Salud
Adolescentes sin sueño
El 43% de los jóvenes duerme menos de 7 horas diarias. Nuevos estudios alertan de más efectos en la salud a largo plazo: además de obesidad y diabetes, tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares
El 43% de los jóvenes duerme menos de 7 horas diarias. Nuevos estudios alertan de más efectos en la salud a largo plazo: además de obesidad y diabetes, tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Que los adolescentes duermen mal no es un secreto. Sus hábitos suelen tender al desorden, al cambio de rutinas constante, a la violación de los ritmos circadianos, a la nocturnidad, al estrés... Desde el punto de vista de la higiene del sueño, ser adolescente es una bomba de relojería.
Un reciente informe publicado por la revista «Sleep Medicine Journal» y basado en varias encuestas internacionales, desvela que entre los años 2009 y 2015 el número de adolescentes que declara dormir menos de siete horas diarias había crecido más de un 43 por 100. Según los datos obtenidos, el principal motivo de este descenso en las horas de sueño es el aumento del uso de dispositivos electrónicos. Las pantallas, ya sea para chatear, ver la televisión o jugar a un videojuego, están robando el sueño a nuestros jóvenes. El asunto no es menor. Todos los informes científicos reconocen que en la edad adolescente (un tiempo en el que nos enfrentamos a los últimos periodos de nuestro desarrollo físico y cognitivo) el número de horas de sueño recomendado es nueve. Por debajo de esa cantidad, se sufre un evidente déficit de sueño.
Los jóvenes duermen menos por muchas razones. Es obvio que la invasión de las tecnologías ha dinamitado parte del descanso que antaño se practicaba. Pero hay otros factores que se conocen como responsables. Culturalmente, existe más presión para disfrutar del ocio nocturno. En países como España, la oferta televisiva retrasa cada vez más la hora de prime time, lo que mantiene a muchos hogares despiertos hasta más allá de la media noche. E incluso hay razones fisiológicas aún no muy bien explicadas. Se sabe que los ritmos circadianos (el ciclo de vigilia y sueño que regula la actividad de nuestras células) sufre cambios radicales en la adolescencia, posiblemente por influjo de las hormonas. En esa fase de desarrollo, la cadencia sueño-vigilia parece ralentizarse lo que exigiría más horas de sueño que en la edad adulta. Justo lo contrario de lo que los adolescentes suelen hacer.
Los efectos del déficit de sueño pueden ser evidentes o invisibles. Entre los primeros, todos los especialistas reconocen que aumenta la probabilidad de padecer accidentes, se pierde capacidad de concentración, aumenta la irritabilidad y crece la tendencia al fracaso escolar.
Pero hay otra catarata de acontecimientos menos evidentes que ahora acaba de ser revelada en una nueva investigación científica hecha pública esta semana. La calidad y la cantidad de sueño en los jóvenes tiene una relación directa con el riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares.
Un estudio liderado por científicos del Hospital General de Massachusetts ha hallado que las horas de sueño están relacionadas con valores como la presión sanguínea, el colesterol y el crecimiento de la grasa abdominal. El informe ha sido publicado en la revista «Pediatrics».
Además, otros estudios anteriores habían relacionado la privación del sueño en la infancia y la adolescencia con aumento de tendencia a la obesidad y la diabetes. Pero no se había encontrado relación con otras enfermedades.
Este nuevo trabajo ha utilizado los datos del Proyecto Viva, una gran encuesta realizada entre 2.000 mujeres y sus hijos, que fueron reclutados entre los años 1999 y 2002. Desde entonces, todas esas personas han sido estudiadas desde el punto de vista epidemiológico, psicológico y social. Se han registrado sus hábitos, sus historias clínicas, su desarrollo hormonal y fisiológico... Entre los ciudadanos estudiados en la actualidad, hay 829 adolescentes a los que se ha analizado el sueño durante 10 días seguidos. Se les colocó, por ejemplo, un sensor de movimiento en la muñeca que permite registrar la actividad nocturna. Además, todos ellos escribieron un diario personal con sus sensaciones al acostarse y al despertarse.
Y la conclusión es que el tiempo medio de sueño de los participantes fue de 7 horas y 35 minutos diarios. Solo el 2 por 100 de los chicos y chicas cumplieron el requisito mínimo recomendado de dormir 9 horas. Además, la calidad de sueño fue mayoritariamente pobre. Más del 85 por 100 mostraron una actividad nocturna que evidenció que el sueño no era suficientemente profundo y sano.
Curiosamente, todos los voluntarios que presentaron menos horas de sueño y de peor calidad tuvieron mayores índices de grasa abdominal independientemente de sus hábitos de comida o ejercicio. Por otro lado, cuanto mejor y más prolongado fue el sueño, más se redujo la presencia de factores de riesgo cardiovascular. Más sueño es igual a menor presión sanguínea, menor colesterol en sangre y menor cantidad de grasa.
Según los autores del informe, estos datos demuestran que el sueño es un fenómeno que tiene muchas dimensiones. Es evidente que cumple una función neuroregeneradora y cognitiva. Nuestros recuerdos, nuestra capacidad de aprendizaje y el buen estado de nuestras neuronas dependen de un descanso apropiado. Pero ahora se ha descubierto que, al menos en la adolescencia, dormir mal es también un factor de riesgo cardiovascular.
Quizás no solo le estemos robando horas de sueño a nuestros jóvenes. También le estamos robando horas de salud...
«Lo que pasa es que a los adolescentes los consideramos como adultos y en realidad son niños. El sueño del adulto se instaura a los 21 años, y hasta esa edad el sueño debe ser de nueve horas pero se ha instalado la creencia de que lo normal son ocho, ¿ocho para quién, para un niño de cinco años? La gente no lo tiene claro», apunta Álex Ferré, médico de la Unidad del Sueño del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Este especialista advierte que «la poca cultura del sueño que había se ha perdido. Recuérdese el ''vamos a la cama que hay que descansar'', que cantaba la familia Telerín en TVE a las ocho de la tarde para que los niños se fuesen preparando para dormir. Pero lo que ocurre es que ya no sabemos poner límites».
Además del problema de España con el huso horario y la cantidad de horas de sol que tiene nuestro país, este médico apunta como principal causa de la falta de sueño de los adolescentes el uso excesivo de las pantallas. «No hay límites», advierte. «Estamos tan enganchados a los móviles, la tele , Internet, que no sabemos el efecto que tiene en nuestro sueño y por consiguiente en nuestra calidad de vida». Ocurre que las pantallas la de luz led tienen la peculiaridad de que su espectro de onda de luz, de color verde azul, es el más potente inhibidor de melatonina, una hormona que se libera en la oscuridad y que se encarga de sincronizar las funciones de nuestro organismo, de nuestro reloj biológico . «Si una hora antes de irte a dormir, que es cuando empiezas a segregar la melatonina, te pones a ver luz led la inhibes. Así que a los adolescentes hay que obligarles a que apaguen su teléfono una hora antes y en casa poner una luz cálida de 40 watios, color amarillo-naranja, como si fuera un castillo».
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