España
Sangre, indiferencia y miedo en Navarra
La 2 emite hoy «Relatos del plomo», un documental sobre los efectos devastadores del terrorismo de ETA
La 2 emite hoy «Relatos del plomo», un documental sobre los efectos devastadores del terrorismo de ETA
Complicidad, indiferencia, miedo y ese tipo de silencio que responde a una ambigüedad premeditada. En este clima anímico tan claustrofóbico vivieron las víctimas y los familiares a los que ETA le puso la espada de Damocles en la cabeza en Navarra. En esta comunidad autonómica se vivió una situación idéntica a la del País Vasco. Así se cuenta en «Relatos del plomo» , un documental sobre la historia del terrorismo en la Comunidad Foral durante cuatro décadas, entre 1960 y 1986–, que estrena hoy La 2 a las 00:00 horas dentro del espacio «La noche temática».
El programa es el resultado del trabajo de seis periodistas e investigadores de la Universidad de Navarra. Reconstruye once atentados a partir del testimonio de los familiares de los asesinados, además de aquellos que fueron extorsionados y sufrieron ataques y amenazas. «Ya no me invitaban a los cumpleaños de mis amigas del colegio, porque el miedo les impedía que nadie tuviese una relación con nosotras», cuenta Carmen Imaz en «Relatos del plomo», que tenía 8 años cuando la banda terrorista mató a su padre, el comandante de la Policía Armada, Joaquín Imaz.
«No se atacó el terrorismo»
«Fueron unos años muy turbios y oscuros. Por una parte estaba la esperanza por la llegada de la democracia y el acuerdo entre todas las fuerzas políticas por levantar la Transición. Pero, al tiempo, estos mismos políticos tenían la sensación de que se le debía algo a los nacionalistas vascos por lo que sufrieron durante la dictadura, explica el director Iñaki Arteta, autor de títulos como «Trece entre mil» y «El infierno vasco». En este contexto, Arteta sitúa la complacencia del nacionalismo político, social, económico y periodístico con ETA. «Entendían que, durante la dictadura y ya con la llegada de la democracia tenía un sentido. No se supo atacar al terrorismo porque mucha gente simpatizaba con ellos porque tenía su razón de ser y que su violencia serviría para sacar algún provecho en las negociaciones que se estaban estableciendo con el Gobierno central para lograr más competencias autonómicas hasta llegar finalmente a la independencia», dice Arteta.
En Navarra, los asesinos cometieron 400 atentados, mataron a 42 personas, hirieron a cientos de hombres y mujeres, además de amenazar y extorsionar a más de 2.000 empresarios, a los que se les exigió el impuesto revolucionario. «En donde mataron a mi padre, para humillarnos, colocaron contenedores de basura», relata el hijo de un ex alcalde asesinado delante de él. Otra de las víctimas de ETA que no se quiere identificar precisa: «Ibas a una manifestación de Gesto por la Paz y te encontrabas enfrente a un montón de gente insultándote».
Arteta sabe muy bien de lo que se habla en este documental, porque ha vivido en primera persona el terror que sentía parte de la sociedad civil y las fuerzas policiales y militares. «En esos momentos –incluso ahora se sigue pensando aunque de manera más minoritaria– se consideraba que España era el enemigo de su ‘‘país’’. Si masacraban a un policía o a un militar pensaban que era normal, que iba en su sueldo. Además, existía la creencia de que tanto en el País Vasco como en Navarra sólo podían gobernar los nacionalistas, incluso lo pensaban partidos como el PSOE y el PP», comenta. Arteta recuerda cómo el miedo condicionaba la vida cotidiana e íntima. «Estaban pasando cosas terribles y, los que no estaban de acuerdo preferían no pronunciarse, miraban para otro lado, pretendían, e incluso, conseguían ignorar una realidad tan indecente y degradante para cualquier ser humano».
«Relatos del plomo» tiene su origen en el libro «Relatos del plomo. Historia del terrorismo en Navarra 1960-1986», una iniciativa del gobierno foral que entonces lideraba Yolanda Barcina. Javier Marrodán, el director de esta obra, afirma que lo que más le impresionó fue «cómo estas viudas de los años 70 y 80, que eran mujeres jóvenes, con niños pequeños han tenido la aspiración clarísima de no educar a sus hijos ni en el odio ni en el resentimiento».
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