Ciencia y Tecnología
¿Deberían cotizar?
Algunos opinan que tendrían que hacerlo para garantizar la viabilidad de la Seguridad Social y otros advierten: gravar su actividad nos empobrecería
Los robots invadirán el mercado laboral y provocarán que muchos de los trabajos que hoy en día desempeñan las personas sean suplantados por las máquinas.
Los robots invadirán el mercado laboral y provocarán que muchos de los trabajos que hoy en día desempeñan las personas sean suplantados por las máquinas. En el filme protagonizado por Will Smith se mostraba una perfecta simbiosis. Pero la nueva era ha llegado antes de lo previsto. Y las consecuencias no están exentas de polémica.
Mientras que de un informe presentado en Davos se desprende que la robotización desplazará, hasta 2020, más de siete millones de empleos en las 17 economías más importantes del mundo; según un estudio de Randstad, la digitalización creará 1.250.000 puestos de trabajo en España durante los próximos cinco años.
Si bien es cierto que la irrupción de la robótica fulminará aquellos empleos más intensivos en mano de obra, rutinarios, mecanizados y poco cualificados, también lo es que por cada puesto de trabajo que se cree en el ámbito de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas se generarán 2,2 nuevos. Y es que alguien tendrá que diseñar, programar y dominar esas máquinas.
Lejos de tratarse de una película de ciencia ficción, la robótica sustituirá a los humanos en todas aquellas labores susceptibles de hacerse de forma más rápida y eficiente. Pero si al elevado déficit de la Seguridad Social se le añade un menguante número de cotizantes, ¿podría saltar el sistema por los aires?
La automatización de cada vez más puestos de trabajo abona el debate sobre la necesaria implantación de una renta básica universal para la subsistencia de las personas que pierdan su empleo. Y el cofundador de Microsoft, Bill Gates, opina que los robots que sustituyan el trabajo humano deberían pagar impuestos. Sin embargo, la propuesta del magnate de la tecnología se ha encontrado con detractores de la talla del Parlamento Europeo, desde donde se pidió desarrollar un marco legislativo al respecto.
Pepe Álvarez, secretario general de UGT, también se muestra a favor de que los robots coticen –de manera metafórica, en clara referencia a las empresas beneficiadas–, porque «sustituirán a trabajadores que dejarán de ganar un salario y de pagar impuestos». El sindicalista asegura que como la robotización es un importante impulsor y activador de mejoras, los beneficios generados por esa productividad tienen que revertirse a la sociedad mediante aportaciones al sistema fiscal y de protección social. Máxime, teniendo en cuenta la «merma de cotizaciones a la Seguridad Social por el empleo destruido».
Desde los sindicatos piensan que esa hipotética reducción del número de cotizantes puede tener un significativo impacto en las arcas públicas. Además, les preocupan las consecuencias que la intrusión de robots en la economía pueda tener sobre los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores, sobre las cotizaciones sociales... Es decir, que el futuro de las pensiones, por ejemplo, podría estar en manos de robots.
Un 43% de los puestos de trabajo en España tiene un riesgo elevado, con una probabilidad superior al 66%, de ser automatizado. Y el 75% de las profesiones del futuro aún no existen o se están creando. Francisco Aranda, economista y portavoz de CEIM-CEOE, admite que la transformación digital originará la desaparición de muchos empleos, pero puntualiza que impulsará la creación de miles de trabajos nuevos, «con una mayor remuneración», ya que «ninguna revolución económica ha generado menos empleo. Y ésta no va a ser una excepción».
Aranda recuerda que los propios inventos de Gates destruyeron los trabajos relacionados con las fábricas de máquinas de escribir, pero que generaron un empleo descomunal, gracias a la producción de ordenadores y programas.
En la Confederación Empresarial de Madrid consideran que la robótica generará una nueva ola de crecimiento en el mundo, por lo que opinan que sería más razonable que se permitieran exenciones fiscales a su uso, y no multas a través de impuestos.
«Pretender gravar a las empresas que utilicen robots significaría una doble imposición. Las compañías que se roboticen aumentarán su eficiencia y, por tanto, obtendrán mayores beneficios, por lo que tendrán que tributar más».
Aranda sostiene que los robots permiten incrementos de productividad que se traducen en una reducción de los precios. Así, cree que «castigarlos con impuestos sería una decisión antisocial, que frenaría el progreso y la mejora de la calidad de vida». Más allá de reconocer que si se implantara una tasa se conservarían algunos puestos poco remunerados, alerta de que «a medio plazo todos seríamos más pobres. Obstaculizar la digitalización con impuestos a los robots supondría frenar la oportunidad de crear millones de nuevos puestos de trabajo y su fabulosa aportación a los recursos públicos».
El portavoz de CEIM-CEOE urge a poner en marcha programas de transición basados en la formación ligada a las nuevas necesidades, para estrechar el gap existente entre la destrucción de empleos viejos y la implantación de los nuevos. «En España ya hay cerca de 150.000 puestos de trabajo sin cubrir debido a la dificultad para encontrar perfiles profesionales con las nuevas capacidades», apostilla.
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