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A golpe de asteroide

Que una gran roca vuelva a caer en la Tierra, como lo hizo hace 65 millones de años, puede ser sólo cuestión de tiempo
Que una gran roca vuelva a caer en la Tierra, como lo hizo hace 65 millones de años, puede ser sólo cuestión de tiempolarazon

¿Por qué hay que tomarse en serio el riesgo de que impacten contra la Tierra? Sin ellos no estaríamos aquí... y por ellos podríamos dejar de estarlo

Parecen cosa de películas, pero son tan antiguos como la Tierra misma. De hecho, los asteroides llevan amenazando al planeta desde hace varios miles de millones de años, antes de que Morgan Freeman y Robert Duvall protagonizaran el film Deep Impact» (donde salvaban a la población de una catástrofe global por un impacto). No en vano la propia historia geológica de nuestro mundo está esculpida a golpe de asteroide. Una gran colisión cuando la Tierra tenía sólo 50 millones de años creó la Luna. Desde entonces millones de objetos han caído en nuestra superficie. Algunos de ellos pudieron traer moléculas de agua y los componentes básicos de la vida. Otros extinguieron de golpe el 90 por cien de las especies animales existentes.

Sin los asteroides no estaríamos aquí... y por culpa de ellos quizás podríamos desaparecer.

Hoy se celebra el primer Día Mundial de los Asteroides, un movimiento internacional espontáneo que pretende concienciar sobre la necesidad de investigar más acerca de los impactos catastróficos. Sus impulsores (entre los que se encuentran algunos de los científicos más prestigiosos del mundo) incluso han elaborado un manifiesto fomentando la protección global de nuestro planeta contra la intromisión de rocas gigantescas en nuestra órbita.

La Tierra no orbita el Sol en solitario. Lo hace acompañada, está claro, por otros siete planetas y un planetoide archiconocidos (desde Mercurio a Plutón). Pero también se deja acompañar por cientos de miles de objetos más o menos grandes (de más de un kilómetro de diámetro) que pululan por el Sistema Solar como escombros de obra del día que nacieron los planetas. Algunos de esos restos cruzarán la órbita terrestre tarde o temprano. Son los llamados NEO (Objetos Cercanos a la Tierra, por sus siglas en inglés). Que crucen nuestra órbita no significa que choquen con nosotros. Para que se produzca el impacto, tienen que darse dos condiciones: que las órbitas de la Tierra y el asteroide se crucen y que ambos objetos estén en el mismo lugar a la misma hora. No es fácil. Pero en términos geológicos ocurre constantemente.

Los científicos han elaborado un complejo sistema de rastreo del cosmos en busca de NEOs. Cuando detectan uno (es decir una roca de más de un kilómetro con una órbita que converge en la nuestra), son capaces de prever sus movimientos para los próximos siglos. La intención de este rastreo es asegurar que la roca no va a pasar por el mismo sitio por el que pasamos nosotros al menos en las próximas 100 órbitas. Eso asegura que pasarán al menos 100 años sin impacto.

La NASA ha catalogado ya el 95% de los NEOs de más de un kilómetro que deben existir ahí fuera. Un 5% sigue sin ser detectado y controlado. Pero puede que haya más de un millón de objetos más pequeños y también peligrosos de los que no tenemos ni idea. Sin ir más lejos, en 1908 la región siberiana de Tunguska quedó devastada por el impacto de un asteroide de menos de 40 metros. Afortunadamente la zona estaba deshabitada. Los últimos datos sobre aquel evento han demostrado que el choque liberó una energía equivalente a cientos de bombas de Hiroshima juntas. Si hubiera caído en Madrid o en Nueva York, el balance de muertos habría sido millonario.

Parece que es sólo cuestión de tiempo que una gran roca vuelva a caer en la Tierra, como lo hizo hace 65 millones de años el asteroide de 12 kilómetros que acabó con el 75 por 100 de los seres vivos del planeta, incluidos los dinosaurios.

Así que no está de más que un buen puñado de instituciones científicas se hayan confabulado para impulsar el estudio de estos objetos. Las agencias espaciales más importantes del mundo, algunas instalaciones de telescopio de prestigio internacional y docenas de astrónomos de primera miran de vez en cuando al cielo en busca de una amenaza venidera. Con 100 órbitas por delante quizás tengamos tiempo para planear una solución. Aún no sabemos muy bien cuál. Enviar naves espaciales a la roca para desviarla de su órbita mediante explosiones parece muy peliculero. La ciencia está tan en pañales en este sentido que el año pasado se emborrachó de alegría por el simple hecho de haber depositado un robot del tamaño de una lavadora en un cometa. ¡Como para enviar una tripulación de soldados astronauta!

Lo malo es que algunos de los muchos objetos rocosos no catalogados aún podrían impactar contra nosotros sin aviso. Quizá se pueda detectar la colisión unos días antes, insuficientes para plantear cualquier acción defensiva: sólo daría tiempo a evacuar las zonas más afectadas.

De manera que sí, hay que tomarse en serio la cosa. No tanto como para perder la calma, por supuesto. Los ojos de la ciencia siguen rastreando el cielo en busca de amenazas antes de que se materialicen. De momento, mientras envío estas líneas, no parece que haya ningún NEO que pueda impactar contra nuestras cabezas en las próximas 24 horas. ¡Feliz día mundial de los asteroides!