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Los presidentes envejecen, los diputados rejuvenecen

En Agosto de 2009 así era Obama
En Agosto de 2009 así era Obamalarazon

Una investigación de la Facultad de Medicina de Harvard publicada en el «British Medical Journal» ha demostrado que los políticos que dirigen un país envejecen más rápido y mueren antes.

Algo habíamos intuido todos. Basta con coger una fotografía de Suárez, Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy el día en que fueron elegidos presidentes del Gobierno por primera vez y otra de su último día en el Ejecutivo. Es evidente que han envejecido. Esas canas, esa delgadez, esas arrugas, esa mirada...

Podría decirse que, en realidad, lo que ha ocurrido es que por ellos también pasa el tiempo (4, 8 años... son muchos años, sea uno presidente o no). Pero nos da en la nariz que su proceso de madurez ha sido más veloz que el nuestro. Incluso más rápido que el de ministros o diputados. ¿Es que los presidentes del Gobierno envejecen más deprisa que el resto de los mortales?

Un estudio científico publicado ayer parece indicar que sí.

El análisis se ha dado a conocer en las prestigiosas páginas del «British Medical Journal». Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard, liderado por Anupam Jena, ha tratado de comprobar si nuestra percepción es correcta. Si los políticos llamados a liderar un país envejecen más rápido, mueren antes.

Después de estudiar las biografías de 279 mandatarios de 17 países diferentes (incluida a España) y compararlas con las de 216 líderes políticos que no llegaron a ganar las elecciones, se ha llegado a la conclusión de que los presidentes y primeros ministros electos viven 2,7 años menos que los perdedores y presentan un 23 por ciento más de riesgo de muerte prematura que el resto de los políticos. Los datos han sido recogidos de bases históricas entre 1722 y 2015. En concreto, en España se ha estudiado la carrera de 47 personalidades políticas desde 1876 hasta nuestros días. En todos los casos se analizó la edad a la que los candidatos accedieron al poder por primera vez, la esperanza de vida que se atribuye a una persona de esa edad, sexo y condición social en esa época y la calidad de años que el candidato sobrevivió tras su elección.

Un total de 380 candidatos estudiados habían muerto antes del 9 de septiembre de 2015, por lo que se contaba con una base de datos sólida sobre la longevidad de este grupo social. Los que habían servido como presidentes o primeros ministros vivieron 4,4 años menos de media que los que no habían logrado alcanzar la cumbre del Ejecutivo. De manera que la probabilidad de muerte prematura del grupo de presidentes frente a los no presidentes era de 1,52 a 1.

El estudio parte de la base de que ser elegido para este alto cargo supone unas cotas de estrés tan elevadas que aumenta la tasa de envejecimiento. De hecho, algunas referencias históricas de la literatura médica de Estados Unidos habían sugerido en el pasado que los presidentes de la nación envejecen el doble de rápido que un ciudadano medio del país. Pero otros estudios habían encontrado pocas diferencias entre la longevidad de los mandatarios y la de sus conciudadanos.

Este último dato, sin embargo, llama la atención. Se supone que un presidente disfruta de las condiciones óptimas de bienestar, cuidados, atención sanitaria y estatus socioeconómico que le permiten contar con la mejor vigilancia sanitaria, los mejores médicos y la mejor alimentación. Debería vivir mucho más que el resto de los mortales (sobre todo si nos remontamos unos siglos hacia atrás en la historia). ¿Por qué no es así? ¿Es que el desgaste del poder es suficiente para compensar estas ventajas?

Al comparar la vida de los mandatarios con la de otros políticos del mismo nivel socioeconómico pero que no llegaron a gobernar, podría determinarse si la culpa del envejecimiento es realmente la dureza del cargo.

Si se atiende a los datos obtenidos de países como Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, España... y así hasta 17, lo cierto es que gobernar desgasta sobremanera.

El trabajo se complementa con otro estudio en el que se analiza la tasa de mortalidad de 5.000 miembros del Parlamento del Reino Unido y se compara con la de la población general en los últimos 65 años. Se determinó que la tasa de mortalidad entre los parlamentarios es un 28 por ciento menor que la de la población en el caso de la Cámara de los Comunes y un 37 por ciento menor en la de los Lores. Los mejor parados fueron los representantes conservadores. En conclusión, ser presidente desgasta. Ser diputado rejuvenece... sobre todo si se es diputado de derechas (en Reino Unido).

Jorge Alcalde es Director de «Quo»