana Morant, que tiene buena facha, me asegura longevidad. Peor pinta presenta la Belarra, a quien ahora le sale el tiro por la culata con esa ley de subvenciones, prebendas para comprar votos sin más, ya que podría dejar sin ayudas a las víctimas de violencia de género. Otra mamarrachada, como la de Montero, que merced a la ley del sí es sí ha puesto en la calle o ha reducido penas a más de 108 violadores. Es lo que tiene la ignorancia, querer dar la campanada y el que a una la metan a ministra por razón de cupo sin conocimientos suficientes para desempeñar un cargo, sin un curriculum ni unos estudios que lo avalen. Es lo que tiene ser designada a dedo con el único mérito de ser mujer. Fijémonos en otro ejemplo, el de la coñazo activista Greta Thunberg, a quien se le apagó la estrella hasta la próxima conferencia internacional del clima, pero que tuvo cierta gracia hablando de «energía de pene pequeño» cuando un joven twitero de perfil misógino pretendió minusvalorarla. Lo que pasa es que un pene pequeño, querida Greta, puede también dar mucho juego. No hay que utilizar el tamaño para humillar a un hombre. Y, en todo caso, qué pérdida de tiempo entrar en semejantes polémicas. Prefiero seguir comentando las patas que mete el mujerío que puebla el gobierno.
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