Salud

«Dependencia» excesiva de la dosis más alta por la diferencia de precios

Un fármaco que usamos «para todo»

La Razón
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Luis García Moreno trabaja en una farmacia de un pequeño pueblo de Albacete, de Munera. Allí ejerce de boticario, pero, en ocasiones, también se convierte en una especie de médico. «Sin duda, el ibuprofeno se consume mucho, demasiado. Yo intento hacerle un seguimiento al paciente», pero no siempre es fácil. La mayoría de sus clientes-pacientes son personas mayores y su queja más habitual coincide: «Me duele todo». Para este dolor crónico le suelen pedir ibuprofeno o algún otro antiinflamatorio similar porque, en realidad, el problema que comparten todos es artrosis. Como apunta García Moreno, «puede que se esté produciendo un abuso porque el medicamento se debería utilizar dentro de una pauta y para un uso concreto», pero considera que no es así. Marta Galipienso, del Colegio de Farmacéuticos de Navarra, asegura que tanto su consumo excesivo como lo elevado de las dosis que se piden «es un tema cultural que deberíamos cambiar porque somos el país de la Unión Europea en el que se suministran dosis más altas». Como sostiene la boticaria, si «viajáramos a Francia o a Estados Unidos y pidiéramos este antiinflamatorio no nos darían una dosis superior a la de 200 mg». Eso sí, lo malo es que «si ocurre seguro que nos tomamos varios comprimidos para igualar la que tomamos aquí».

Al margen del hábito, otra de las claves para comprender por qué al acudir a la farmacia se solicita antes el envase de 600 mg –para el que es necesario receta– frente al de 400 mg está en el precio. El segundo puede llegar a ser «tres veces más caro que el más fuerte», afirma García Moreno que, a pesar de esta diferencia y de que los pacientes le soliciten el más barato, intenta «enseñar» a los enfermos que no necesitan una dosis tan elevada. Galipienso intenta hacer lo mismo, pero «no es fácil. El médico también juega un papel importante y deberían reducir el número de prescripciones de este fármaco».