Agencia Espacial Europea
Descubren agua en un planeta similar a la Tierra
Se llama K2-18b. Está a 111 años luz de nosotros y cumple dos requisitos para albergar vida: está en la zona de habitabilidad de su sol y contiene agua líquida y gaseosa en su atmósfera
Científicos de la Universidad de Montreal informan de la detección de vapor de agua, y quizás incluso nubes de agua líquida, en la atmósfera del planeta K2-18b, a 111 años luz.
Se llama K2-18b y a partir de ahora es el mejor candidato planetario para albergar vida, después de la Tierra. Nos separan de él 111 años luz. Nos hermana a él que ambos planetas estamos a una distancia correcta de nuestro Sol, que ambos poseemos atmósfera, que en ambos puede haber agua en forma de vapor y que en ambos llueve. K2-18b es, por ello, un planeta habitable, uno de los más interesantes jamás estudiados.
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Un equipo de científicos liderados por Angelos Tsiaras, del Centro para el Estudio de Datos Exoquímicos del University College de Londres, desveló ayer el resultado de sus estudios sobre este planeta, ocho veces más masivo que la Tierra y que, por ahora, es el único cuerpo que orbita fuera del Sistema Solar con capacidad para mantener agua y disfrutar de temperaturas compatibles con la vida. Que se sepa. El hallazgo, publicado por la revista «Nature Astronomy» se ha convertido en el primer caso de detección atmosférica en un planeta no solar que orbita en una zona habitable.
La ciencia sabe que los planetas no son un tesoro exclusivo de nuestro Sol. Alrededor de cientos de millones de otros soles pueden orbitar mundos de todo tipo. Cuántos de ellos se encuentran a la distancia correcta de su astro para que la energía que les llega pueda mantener agua líquida es un misterio. En cuántos de esos planetas que flotan en la zona de habitabilidad hay, realmente, agua líquida, un arcano aún. Qué porcentaje de esos últimos tienen, de verdad, condiciones para la vida, una pregunta sin responder. Pero K2-18b nos acerca un poco más a la respuesta.
El equipo de investigadores ha utilizado datos del Telescopio Espacial Hubble recopilados entre 2016 y 2017 y ha desarrollado algoritmos de código abierto para analizar la luz filtrada por la atmósfera de K2-18b. Este planeta, gira alrededor de la estrella K2-18, que se encuentra a 111 años luz de nosotros, en la constelación de Leo.
Cada vez que da una vuelta alrededor de su sol, la luz del astro atraviesa la atmósfera del planeta y es tamizada por ella. El modo en que la atmósfera filtra la radiación solar es una fuente de información vital sobre la composición atmosférica. Del mismo modo que nosotros podemos intuir el color y el material de una cortina por el modo en que filtra las luces del sol exterior, los científicos pueden calcular la composición de una atmósfera por cómo absorbe la radiación del astro de referencia.
No es fácil, desde luego. Se requieren años de observación y de tratamiento de datos, pero los expertos ahora pueden asegurar que en la atmósfera de K2-18b hay huellas moleculares que demuestran la presencia de vapor de agua, hidrógeno y helio. También sospechan de la existencia de otros compuestos como metano o nitrógeno, pero no pueden certificar su huella. Con nuevos estudios, serían capaces de reconocer patrones de nubes, agua líquida y lluvias.
Nos encontramos, pues, ante el primer planeta jamás descubierto (a excepción del nuestro, claro) que cumple dos de las condiciones necesarias para que en él brote la vida: estar en la zona de habitabilidad de su sol y contar con agua en estado líquido y gaseoso en la atmósfera. Por desgracia, para que la biología florezca son necesarias más condiciones.
La estrella K2-18b no es tan apacible como nuestro Sol. Su tamaño y luminosidad es mucho mayor, con lo que el planeta seguramente esté expuesto a mucha más radiación que nosotros. El planeta ahora estudiado entra en la categoría de las llamadas supertierras, mundos mucho mayores que el nuestro.
Gira alrededor de su sol (una enana bola roja) una vez cada 33 días terrestres y su estructura interna es un misterio. De hecho, no se sabe realmente si se trata de un mundo rocoso (como Marte, la Tierra o Venus) o una bola gaseosa a modo de un pequeño Neptuno. Este dato es fundamental para conocer si K2-18b puede contener vida, ya que cualquier forma vital necesita de un suelo donde asentarse.
Según Giovanna Tinetti, coautora del estudio e investigadora de la Agencia Espacial Europea, «este descubrimiento hace de K2-18b uno de los objetivos más interesantes para el futuro de la astrobiología». Hasta el día de hoy, se han detectado unos 4.000 exoplanetas (mundos ajenos al Sistema Solar), pero no sabemos mucho sobre su composición. Cuantos más datos obtengamos de ellos más cerca estaremos de dar respuesta a la que posiblemente sea la pregunta más importante en la historia de la humanidad: ¿Estamos solos en el cosmos? Desde ayer, la respuesta queda un poquito más a mano.
La química delatora
Los compuestos químicos detectados en la atmósfera de un planeta pueden darnos mucha información de utilidad. Por ejemplo, la presencia de cantidades significativas de metano pueden ser un subproducto de la actividad biológica de organismos vivos.
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