Educación
Agustín Vergara: «Nosotros adaptamos el cole a los chavales y no al revés»
La institución que preside trabaja de modo personalizado con chicos con dificultades de aprendizaje; el centro escolar que regenta solo tiene 15 alumnos
La institución que preside trabaja de modo personalizado con chicos con dificultades de aprendizaje; el centro escolar que regenta solo tiene 15 alumnos.
Agustín Vergara, un filósofo de padre español y madre norteamericana, está al frente de la Fundación Judy Sharp. Una institución poco conocida que en sus 40 años de historia ha hecho una labor inconmensurable. Es la historia del coraje de una mujer que, ante los problemas de aprendizaje de uno de sus hijos, se negó a resignarse. Y como en España no había ningún centro donde se afrontaran, decidió «inventarse» uno.
–O sea, que esta Fundación es fruto del amor de madre.
– Efectivamente. Ella vino a vivir a España a mediados de los 60 y escolarizó a sus tres hijos. A mi hermano mayor le fue muy mal en el colegio. Mi madre, que es psicóloga, empieza a profundizar en la cuestión y se choca con la realidad: en aquella época en España quien no rendía como se esperaba era estigmatizado y arrinconado. Llega a la conclusión de que es disléxico. Cuando un chaval fracasa escolarmente, vive una auténtica pesadilla que se extiende a toda la familia. Ante esta situación, mueve cielo y tierra, y como comprueba que no existe nada para tratar estas disfunciones, decide montar una fundación con el objetivo de ayudar fuera del horario escolar a estos chicos. Arranca como un centro de tarde y, al cabo de seis o siete años, considera que no basta y da un paso más: emprender la aventura del colegio.
–¿Existen otros espacios parecidos al suyo en España?
–No. En el mundo, sí. Hay bastantes en Estados Unidos.
–¿Se inspiró su madre en alguno de ellos?
–No. Ella fue una pionera. Una verdadera innovadora. Más bien algunos se han inspirado en el nuestro. Cuando abrimos el colegio, pusimos en práctica una metodología que estaba investigando el Departamento de Psicología de Harvard.
–Este curso han tenido solo 15 niños. ¿Cómo se organizan?
–El programa que seguimos es estadounidense. Empezamos con lo que sería el equivalente a sexto de Primaria e impartimos los cuatro de la ESO. Tenemos siete cursos y en alguno no hay ni un alumno mientras que en otros hay cinco.
–¿Y cómo lo hacen?
–Cuando nos enfrentamos a las problemáticas de los chicos, solo tenemos una salida: la individualización absoluta de su educación. Tenemos 15 y cinco profesores. Lo que nos diferencia y hace que no caigan en el fracaso escolar es que adaptamos el cole a los alumnos y no al revés. Si tenemos un niño de 13, pero con nivel de Matemáticas de 12, pues le colocamos en esa clase o le asignamos un profesor que le ayude a adquirir la base de la que carece. Y, luego, se reincorpora a la que le corresponda. Esta filosofía explica que sea un colegio estadounidense porque el sistema español no te permite seguir esta línea ya que no tiene flexibilidad.
–Ser tan pequeñito y ofrecer una atención tan personalizada debe tener un coste...
–Efectivamente.
–Entonces, ¿es un colegio para privilegiados?
–Mentiría si dijera que no tajantemente, pero hacemos todo lo que podemos para que no lo sea. Obviamente, es muy caro, e, incluso, deficitario. La educación de calidad es de por sí gravosa. Perdemos bastante dinero todos los años y cubrimos mediante donaciones de norteamericanos y de particulares españoles y de tres fundaciones (LaCaixa, Roviralta y Carmen Gandarias). La mitad de mi tiempo lo dedico a recolectar fondos.
–Los problemas de aprendizaje son numerosos. ¿Cuáles son los más frecuentes?
–La terminología que se emplea en la cultura anglosajona es la de diferencias de aprendizaje. Este punto de vista es importante para nosotros. Hay que hacer hincapié no tanto en que a una persona le cuesta aprender, sino en que tiene maneras distintas de aprender. Cuando le metes en el molde tradicional educativo que fue concebido pensando en la mayoría de la gente, pues naturalmente no encaja. En cambio, si se le imparte una educación individualizada y flexible, puede aprender lo mismo o incluso más. Las diferencias de aprendizaje parecen moverse por modas. La realidad es que no suelen darse casos puros. Por ejemplo, hay chicos con un poco de dislexia, una familia desestructurada y una carencia de autoestima y de habilidades sociales relevantes. El TDH (Trastorno de Déficit de atención por Hiperactividad), por ejemplo, no se puede diagnosticar de forma precisa. Tres chavales diagnosticados son tres mundos completamente diferentes.
–¿Comparte esa sensación generalizada de que se diagnostica TDH con facilidad?
–No tengo los conocimientos para cuestionarlo. Sí tengo, en cambio, la experiencia de que, muchas veces, ese diagnóstico no sirve para nada. En no pocos casos, es una simplificación.
–¿Qué piensa de quienes tratan el TDH con medicación?
–El debate sobre esta cuestión en el mundo educativo es tremendo. Muchos médicos y profesores son favorables porque la realidad es que les centra. En cambio, los que tienen una formación más humanista se oponen. Puede tener efectos positivos, pero en el 90% de los casos no es suficiente. Alivia síntomas, tranquiliza al chaval, aunque no resuelve el problema.
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