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J. M. Serrano: «El pensamiento está huyendo de la Universidad»
J. M. Serrano. Profesor de Filosofía del Derecho. Se adentra en el mundo de un filósofo desconocido para la mayoría: Gómez Dávila. Sus 14.000 escolios (aforismos) podrían convertirse en un tuit diario. «Encajan perfectamente»
Se adentra en el mundo de un filósofo desconocido para la mayoría: Gómez Dávila. Sus 14.000 escolios (aforismos) podrían convertirse en un tuit diario. «Encajan perfectamente»
Su fascinación por el universo de un autor desconocido para muchos, Nicolás Gómez Dávila, admirado por sus coetáneos, pero olvidado por los pensadores actuales, le hizo adentrarse en la vida de este filósofo colombiano que empezó a interesar en Iberoamérica y Europa gracias a las traducciones de estudiosos alemanes a los que cautivaron los pensamientos modernos de un hombre con un elevado estatus social y que reunió una de las bibliotecas más importantes de toda Colombia, con más de 30.000 volúmenes. José Miguel Serrano se acerca a su figura a través de la obra «Democracia y nihilismo. Vida y obra de Nicolás Gómez Dávila» (Editorial Eunsa) y que se presenta hoy en Casa de América.
–¿Por qué la figura de Gómez Dávila ha pasado tan desapercibida? ¿Quién era?
–Un autor que se movía al margen de los círculos intelectuales oficiales y era un escritor atípico. Es un autor latinoamericano que dice cosas que no se esperan de un latinoamericano. Eso no quita que mantuviera amistad con los intelectuales y escritores colombianos más importantes de su época. Fue muy amigo de Álvaro Mutis o de Hernado Téllez.
–¿Se alejó por decisión propia?
–Era un hombre de la oligarquía colombiana, aunque fue educado en Francia. Además de a la actividad comercial de su familia, se dedicó básicamente a reunir una enorme biblioteca en la que invirtió gran parte de su patrimonio, aunque no era bibliófilo. Decía que los libros los compraba para leerlos, pero hizo el cálculo de cuántos deberían leerse en una vida: 10.000 volúmenes.
–Son necesarias muchas horas.
–Sí, ocho horas diarias, y es a lo que se dedicaba.
–¿Por qué le olvidaron?
–El homenaje fue tardío, cuando era muy mayor, aunque es un autor de publicación tardía. Escribe superados los 50 años un género difícil (los escolios, que son como aforismos). El impacto de su obra en Europa tuvo una fuerte influencia en el conservadurismo alemán. Influye también en algunos autores vinculados al nihilismo. En España el artículo más importante en prensa lo firma Savater y en Italia lo introduce Franco Volpi, experto en Nietzsche. Las preocupaciones de Gómez Dávila son muy contemporáneas.
–¿Es difícil que surjan nuevos filósofos?
–Lo que Gómez Dávila prueba es que el pensamiento está huyendo de la Universidad. Rompió con ella en cuanto se volvió muy utilitaria. Yo lo veo cada día. Se ha convertido en una especie de escuela de Formación Profesional. Eso no es la Universidad.
–El año que viene vuelve a cambiar el sistema universitario.
–En España el problema es que como hay tanto paro profesional hay que tener dos grados, un máster, unas prácticas no remuneradas... y mil cosas más para conseguir trabajo. O se rompe esta situación o no consiguen trabajo en su profesión y no mejorará.
–¿Interesa más la ciencia que el pensamiento?
–Sí, es una filosofía nueva, un rasgo cultural. Se busca lo utilitario de la ciencia aplicada más que de la ciencia pura. La mentalidad científica es activa, al conocer transforma. Gómez Dávila es muy escéptico, no tiene afán pedagógico. Cree que el conocimiento sirve para conocer el mundo, para la lucidez. Lo que más ataca es la idea del progreso, que lo científico esté por encima de lo social y de lo moral.
–¿Tendría cuenta de Twitter?
–La banalidad más grande que se puede decir es que si viviera en esta época habría sido un tuitero me irrita mucho. No aspiraba a decir ingeniosidades, aunque él hizo más de 14.000 escolios. Te podrías pasar la vida mandando uno diario porque encajan perfectamente. Pero el tuitero busca la fugacidad, un momento de gloria, y eso no estaba en la cabeza de Gómez Dávila.
–No estaría todo el día dándole a la tecla...
–No. Después de una serena lectura, procedía a escribir. Sus escolios están muy elaborados, fue cambiando palabra por palabra. Dice cosas que a todos se nos han ocurrido, pero utiliza las palabras precisas y justas.
–Él fue muy crítico con la Iglesia católica, ¿qué opinaría de Francisco?
–Es difícil saberlo, pero a él le molestó mucho la ruptura del aspecto formal, como abandonar el latín, la belleza del rito, de la forma... Francisco tiene aspectos plurales.
–En su obra incorpora un término, el de la profesionalización de la Cultura.
–Él entiende que la Cultura es una profesión ociosa, es el trabajo de las personas ociosas que viven bajo la estructura subvencionada. Le repele.
–¿Hoy hay mucho ocioso?
–No, hay muy pocos y no enseñamos eso. Un universitario hasta hace poco tenía una inquietud intelectual: existían médicos muy cultos. El sistema actual lucha contra ello. No hay tiempo para dedicarlo para leer.
–¿Qué opinaría Gómez Dávila de Podemos?
–No son movimientos nuevos, él tiene frases muy sarcásticas contra el comunismo. Vivió la explosión de las FARC y por eso no le sorprendería, porque el radicalismo semitercermundista lo había visto muy pronto. Dice que el comunista es respetable en la lucha, pero se convierte en un burócrata al conseguir el poder, en un burgués más.
–Pablo Iglesias sería de la casta.
–Gómez Dávila cree que siempre gobierna una oligarquía. Él pensaría que lo que se está fraguando es más detestable que lo que existe.
–No les votaría...
–Considera que sólo merece la pena actuar en política para evitar algo o cuando crees que una pequeña parte de lo que anhelas se puede realizar. Es muy escéptico con los países contemporáneos.
–¿No le gustaría la democracia actual?
–Admira las tradiciones liberales, el respeto a la libertad, al pensamiento libre... Es su referente social. Entiende que los gobiernos contemporáneos son demagógicos. Por eso no se implica y rompe con una tradición familiar. Le proponen puestos públicos y nunca sintió la llamada de la vida activa. Para él, la vida superior es la del filósofo.
–¿La política se basa en tópicos?
–La contemporánea, sí. Hay que decirle al pueblo lo que quiere escuchar. El ideal que se persigue es más bajo y rastrero. Buscan una vida sin inquietud intelectual. Por eso, es muy crítico con el ocio de su época. También lo era consigo mismo.
–¿Tenía un punto obsesivo?
–Más bien era un poco peculiar.Un hombre distante, que no tenía afán de manifestar todo lo que sabía. Sólo le conocieron sus más cercanos.
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