Investigación científica
¿Por qué desaparecen los abejorros?
El 24% de esta especie está amenazada de extinción en Europa. La respuesta puede estar en el calentamiento global, según un estudio
El llamado síndrome del colapso de las colmenas sigue careciendo de una explicación científica satisfactoria. Pero lo cierto es que desde hace algo más de una década, los apicultores vienen percibiendo un pausado e inexorable descenso de la población de abejas de miel. En Europa, cada año desaparece el 20 por ciento de los habitantes de los panales. En Estados Unidos, se ha perdido un tercio de la masa de abejas melíferas y en España los agricultores observan con pavor cómo en algunas zonas (como Galicia) se desvanece hasta el 80% de los individuos de las colmenas. En los últimos 18 años, nuestro país ha perdido cerca de 500.000 colonias.
Algo similar ocurre con otra importante especie polinizadora, el abejorro. El 24% de todas las especies de abejorros europeos están amenazadas de extinción y han sido incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Algunas investigaciones han apuntado como culpable a ciertos pesticidas, sobre todo los derivados de una nueva clase de neonicotiniodes que parecen afectar a la calidad de vida de los himenópteros incluso con niveles muy bajos de exposición. Se trata de un agente neurotóxico utilizado para la fumigación de algunos cultivos para el que la Comisión Europea ha solicitado dos años de prohibición. Otros expertos apuntan a un parásito, la varroa, como culpable de la matanza de abejas. Se trata de un ácaro que produce una enfermedad llamada varroasis. Su capacidad de contagio es muy grande y en pocas semanas pude destruir una colmena entera. Y una tercera línea de investigación pone el foco en los efectos del aumento de temperaturas en los ecosistemas de estos animales.
Lo cierto es que el mundo depende de la polinización que llevan a cabo abejas y abejorros. Si no hubiera organismos encargados de transportar polen de unas plantas a otras y germinar así nuevas vidas vegetales, las cosas serían muy distintas a como son. No en vano, el 84 por ciento de los cultivos europeos se benefician, al menos en parte, del trabajo de polinizadores y el 74 por ciento de las especies de flores desaparecerían sin esta función.
Algunos estudios especifican que abejas y abejorros contribuyen con más de 30.000 millones de dólares anuales a la agricultura europea.
¿Qué les está pasando de verdad? Un nuevo estudio publicado ayer en la revista «Science» parece haber encontrado una respuesta satisfactoria, al menos para el caso de la población de abejorros. El trabajo sugiere que el aumento global de la temperatura de la Tierra ha generado cambios considerables en la población de ciertos tipos de flores y, como consecuencia de ello, los moscardones de la especie Bombus balteatus (elegida para la investigación) han sufrido un acortamiento adaptativo de la longitud de sus lenguas. Puede parecer difícil de explicar qué tiene que ver la cantidad de flores con la longitud de la lengua de un insecto. Pero la relación ha quedado demostrada.
En la naturaleza son muchos los casos de mutualismo entre dos especies, es decir, de una relación natural en la que ambas especies se benefician. En muchos casos, los dos tipos de organismo relacionados presentan características físicas complementarias. Por ejemplo, los moscardones han desarrollado una lengua o probóscide libadora de gran tamaño para obtener el néctar del interior de las floras de corola profunda. El contacto con la planta es fundamental para desarrollar la acción polinizadora.
Algunos estudios recientes habían sugerido que precisamente los moscardones de probóscide larga eran los más afectados por la desaparición de ejemplares. Para entender por qué, los científicos autores del trabajo han escogido dos especies de himenópteros que habitan a gran altura en las montañas de Colorado. Tras estudiar ejemplares recogidos desde 1966 hasta nuestros días han detectado en todos los casos una considerable reducción del tamaño estándar de las lenguas. Analizando datos del registro meteorológico y de la expansión de flora en la zona han podido identificar un mecanismo de acción. La adaptación de la probóscide no tiene que ver con la invasión de especies extrañas o con una reducción general del tamaño de la especie sino que es el resultado del aumento de los veranos extremadamente cálidos. En estas condiciones, suelen sufrir más las flores de mayor tamaño. Al descender su población, los abejorros adaptados para libar de ellas pierden su fuente de alimento y ceden terreno a otros himenópteros más habituales a comer de flores más pequeñas. El resultado es una variación en el equilibrio de la especie que, como colofón del círculo vicioso, redunda en una menor capacidad de polinización.
En este caso, la colaboración entre flores e insectos ha debilitado a ambos ante la amenaza de las altas temperaturas.
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