Ciencias humanas
Bacterias para adelgazar
Científicos logran alterar el metabolismo en roedores
Tranquilícese: la culpa de que usted tenga una tendencia a engordar significativamente mayor que la vecina o el vecino no es sólo de su inveterada falta de fuerza de voluntad, de la pasión por el aperitivo o de esos irreprimibles viajes nocturnos a la nevera. Si usted y yo terminamos recibiendo de la báscula una cifra mayor de la que esperamos es a causa de las bacterias que anidan en nuestro intestino... ¡Qué le vamos a hacer!
Al menos eso es lo que acaba de determinar un estudio publicado en la revista «Science» por el que se ha logrado alterar el metabolismo de ratones mediante la introducción de bacterias del intestino humano. Es decir, parece demostrado lo que ya se suponía: que existe una clara relación entre la dieta y la biota que alberga nuestro organismo, y que esa relación tiene doble dirección. Lo que comemos afecta al tipo de bichos que nos acompañan y éstos, a su vez, intervienen en el modo en el que metabolizamos lo que comemos.
Durante el experimento se utilizaron roedores de laboratorio a los que se les hizo cultivar bacterias de diferentes tipos de personas. Los animales que recibieron biota humana de individuos delgados experimentaron una aceleración de su actividad metabólica y, por lo tanto, tendían a perder peso. Aquellos que, por el contrario, recibieron bacterias de humano con sobrepeso engordaron. Todos los animales siguieron las mismas pautas de alimentación. Además, las bacterias inyectadas procedían de mujeres gemelas con grandes diferencias de peso para evitar sesgos en la investigación derivados de las diferencias genéticas de la biota de un individuo u otro. Vamos, que no cabe mucho margen de error: los ratones engordaban o adelgazaban en virtud de la cualidad de los microorganismos que participaban internamente en su digestión. Además, antes de la invasión con bacterias humanas, el aparato digestivo de los roedores fue despojado de sus propios microbios para facilitar el anidamiento del material donado.
Lo más sorprendente es que la cualidad de la microbiota pudo transmitirse de unos animales a otros. La delgadez era contagiosa. Los ratones tienen costumbres coprófagas, es decir, suelen digerir parte de los excrementos de otros individuos. De ese modo, al convivir ratones de diferentes tipologías de bacterias (delgados u obesos) los microorganismo se transmitieron de unos a otros pero sólo en una dirección: algunas bacterias de los individuos delgados se transmitieron a los gordos y éstos comenzaron a perder grasa corporal; pero, en sentido contrario no se experimentaron cambios significativos.
Sin embargo, todos estos procesos de colonización bacteriana se veían afectados si se cambiaba la dieta del animal. El intercambio de bacterias «adelgazantes» (permítanme el uso del término aunque no sea del todo correcto con la realidad del experimento) era más evidente en los roedores que comieron una dieta equilibrada de frutas y verduras abundantes y menos en los que comieron poca fibra y muchos carbohidratos y grasas.
Parece que no existen muchas dudas sobre la implicación de la microbiota en la tendencia a la obesidad. Son muchas las investigaciones que han llegado a la misma conclusión. Se ha comparado en muchas ocasiones la población de microorganismos de personas obesas y delgadas y las diferencias son sustanciales. Por ejemplo, se ha establecido una relación directa entre la tendencia a engordar y la presencia en el intestino de dos bacterias concretas: bacteroidetes y firmicutes. Parece que un desequilibrio al alza de las primeras y a la baja de las segundas conduce a la ganancia de peso, pues ralentiza la actividad metabólica del aparato digestivo.
Estas investigaciones podrían ayudarnos a entender por qué, en similares circunstancias, unas personas tienen más facilidad que otras para perder peso. La biota intestinal es personal e intransferible. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia proporción de bacterias y ésta cambia a lo largo de nuestra vida. Quizás en el futuro, los endocrinos puedan establecer las pautas dietéticas de manera cada vez más personalizada. Bastará con estudiar la composición de los microorganismos intestinales y adaptar el menú a las circunstancias, sobre todo en los casos de obesidad patológica que no reacciona a ningún tipo de dieta.
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