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El abominable hombre de los bosques

La Policía detiene en una cabaña de Barcelona al autor de la violación y asesinato de un niño de Holanda hace 20 años. Sobrevivía solo en la montaña con plantas comestibles y leña.

Imagen de la detención del sospechoso/Policía Nacional
Imagen de la detención del sospechoso/Policía Nacionallarazon

La Policía detiene en una cabaña de Barcelona al autor de la violación y asesinato de un niño de Holanda hace 20 años. Sobrevivía solo en la montaña con plantas comestibles y leña.

Hay que reconocerle el mérito a Jos Brech de llevar 20 años huyendo de la Justicia sin bajar la guardia. Los expertos aseguran que el nivel de tensión tras cometer un crimen suele descender hasta difuminarse a tales extremos que, tarde o temprano, acaban relajándose y cometiendo «errores». No fue el caso de este holandés de 55 años, este «hombre de las cavernas» experto en supervivencia en refugios de montaña durante largas temporadas. Cuando tenía 35 años y era monitor de campamentos cometió uno de los crímenes más atroces que recuerda la sociedad holandesa. La noche del 10 de agosto de 1998 desapareció Nicky Verstappen, un niño de 11 años de Heibloem, un pueblito de la provincia de Limburgo. El chaval estaba de campamento en De Heikop, en la frontera con Alemania, y aquella noche los monitores habían mandado a dormir a los chavales a eso de las 22:00 horas. Al día siguiente, Nicky no estaba. Le buscaron sin éxito entre todos, llamaron a la Policía y se colocaron carteles para encontrarle. Emplearon todas las herramientas posibles: perros de rastreo y hasta el Ejército holandés trabajó por encontrarle. No tardaron mucho en hacerlo, pero de forma trágica: el cuerpo del niño apareció sin vida en un pinar que solían usar para árboles de Navidad situado a poco más de un kilómetro del campamento. La autopsia reveló que habían abusado sexualmente de él antes de matarle. Ya en aquel momento, Jos fue uno de los principales sospechosos porque, entre otras cosas, había sido acusado de un delito de abusos sexuales en el 85. Fue interrogado varias veces pero los investigadores no lograron reunir suficientes indicios que permitieran incriminarle. Así, Jos siguió libre y, de hecho, continuó trabajando en otros campamentos infantiles. Poco después comenzó a viajar de forma asidua. Desparecía largas temporadas por la montaña, donde se movía como pez en el agua sin necesidad, durante varias semanas, de bajar a ninguna población para abastecerse de nada: era un experto en supervivencia extrema o «scouting». Viajó a Nepal, Pakistán e incluso se dice que llegó a subir al Everest. De forma paralela, como siempre ocurre con este tipo de crímenes a pesar del escepticismo de la sociedad, los agentes encargados del caso siguieron investigando. El crimen de Nicky Vestappen se convirtió en la «espina clavada» para todos los que llegaban a la equivalente en nuestro país a Policía Judicial de Limburgo. Como ocurrió aquí con el caso de Eva Blanco (asesinada en 1997 y cuyo crimen fue resuelto en 2015, aunque con sabor agridulce porque el detenido apareció ahorcado dos meses después en su celda), cada agente que llegaba a la unidad recibía la carpeta del caso para que una mente «fresca», que empezaba de cero y sin contaminar, pudiera arrojar luz a la investigación.

Así, el pasado mes de febrero, los mandos policiales decidieron encarar una investigación de ADN masiva y solicitar voluntarios. Ofrecieron la prueba a unos 15.000 varones de entre 40 y 65 años de la provincia de Limburg. Él no fue uno de los voluntarios y en abril decidió huir. No era extraño que pasara largas temporadas fuera de casa pero, en esta ocasión, algo debió llamar la atención de su familia porque, según explicó ayer una portavoz de la Dirección General de la Policía, denunciaron su desaparición. Y es que Jos había logrado «rehacer» su vida y llegó a estar casado con una mujer que, tras enterarse del crimen (quizás ya era conocedora del mismo desde la óptica de su marido), seguía defendiéndole

Jos estuvo viviendo en los bosques del sur de Francia, donde había construido una cabaña y, por causas que aún se desconocen, fue dando tumbos hacia abajo hasta acabar en las montañas de la comarca del Moyanés, en Barcelona. Su ficha ya estaba en Europol como uno de los fugitivos más buscados, pero nadie le había visto. Y es que no tenía problemas en vivir en la montaña, apartado de la mirada de cualquier vecino indiscreto que pudiera reconocerle, a pesar de que en España se creía a salvo. Las autoridades holandesas le describen como un auténtico «bushcrafter», una persona capar de sobrevivir en el monte. Sí bajó algo, aunque muy poco a Castelltersol, el pueblo de poco más de 2.000 habitantes que pillaba más cerca de su última guarida. Allí aseguran que andaba por el bosque de la Granera y que, ahora que la pequeña localidad se ha llenado de periodistas holandeses, algún vecino sí ha comentado que le suena de verle fumar algún cigarrillo. Pero la mayoría no le habían visto nunca y estaban «totalmente sorprendidos» por la noticia. Gracias a la colaboración policial, se logró estrechar su cerco y finalmente le localizaron en esta zona montañosa catalana. La Policía Nacional llevaba varios días vigilándole. Su arresto no iba a ser fácil. Finalmente, aprovechando un momento a eso de las 15:00 horas del domingo que el criminal salió de su cabaña al bosque para cortar leña, el Grupo de Operativo Especial de Seguridad (GOES) le atrapó. Él no opuso resistencia. Se ponía, por fin, el broche de oro a una investigación que ha traído de cabeza a las autoridades policiales holandesas las últimas dos décadas y, sobre todo, a la familia del pequeño Nicky que ya puede descansar. Los agentes encontraron en su cabaña todo tipo de útiles de supervivencia como instrumentos de pesca, comida deshidratada, pilas, ropa de alta montaña, un manual de plantas silvestres comestibles y leña para varias semanas. Tras pasar a disposición judicial. La jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela ha acordado su ingreso en prisión provisional y será extraditado a Holanda, donde se celebrará el juicio.