Sevilla

“Busquen a mi padre, puede que esté en el congelador”

Para entender las circunstancias del crimen hay que remontarse al 9 de enero del 2016. Manuel, hombre de hábitos fijos, salió a lo que el llamaba “hacerse la ronda”, que se resumía en tomarse un par de cervezas con los amigos antes de cenar

Carmen Querol, la apodada «heladera de Sevilla»
Carmen Querol, la apodada «heladera de Sevilla»larazon

Para entender las circunstancias del crimen hay que remontarse al 9 de enero del 2016. Manuel, hombre de hábitos fijos, salió a lo que el llamaba “hacerse la ronda”, que se resumía en tomarse un par de cervezas con los amigos antes de cenar

Este lunes comienza en la Audiencia Provincial de Sevilla el juicio contra María del Carmen Querol acusada de golpear con la figura de un buda en la cabeza a Manuel Martín hasta dejarlo inconsciente y después, aprovechándose de su indefensión, estrangularlo con unos cables que tenía para alumbrar el árbol de navidad. Ocultó su crimen haciendo un hueco entre los polos, tarrinas y cornetes que guardaba en el arcón congelador de la heladería que regentaba. Allí, a menos doce grados, introdujo el cuerpo.

Para entender las circunstancias del crimen hay que remontarse al 9 de enero del 2016. Manuel, hombre de hábitos fijos, salió a lo que el llamaba “hacerse la ronda”, que se resumía en tomarse un par de cervezas con los amigos antes de cenar. Recorría siempre los mismos bares. En el último coincidió con su asesina, María del Carmen. “Yo escuché como ella de repente le decía: “Apúrate”. Él respondió: “¿Para qué?” y María le contestó: “Para irnos a follar”. Él no tuvo tiempo ni para pensar: le agarró del brazo y sacó al hombre. Les vi dirigirse hacía la heladería”, consta en el sumario, al que ha tenido acceso LA RAZÓN, que le contó el cocinero a los investigadores.

La esposa de Manuel le buscó durante toda la noche sin resultado. “A primera hora de la mañana llamó a mi casa y me dijo que papá había desaparecido”, cuenta Noelia, una de los cinco hijos de la víctima. “En Sevilla vivimos las cuatro hijas y todas fuimos corriendo a ayudar. Mientras Desiré y yo presentábamos la denuncia en comisaría, Loli y Verónica esperaron a que se fueran abriendo los bares que solía frecuentar Manuel para preguntar”. Así localizaron la pista definitiva. “Un hombre me dijo que le había visto con la individua esa”, recuerda Loli. “Me advirtió que fuésemos con cuidado que era muy violenta y que había tenido una pelea unos días antes. Localizamos su casa, pero el presidente de la comunidad nos informó que ya no vivía allí, porque no pagaba y porque montaba unos follones enormes”. Al final, las cuatro hermanas coincidieron de nuevo frente a la heladería que además de negocio, María había convertido en casa improvisada. “Golpeé el cierre varias veces hasta que una voz dentro preguntó: “¿Qué?”. Le dije: “María, soy Noelia, hija de Manuel. Ha desaparecido.

Nos dicen que ayer te vieron con él. Estamos desesperadas, por favor ayúdanos”. Respondió: “No conozco a ningún Manuel” y ya no hubo manera de hablar más con ella”. Dio la casualidad de que en ese momento pasó por allí una patrulla de policía local. Las cuatro hijas se abalanzaron sobre el coche y pidieron ayuda a los agentes. “Los dos policías locales lograron que levantase los cierres y hablaron con ella”, recuerda Loli. “Cuando salieron nos dijeron que no había nada raro, pero yo les pedí: “Por favor, vuelvan a entrar, mi padre es muy chiquito y quizá esté detrás de una puerta o lo haya metido en el congelador”. Regresaron y al salir nos transmitieron sosiego: “Hemos mirado en todos lados. Es un lugar pequeño, de menos de 20 metros cuadrados. Quedaos tranquilas. Ahí no está”. Las cuatro mujeres, aún así, desconfiaban y decidieron mantener el cerco sobre la heladería. De allí no saldría nadie sin que ellas pudieran verlo. Al avanzar la mañana, dos de ellas lograron que María del Carmen las dejara pasar. “Ella estaba tranquila y serena.

Llevaba una coleta alta bien puesta, una camiseta blanca limpia e iba muy arreglada”, apunta Desiré. “Olía a limpio aunque de repente vimos unas manchas de sangre en el marco de una puerta. Noelia se echó a llorar y acabó echándonos fuera”. María del Carmen no aguantó más estar sitiada por las cuatro hijas de Manuel y con la cabeza muy alta, unas grandes gafas de sol y una bolsa en la mano salió de la heladería. “Al cruzarse con nosotras nos dijo: “Mucha suerte”, y se marchó”, apunta Loli. Ya por la tarde los investigadores de Policía Nacional se presentaron en la heladería y localizaron el cadáver. Allí seguían las hermanas, que se enteraron in situ de la fatal noticia. “Con el tiempo supimos que esa individua al salir de la heladería se fue a emborrachar antes de acudir a comisaría a confesar el crimen”, dice Loli indignada. Su enojo tiene una razón de ser. La fiscalía de Sevilla ha decidido pedir tan sólo ocho años y medio por el crimen. “Le hace el trabajo a la defensa”, apuntan.

“Primero pide homicidio cuyo máximo de pena es quince años y no asesinato que alcanza los veinte. Después le otorga dos atenuantes, el de ir borracha durante el crimen, que es falso porque se puso a beber después de matarlo cuando decidió entregarse y el de confesión”. El hijo de Manuel, que vive fuera e Sevilla, y sus hermanas están que trinan: “Es una vergüenza que salga tan barato matar a alguien. En cuatro años estará en la calle en libertad ondicional y nosotros nos hemos quedado sin padre y sin madre, porque desde que él murió, no levanta cabeza y encima no sabemos por qué le mató, reemos que para robarle porque ella estaba sin un duro y no hemos recuperado alguna joya que llevaba”.