Opinión

Orgullo de género

La actriz australiana Cate Blanchett
La actriz australiana Cate BlanchettETTORE FERRARIAgencia EFE

Me encanta Cate Blanchett. Me parece una mujer, no sé, especial, que como actriz ha interpretado papeles complejos por la dificultad de meterse en el personaje, como aquel que contaba la historia de una mujer venida a menos, que siempre llevaba su Kelly para aparentar que su vida no era una ruina, papel bastante dramático que ella representó con una maestría extraordinaria, lo mismo que sus anuncios publicitarios de un conocido perfume donde aparece exuberante enfundada en un vestido rojo cuajado de pequeños volantes que muestra sus hombros blanquísimos, como de cera, una mujer que siempre se ha expresado en términos bastante rotundos pero que me decepciona cuando recientemente ha asegurado que prefiere que la llamen actor en vez de actriz, porque así se sitúa al mismo nivel que los hombres. ¿Perdón? ¿Quién quiere estar al mismo nivel que los hombres? ¿Es eso vergüenza o complejo de género? Yo quiero estar en el nivel de fémina, de mujer, de hembra de la especie humana, que es lo que soy, y que ni significa más ni menos que hombre, varón, macho de la especie humana. Somos distintos, hemos nacido diferentes, y esa es la grandeza de todas las especies animales, gracias a lo que no nos extinguimos porque nos cruzamos y nacen nuevos seres, porque tú tienes pene y yo vagina, y porque en nuestra diferencia está la magia. La mujer feminista actual nunca alcanzará sus metas si siente complejo de serlo, si se siente inferior por el hecho de tener ovarios y no testículos. ¡Qué grave error! Por eso quienes defendemos nuestro género nos sentimos orgullosas del mismo y blasonamos de ello, nunca nos hemos sentidos marginadas, ni discriminadas, ni excluidas y además hemos alcanzado nuestros objetivos en la vida –laborales, familiares y sociales–, a base de demostrar una determinada valía, por modesta que sea, que nos ha hecho ganar el respeto de una sociedad teóricamente machista, palabra que odio por estar hoy día erróneamente manoseada. Hay que sentir orgullo del género propio, lo mismo que los gays salen en procesión a demostrar el aprecio por su homosexualidad, aunque yo tampoco necesito desfiles de vaginas alegres.