Cataluña
Roberto Brasero: «Quedaría fatal un mapa del tiempo sin Cataluña»
Periodista y hombre del tiempo
No se siente vivir en un bucle infinito a pesar de que el tiempo –el que se refiere al paso de los años– le haya llevado a otro tiempo –el meteorológico–. Allí trabaja entre primaveras y tormentas y eso, a parte de hacerle sentir algo poeta, también le permite estar en las nubes y escaparse por los cerros de Úbeda. A pesar de la aparente rigidez de su apellido, Roberto Brasero mantiene la sonrisa con lluvia o calor, aunque, eso sí, aborrece el optimismo baldío. Sin embargo, defiende a capa y espada –más por gajes del oficio que por sabiduría popular–aquello de que «después de la tormenta siempre viene la calma». Por eso se aventura a pronosticar que la que asola España también amainará.
–A usted, que sabe de esto, hay que preguntarle, antes que nada: ¿una frase para romper el hielo?
–(Risas) La verdad es que, de todos los géneros que he tocado en la profesión, la entrevista no es precisamente el que mejor se me daba...
–Quizá por eso a usted, más que nadie, el tiempo le ha puesto en su lugar...
–¡Sí! Por eso siempre digo: si hay algo que no sabes por dónde va ir, date tiempo. Al final, siempre acaba poniéndonos donde debemos estar. A mí, de momento, el tiempo me ha traído al tiempo, que no está nada mal: se tienen desde aquí unas vistas privilegiadas y puedes entretenerte mirando las nubes.
–Se pone poético uno desde su perspectiva: al fin y al cabo, la prosa se alimenta del tiempo, de la lluvia de abril, del frío de enero...
–Trabajamos con material sensible, pero poetas buenísimos hay pocos: los demás nos dedicamos a dar el tiempo.
–Ahora que hasta los móviles nos hacen el pronóstico metereológico, ¿cree que su profesión está perdiendo sentido?
–La verdad es que nuestra lucha hoy en día, más que en conquistar al espectador, está en superar al iPhone, que es nuestro mayor enemigo. Pero el móvil e internet se quedan fríos, a mí me gusta que me lo cuenten y lo interprete y quizá ahí aportamos algo: vamos más allá del mero pronóstico.
–Cuando le hicieron hombre del tiempo le dijeron que iba a pasar de contar lo que estaba pasando a hablar sobre lo que iba a pasar, ¿no cree que este método sería ahora muy útil para cualquier profesional de la información?
–Es que eso se podría aplicar a casi todos los ámbitos del periodismo: los compañeros de economía, por ejemplo, también juegan a pronosticar con datos. Nosotros tenemos herramientas científicas para hablar del futuro.
–A usted, además, se le atribuye el mérito de haberle dado a los partes un toque original y distendido...
–Sacamos el tiempo de los mapas. Así lo pensé desde el principio: se trataba de dar algo más, de ver la repercusión que tienen los fenómenos meteorológicos en los cultivos y en el día a día de la gente.
–Y hablando de sacar cosas de contexto... ¿se imagina dando el tiempo con un mapa del tiempo sin Cataluña?
–No, quedaría fatal. Eso ya no sería España, hablaríamos de otra cosa. Aunque todo el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera, yo no me lo imagino, no sería un mapa lógico.
–El australiano Clement Wragge fue el primero en poner a los huracanes nombres propios: les asignaba los de los políticos que más aborrecía. ¿Se le viene alguno para bautizar al próximo?
–No, a mí no se me ocurriría hacerlo. Clement, «El inclemente», hizo aquello como venganza por los problemas que había tenido con la clase política. Yo, por ahora, no he tenido ningún percance en ese sentido... ¡y quiero seguir sin tenerlo!
–Dicen de usted los más jocosos que en verano tiene la capacidad de aclimatarse y se cambia el nombre por Roberto Sombrilla...
–En el cole me decían cosas peores. Yo llevo mi apellido conmigo, no hay nombre de tiempo más adecuado, especialmente en invierno.
–Estaba usted predestinado...
–No lo creo: mi destino, en todo caso, habría sido ser Guardia Civil, como mi padre y mi abuelo, que eran los guardas Brasero. Yo viví en una casa cuartel hasta los nueve años.
–No iba tan desencaminado, la información meteorológica la presentan desde militares hasta mujeres ligeras de ropa, ¿considera que sus partes están a medio camino entre ambos?
–Me sentiría raro con uniforme de campaña y cancán... Pero quizá sea una mezcla idónea, aunque no estéticamente, claro. En el fondo está la idea de dar una información rigurosa de una manera entretenida.
–Además del pronóstico diario es colaborador de LA RAZÓN, escribe en el blog, es muy activo en las redes sociales e incluso ha tenido tiempo para sacar un libro. Usted, desde luego, no pierde el tiempo.
–¡No puedo! Es un lujo y, como tal, un placer. Pero a veces sí me dedico unos minutos a no pensar en nada.
–¿Y tanta actividad es compatible con la familia?
–Teniendo cuatro hijos he aprendido de mi mujer, Beatriz, a optimizar el tiempo de verdad. Ella es realmente una productora, ríete tú de los gestores y los que hacen las plantillas de turno de trabajo: yo aún no me explico cómo consigue cuadrarlo todo.
–¿Se aventuraría a dar un pronóstico para la dichosa crisis?
–La situación está mal, es obvio: tenemos un gran nubarrón sobre nosotros, pero siempre tiene que escampar y hay que salir de ahí sin que la tormenta te lleve por medio. Lo peor de todo esto es cuando te pilla debajo y crees que no va a acabar, pero, aunque ésta sea de las fuertes, también terminará. Tampoco se trata de decir a la gente que no sea negativa, ¡encima de que estás jodido, te piden ser optimista! Yo sólo sé que al final siempre acaba saliendo el sol, así que fuerza y ánimo.
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