Cambios climáticos
Un okupa en la Antártida
Alain Hubert, un explorador belga de 63 años, se ha convertido en un quebradero de cabeza para Bélgica. Hubert se consolidó como científico durante sus largas expediciones a la Antártida. En ellas fue testigo de la velocidad frenética del cambio climático. Consciente de su magnitud y entregado a la causa, diseñó la primera estación polar «cero emisiones», –que responde a las normas medioambientales del Protocolo de Madrid de 1992– la estación Princesa Elisabeth. Sin duda, la contribución del carismático explorador era motivo de orgullo para su país, pues fue Alain, quien, a través de su Fundación Polar Internacional (IPF, por sus sigas en inglés), logró sacar adelante el proyecto. Fue quien movilizó a los patrocinadores y los fondos públicos hasta conseguir levantar la base en medio del desierto de hielo. En 2009 firmó un acuerdo con el Gobierno belga por el que cedía el 99,99% de la base a cambio de que su fundación la gestionara. Hubert era la estrella, recibía premios y hasta protagonizaba documentales, estaba incluso a la altura de Adrien Gerlache y su hijo Gaston, los primeros científicos belgas en pasar el invierno en la Antártida y construir sobre el suelo blanco. Pero, con el tiempo, Alain pasó a ser apartado. Su gestión dejaba mucho que desear, su incompetencia al frente de la estación molestó tanto al Gobierno que se llegó al punto de acusarle de conflicto de intereses, malversación de fondos públicos y de apropiación indebida. Así pues, se le despidió en 2015, pero un juez dictaminó que la expulsión de la IPF era ilegal. Hubert se apuntó un tanto y volvió al hielo. De momento no piensa moverse. Ha okupado la base. Mientras, el Gobierno no sabe qué hacer para que se marche. Quizá su okupación se sustente en sus inquebrantables principios o simplemente tengan un precio que Bruselas no está dispuesta a pagar.
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