Lenguaje
La importante vida social de las neuronas espejo
La imitación y la empatía son dos capacidades del ser humano que afectan directamente a las relaciones sociales, nos permiten aprender y entender el comportamiento de otras personas, pero también pueden condicionar nuestro estado de ánimo; las responsables de todo esto son las neuronas espejo.
Hasta mediados de los años 90 apenas se conocía nada del comportamiento de estas neuronas, que se sitúan en la corteza parietal del cerebro, en el área de broca, una sección involucrada en la producción del habla, el procesamiento del lenguaje y la comprensión.
"Las neuronas espejo se activan cuando una persona o un animal realiza una acción porque la ha observado en otra persona", actos como bostezar, rascarse la cara o ciertos tics, tal y como ha explicado a Efe la psicóloga clínica Vanesa Fernández, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Todos hemos observado en alguna ocasión cómo las toses al inicio de una obra de teatro se extienden entre el público después de escuchar el primer carraspeo o cómo sucumbimos y no podemos evitar abrir la boca cuando nuestro interlocutor bosteza.
El psicólogo Sebastián Mera, de la comunidad médica online Saluspot.com, ha señalado a Efe que buena parte del aprendizaje y del desarrollo de la empatía, está basado en el funcionamiento de este tipo de neuronas.
Son las responsables de que podamos imitar y aprender una conducta que observamos y, al tener la empatía una gran parte de su desarrollo basado en ellas, podemos también sentirnos, y sentir, cómo se siente la persona que está llevando a cabo esa conducta.
"La razón por la que se produce dicha conducta imitativa es porque la neurona reproduce, en su función refleja en el cerebro, la misma actividad neural correspondiente a la actividad que se percibe, es decir, como si fuese un espejo", ha relatado.
Si bien todos los seres humanos tenemos esta capacidad, con variaciones como la cantidad de neuronas o la velocidad de trasmisión de la información, los factores sociales y culturales sí condicionan esta receptividad.
Así -comenta Mera- mirar atentamente a los ojos puede ser aceptado en una sociedad como la española, mientras que el mismo gesto tiene un significado completamente opuesto en otra sociedad como pueda ser la británica.
También podemos controlarlas. "Si estás en una entrevista de trabajo y la otra persona bosteza, a ti te pueden entrar ganas de bostezar también, pero no lo haces", señala Fernández.
Esta psicóloga coincide, así, en que "el ambiente puede modular la biología".
Por el contrario -añade- hay estudios que dicen que una persona que ejercita mucho estas neuronas, bien porque es muy empática o porque conecta mucho con otras personas, puede potenciar y estimular los circuitos que las conectan, de manera que "se hacen más rápidos y se utilizan más".
Pero las neuronas espejo no sólo actúan sobre actos mecánicos y de poca trascendencia como tocarse demasiado el pelo o la nariz, traquear los dedos o mover los pies constantemente, sino que pueden condicionar también el estado de ánimo de una persona.
"El estado emocional al final se va contagiando", afirma Fernández. Conductas como la apatía o la desgana, por ejemplo, "las neuronas espejo las están captando y reproduciendo".
"Al final, se va produciendo una transferencia de esos sentimientos, de esos gestos y por eso hay personas que notas que te dejan vacío emocionalmente y hay otras que transmiten energía, optimismo, y que repercuten en tu estado de manera positiva", subraya.
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