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¿Cómo no se puede querer a Sheldon Cooper?

El personaje de «The Big Bang Theory» vive en una realidad paralela hecha a su medida

Sheldon Cooper en uno de sus peores momentos al acostarse con un libro de geología
Sheldon Cooper en uno de sus peores momentos al acostarse con un libro de geologíalarazon

El personaje de «The Big Bang Theory» vive en una realidad paralela hecha a su medida

Del estupor a la indignación pasando por múltiples carcajadas que pueden desencajar la mandíbula de los espectadores. Todas estas reacciones anímicas las provoca un hombre con un déficit de sentimientos que se ha convertido en uno de los personajes más sofisticados y con más aristas que han creado los guionistas de la televisión. Es Sheldon Cooper, el protagonista de «The Big Bang Theory» (interpretado magistralmente por Jim Parsons). Este científico vive en una realidad paralela creada a su medida, lo que le crea numerosos conflictos con la existencia convencional. Cooper es físico teórico, una elección muy lógica, dentro de lo ilógico de su comportamiento, puesto que, aunque se sepa el libro de instrucciones de la vida, ignora cómo aplicarlo.

Sheldon tiene un ego superlativo. No concibe que nadie pueda ser superior a él, salvo alguna especie alienígena o una inteligencia artificial. También es un pequeño dictador que somete a su pareja, Amy –sí, tiene novia, aunque han pasado cinco años de relación hasta practicar el coito, en singular, porque sólo unen sus cuerpos una vez al año, coincidiendo con el cumpleaños de su amada–, y a sus amigos, Leonard, Penny, Howard y Rajesh. Sus relaciones personales están regidas por una sinceridad sin filtros que raya en la mala educación. Sus críticas son hirientes, pero no pueden ser más ingeniosas. Eso es insultar con clase.

A pesar de su aparente fortaleza sólo hay que rascar un poco para ver sus debilidades, que no pueden por menos que provocar ternura. Considera el sexo una práctica «poco higiénica», tiene pavor al contacto humano y a las enfermedades que puede contraer y no soporta los cambios. Uno de sus hábitos más famosos es golpear tres veces la puerta antes de entrar. Lo que en principio era una costumbre obsesiva compulsiva tiene un trasfondo traumático. Cuando tenía 13 años abrió la puerta del dormitorio de sus padres sin llamar y se encontró a su progenitor «haciendo bebés» con una mujer que no era su madre. Sheldon es un niño grande. Siempre va vestido con camisetas de sus series y películas favoritas. Además, le fascinan Disneyland Resort y el parque temático de Legoland y no duda en jugar con cometas. Su falta de pudor es admirable.

Friqui pluscuamperfecto

Junto a sus amigos ejemplifica lo que debe ser un friqui pluscuamperfecto. Es un adicto a los cómics, en especial los de «Flash», pero no le hace ascos a «Superman», «Batman», «Linterna verde», «Hulk», «X-Men»... No concibe mejor velada que jugar a los vídeojuegos, devorar capítulos de series y películas, aunque no esperen que sean para un público adulto como «Mad Men» o la filmografía de Bergman. Búsquenle allí donde programen «Ballestar Galactica», «Doctor Who», «Firefly», «El señor de los anillos», la saga de Indiana Jones y «La guerra de las galaxias». El altivo Sheldon se derrite con «Star Trek», hasta el punto de que domina el idioma klingon. Y sí, sus pulsiones infantiles y caprichosas le convierten en un ser peligroso para las fuerzas de orden. Tiene una orden de alejamiento de algunos de sus ídolos como Leonard Nimoy –del que posee una servilleta que usó, por lo que está euforico al tener su ADN–, Stan Lee y Carl Sagan. ¿Cómo no quererle?