Albacete

La inteligencia emocional, clave para mejorar en Educación

Imagen de la clausura del VII Encuentro Internacional de Educación (EducaRed).
Imagen de la clausura del VII Encuentro Internacional de Educación (EducaRed).larazon

Las nuevas tecnologías en clase, la inclusión en las aulas, la educación a distancia y la inteligencia emocional en la escuela fueron los principales asuntos que centraron la clausura del VII Encuentro Internacional de Educación (EducaRed). Organizado por la Fundación Telefónica en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, el evento se cerró ayer tras dos días de intensos debates, mesas redondas y ponencias con el Auditorio Distrito Telefónica de Madrid como escenario. Así, destacadas personalidades del mundo educativo han aportado su visión y sugerencias ante un reto que se mantiene abierto: los desafíos de la educación en el siglo XXI.

Abrieron la jornada Rafael Bisquerra, catedrático de Orientación Psicopedagógica de la Universidad de Barcelona, y Esther García, especialista en educación e inteligencia emocional. Dos expertos que defendieron el papel que desempeñan las emociones en el proceso educativo. «Si queremos motivar a los alumnos, hemos de introducir de alguna forma la emoción. Uno de los problemas a los que buscamos solución es el aburrimiento en las aulas», aseguró Bisquerra. Así, el catedrático propone «formar a personas emocionalmente sanas a través de competencias emocionales, lo que requiere una educación planificada, sistemática y con una formación mínima del profesorado». En este sentido, el desarrollo de las emociones estéticas (como la música y la lectura) resulta imprescindible.

De la misma opinión es Esther García, que dirige un posgrado en inteligencia emocional. «Se ha probado su impacto en los estudiantes: mantienen mejores relaciones interpersonales, mejoran su rendimiento y viven con menos ansiedad y estrés. En los profesores, se ha visto cómo sus relaciones interpersonales mejoran y disfrutan más de su trabajo», explicó.

Posteriormente, Alberto J. Cañas, cofundador y director asociado del Institute for Human and Machine Cognition (IHMC) de Florida, y Juan Domingo Farnós, investigador, comunicador y divulgador de Learning and Technologies, repasaron el impacto que tendrán las nuevas tecnologías en el aula. «Existen una gran cantidad de nuevos parámetros que podemos crear y en los que la tecnología nos ayudará», estimó Cañas. Eso sí, «hay que cambiar el modelo para aprovechar la tecnología, no utilizar la tecnología para cambiar el modelo».

Respecto a las nuevas tecnologías, Farnós consideró que «a veces construimos el puente y, después, buscamos el río. Eso es lo que hacemos con la educación en España». No en vano, antes hay otros problemas más profundos que resolver, como el concepto de evaluación: «No sabemos lo que es, ni que metodología usar. Cuando no hablemos de evaluación ni educación, la sociedad estará más integrada, será más exitosa y talentosa». De ahí que no sea muy optimista con la nueva ley de Educación que prepara el Gobierno y que propone «más evaluación y más reválidas». Al hilo de este debate, Jesús Fernández, responsable del Centro Regional de Formación del Profesorado de Castilla-La Mancha, explicó como su institución ha conseguido «digitalizar» a 21.000 docentes en la comunidad.

Los cursos online, a examen

Jordi Adell, profesor del Departamento de Educación de la Universitat Jaume I de Castellón, repasó el impacto de los MOOC (cursos masivos online abiertos) en nuestra sociedad. Y también alertó de sus peligros. «Muchos dijeron que supondrían el fin de cientos de años de tradición universitaria, y que en todo el mundo sólo haría falta una decena de universidades», dijo, si bien, con el tiempo «ha decaído el entusiasmo». En su opinión, el problema de los MOOC es que no personalizan la educación. Así, las empresas que promueven este curso priorizan «el aprendizaje adaptativo por encima del personalizado: cada estudiante es guiado en cada momento en función de su rendimiento. Eliminan la pedagogía y se limitan a patrones de aprendizaje».

¿Cómo se puede promover la inclusión social en las aulas? Esta es la pregunta a la que se enfrentó Ramón Flecha, investigador y catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona. Flecha se centró en su experiencia en el colegio La Paz de Albacete. En 2006, el profesorado se negaba a entrar en el centro si no estaba acompañado de la Policía; además, el absentismo escolar alcanzaba el 50%. Hoy, es un centro modelo que ha pasado de contar con 90 alumnos a 200. ¿El secreto? El aprendizaje interactivo. «De todas las formas de organización en las aulas, es la que da mejores resultados», explico. «Los alumnos están mezclados en diferentes niveles y una persona adulta se encarga de cada grupo. No enseñan: dinamizan el aprendizaje, de igual a igual. Da los mejores resultados en todas las materias y en valores. No se excluye a nadie», añadió. Por ello, el catedrático avisó de que los sistemas educativos tienen que servirse de «evidencias» comprobadas empíricamente, «no de ocurrencias».

Para finalizar el encuentro, Aníbal de la Torre, coordinador TIC en el IES Antonio Gala de Palma del Río; Fátima Sánchez, directora del área de Educación y de Proyectos de la Fundación Botín, y Rafael Bisquerra analizaron las competencias necesarias para el éxito educativo en el siglo XXI. «No sabemos lo que pasará, pero sí lo que ocurre en el presente. En manos de los docentes, los niños ya pueden desarrollar muchísimas capacidades», afirmó Sánchez, cuya fundación promovió el Máster en Educación Emocional de la Universidad de Cantabria. Los resultados de sus estudios son esperanzadores: en tres años, la comprensión emocional del alumnado aumentó un 6% y su ansiedad se redujo un 13%.

Para De la Torre, el problema de las competencias educativas no se puede reducir a «poner una hora más de Matemáticas». «No creo que sea una cuestión de eliminar contenidos, sino de analizar el papel que juegan dichos contenidos», añadió. Pero antes, es necesario eliminar las trabas burocráticas a las que se enfrentan los docentes: «Contamos con 28 indicadores de competencia, que tenemos que cruzar con los criterios de evaluación de las distintas materias... Faltan buenas prácticas que nos permitan resolver las papeletas del día a día», aclaró.