Manipulación genética
Cambio de sexo, ¿la mejor estrategia contra el zika?
Nuevas técnicas para evitar la transmisión de enfermedades a través de la modificación genética que interviene en el carácter sexual de los insectos
Nuevas técnicas para evitar la transmisión de enfermedades a través de la modificación genética que interviene en el carácter sexual de los insectos
Los mosquitos se han convertido en una fuente de grandes preocupaciones para la comunidad científica. La expansión del virus del zika a lomos del Aedes aegypti (insecto que también transmite el dengue, la fiebre amarilla y el chikungunya) lo ha puesto de nuevo de manifiesto. Otras especies preocupan incluso más. Es el caso del Anopheles, responsable del contagio de la malaria, que es causa de la muerte de casi un millón de personas al año en el mundo.
Las infecciones por picadura de mosquito han crecido considerablemente en las últimas décadas y el área del planeta afectada por estos males crece. Entre otras razones, porque resulta muy difícil controlar con eficacia a las poblaciones de insectos. Primero, por la limitación en el uso de pesticidas e insecticidas antaño utilizados sin freno, como el DDT. Segundo, por el aumento de las zonas urbanizadas en regiones endémicas y la globalización de los transportes. Un mosquito ama el calor, la humedad, las grandes aglomeraciones humanas y moverse de un lugar a otro del planeta a bordo de barcos, coches o aviones.
Recientemente, la ciencia ha ideado una nueva estrategia para detener la expansión de estos agentes infecciosos: modificar genéticamente una cohorte de mosquitos para convertirlos en inocuos y liberarlos al ambiente con la esperanza de que suplanten a los insectos dañinos pasadas unas cuantas generaciones. Se puede, por ejemplo, liberar una generación de mosquitos estériles o que puedan procrear pero sólo descendencia estéril. Se supone que a medida que estos mosquitos se apareen con otros el número de individuos fértiles se irá reduciendo. Pero esta estrategia es complicada. Requiere una gran inversión, obliga a introducir nuevos mosquitos modificados cada cierto tiempo y cuenta con la desaprobación de muchos grupos ecologistas a los que les repugna la modificación genética. Por eso, recientemente se ha descubierto una forma más inteligente de atajar el problema. Se trata de utilizar lo que los técnicos denominan «mutaciones driver». Es decir, no se manipula un mosquito para conferirle una característica predeterminada, sino que se modifica alguno de sus genes para que, cuando procree, ese gen tenga más probabilidades de pasar a la descendencia que otros. Es como jugar con un dado trucado al juego evolutivo de las leyes mendelianas. Un trabajo publicado ayer en la revista «Trends in Parasitology» por dos investigadores de la Universidad Virginia Tech demuestra hasta qué punto esta idea puede ser útil en el caso de epidemias como el zika.
Recientemente se ha descubierto el factor genético que determina si un mosquito va a nacer macho o hembra. Los autores de este trabajo han analizado si podría ser posible utilizar las últimas tecnologías de edición genética como CRISPR-Cas9 (el llamado cortapega genético) para provocar que la mayoría de los mosquitos nacidos de una determinada hembra sean machos. Esto es de vital importancia porque los virus y bacilos que provocan enfermedades como el zika o la malaria sólo lo transmiten las hembras (las únicas que pican, ya que necesitan la sangre para la reproducción) de sus larvas. Los machos se limitan a alimentarse de frutas, savia o néctares.
Según el artículo ayer conocido, sería de gran utilidad aprovechar en este sentido el conocimiento que tenemos en la actualidad sobre el gen Nix, que es el que interviene en el desarrollo de los caracteres sexuales masculinos en los mosquitos de la especie Aedes aegypti.
Las técnicas de edición genética podrían directamente convertir a las hembras en machos o matar a las hembras, lo que reduciría la población de mosquitos y limitaría la posibilidad de expansión de enfermedades.
Pero todavía existen algunos problemas por resolver de esta estrategia. En primer lugar, no se conoce el grado de durabilidad de las variaciones genéticas producidas. En segundo lugar, no están bien reguladas las consecuencias bioéticas que pudiera tener jugar a manipular el orden natural. Se desconoce cómo afectaría a la población global de mosquitos una suelta accidental de individuos manipulados y qué consecuencias tendría esto sobre otros animales que viven precisamente de comer mosquitos.
Por eso, los autores recomiendan que estas tecnologías empiecen a emplearse en zonas donde hay una gran emergencia de actuación por culpa del desarrollo de alguna enfermedad y en momentos de crisis sanitaria. Bueno, justo como ahora.
✕
Accede a tu cuenta para comentar