Tribunales
Condenado a 13 años por matar a su madre durante la final de la Eurocopa
María Ángeles no se encontraba bien y se fue a la cama pronto. Dio las buenas noches a su marido, a su hijo, Ramón Sánchez Lousa, a la novia de este y subió a su habitación. Los dejó en el jardín del impresionante chalé de la zona de Puerta de Hierro en el que vivían, viendo jugar a la selección española la final de la Eurocopa de 2012 contra Italia. A las 22.45 de aquel 2 de julio, Ramón llamó a su amigo Fernando. Bromearon durante unos minutos sobre la paliza que nuestra selección estaba dando a los italianos. Al final Ramón se despidió diciendo: “Te dejo que tengo que subir a ver a mi madre”. Según la sentencia a la que ha tenido acceso LA RAZÓN en exclusiva este hecho “evidencia que el acusado tenía el propósito de subir a la habitación de su madre y no que lo hiciera porque escuchó ruidos”, tal y como él declaró en el juicio que concluyó la pasada semana. El joven, ahora de 35 años, el día del crimen manejó el plan de “sofocar a su madre, evitar que respirara con una almohada, produciendo su muerte sin señales de violencia. Dejarla a continuación como si estuviese durmiendo y que fuese su padre quien descubriese el fallecimiento”. La sentencia establece que después habrían llamado a un “médico conocido que, sin apreciar señales de violencia certificara su muerte, sobre todo teniendo en cuenta que el día anterior la víctima visitó la Clínica Ruber porque estaba enferma”. Pero Ramón calculó mal y “no valoró bien la dificultad de asfixiar a su madre. Ella reaccionó y logró salir de la cama. Al verse descubierto, de forma agresiva y desordenada, le estampó un jarrón en la cabeza” y después trató de sofocarla con la almohada, pero como no lo consiguió, pasó a estrangularla “fuertemente con las manos”.
Las pruebas contra el joven son abrumadoras. Debajo de las cinco uñas de la víctima se encontró ADN de su hijo al que marcó en la pelea. Pero es que, además, en dos guantes de látex, recogidos por Policía Científica en la escena, se localizó también ADN de víctima y asesino mezclados. Ramón aseguró que se los arrancó a dos desconocidos responsables del crimen y con los que forcejeó. Sin embargo, la sentencia establece que no hubo dos asaltantes vestidos de negro y con pasamontañas que ocultaban su rostro. Entre otras cosas porque deberían haber accedido a la vivienda volando: los muros de la casa estaban “llenos de polvo, sin señal de que nadie se hubiese apoyado” y “la puerta tampoco fue forzada”. Era “imposible acceder al chalé desde el edificio más próximo que es la embajada de Costa de Marfil” y “no había tejas rotas al ser pisadas, ni huellas en la hierba del solar contiguo”. Pero en el caso de que hubieran entrado, ¿cuál hubiera sido el móvil?: ¿el robo? En la cómoda de la habitación había 1500 euros que no se llevaron, tampoco arrancaron los anillos de brillantes a la víctima, ni se encontraron armarios abiertos, ni estanterías revueltas. El único que se beneficiaba de la muerte era Ramón que heredaría una cuantiosa cantidad de dinero. Así lo considera probado el jurado popular que lo reconoce culpable de homicidio. Lo paradójico es, que tras el veredicto, Ramón ha esperado la sentencia, que le condena a 13 años de cárcel, en libertad. Y seguirá libre a la espera del Supremo.
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