Pandemia

Es hora de emprender una tercera guerra mundial contra la Covid-19

Primero fueron los confinamientos, después las vacunas. Ahora llega el momento de mejorar la calidad del aire en interiores: la nueva herramienta contra la pandemia

Esta imagen del interior de un vagón del Metro de Madrid puede cambiar de forma radical en próximas fechas
Esta imagen del interior de un vagón del Metro de Madrid puede cambiar de forma radical en próximas fechasAlberto R. RoldánLa Razón

Año 4 d.C (después de la Covid-19). Iniciamos la cuarta temporada desde los primeros registros de la aparición de un coronavirus conocido como SARS-Cov-2. Y, para muchos expertos (los directivos de la Organización Mundial de la Salud entre ellos), debería ser la temporada final. Los planes de la OMS,antes del resurgimiento brutal de casos en China este mes de diciembre, consistían en declarar el fin de la emergencia global por covid en 2023. Puede que esos planes se vean retrasados, pero nadie duda de que el mundo entra en una nueva fase de combate contra la pandemia que exige nuevas herramientas, nuevos actores y nuevas estrategias. El confinamiento, las vacunas, la farmacopea han cumplido su función. Pero el virus persiste. ¿Qué debemos hacer ahora?

El experto en medicina nuclear del Massachussets Institute of Technology (MIT), Charles Forsberg, ha explicado en un reciente artículo en la revista Mechanical Engineeringque “creer que las pandemias se combaten solo a base de vacunas es un ejercicio de amnesia histórica”. A lo largo de los siglos, hemos aprendido que las plagas solo se extinguen cuando se cortan sus mecanismos de transmisión: el tratamiento de las aguas contra el cólera, la erradicación de las ratas domésticas contra la peste…

Dos guerras mundiales

En la batalla contra la covid, la humanidad ha emprendido dos guerras mundiales. La primera fue la del confinamiento. Y esa la lideró China. Siguiendo la experiencia de las primeras expansiones del virus en Asia, el planeta entero decidió encerrarse en casa, precisamente para tratar de cortar las vías de transmisión de la enfermedad. La segunda guerra mundial contra el SARS-CoV-2 la ha liderado Europa: es la de la vacunación.

El viejo continente ha dado muestras de una capacidad histórica de producción de sueros y de inmunización masiva de su población, con cotas muy por encima de las obtenidas en América y en China, por ejemplo. Pero todo hace indicar que necesitamos emprender una tercera guerra mundial contra la infección. Esa nueva batalla es, en palabras de la viróloga del CSIC Margarita del Val, la de “la calidad del aire”. La investigadora ha declarado que “debemos pasar a una tercera fase de actuación que tiene dos líneas: el suministro de antivirales sobre todo a las personas de mayor riesgo y el combate no solo de la covid sino de todas las enfermedades respiratorias a través de la mejora de la calidad del aire”.

Charles Fosberg coincide: “la pandemia no desaparecerá hasta que la ciencia sea capaz de combatir el ambiente que más favorece la transmisión del virus: el aire en los espacios interiores poblados de mucha gente”. Los seres humanos de hoy pasamos el 90% del tiempo en el interior de edificios, respirando aire rico en partículas y microorganismos, en sustancias químicas y en en Co2. Cada vez más expertos consideran que el único modo de poder vencer definitivamente al coronavirus es poniendo en marcha una revolución tecnológica que provea a las casas y a los edificios públicos de un aire de calidad, al igual que la ingeniería fue capaz de proveer en el mundo desarrollado de sistemas de saneamiento de aguas para acabar con numerosas enfermedades.

Movimiento por la calidad del aire

Una vez hemos sido capaces de afrontar la emergencia inicial (evitar millones de muertes y enfermedades graves mediante la vacunación) el control del virus ahora queda en manos de la ingeniería. El SARS-Cov-2 ha encontrado un hogar confortable en las casas, edificios de oficinas, comercios o escuelas que no mantenga una calidad de aire ventilado suficiente. La idea inicial de que el virus se transportaba en grandes gotas de saliva se descartó cuando aparecieron las evidencias reales de que el método más favorable de transmisión son los pequeños aerosoles.

La permanencia de esos aerosoles en el aire de un espacio cerrado es muy alta. Un estudio realizado en la Universidad italiana de Cassino, ha demostrado que un aula que cuente con un buen sistema de ventilación reduce hasta un 74% la probabilidad de contagio en el interior. Con datos como este, se está ya poniendo en marcha un “movimiento por la calidad del aire” que debería ser tenido en cuenta en la siguiente fase de combate contra la pandemia.

En Estados Unidos, la Sociedad Americana de Calefacción, Refrigeración y Calidad de Aire ha publicado un manifiesto de acción con medidas para reducir a expansión del coronavirus a través de tecnología de ventilación. La Sociedad Canadiense de Ingenieros ha formado un comité de expertos en calidad del aire para aconsejar al gobierno en los siguientes pasos contra la covid. La semana pasada, el gobierno de Francia ha anunciado que va a endurecer las condiciones de calidad ambiental en el aire de las aulas, reduciendo a 800 partes por millón la cantidad de Co2 permitida en el interior.

La concentración de Co2 en el interior de un espacio cerrado es un indicador científicamente validado sobre la existencia de aire renovado. Según muchos estudios recientes, actuar sobre ese indicador en el futuro puede convertirse en una herramienta tan poderosa como en el pasado lo han sido las vacunas. ¿Quién liderará está tercera guerra contra el virus?