Educación

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La Razón
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La prueba de acceso a la Universidad sólo puede tener un sentido: el educativo. Y la educación o es una ayuda a los estudiantes o es un timo. No hay padres ni alumnos –de hecho no sé de ninguna persona– a los que les guste ser engañados. Conozco alumnos cuya vida es más lograda en una Ingeniería y otros a los que les destroza la vida. Y conozco ingenieros muy eficaces en micro-electrónica y simulación de circuitos, con grandes dificultades a la hora de atender a niños de 0 a 6 años.

Los departamentos de orientación y tutores y profesores, han aconsejado lo mejor a cada estudiante desde Educación Infantil hasta Bachillerato. Han podido ver un médico, aunque sea en forma germinal, o una chica que va a destacar en artes retóricas y comunicación: futura abogada o futura comunicadora. La selectividad no es más que la puerta para encauzar lo que ya se ha mostrado; porque la Educación sucede entre el hombre tal como es, y el hombre tal como podría ser si fuera suficientemente feliz.

La función de las pruebas de acceso a la Universidad debiera confirmar que el alumno sabe lo que es bueno que sepa, y evitar un futuro catastrófico a los futuros profesionales y a la sociedad que va a depender de ellos. Soy consciente de que toda generalización es falsa (también esta que acabo de escribir); pero generalizaré: veo más sentido a una prueba común para toda España. Motivo: ni somos los «Estados Reunidos Geyper» ni (por ahora) las «Comunidades en Taifas del Emirato de Qatar». Es importante que se valore la madurez, aptitud, y actitud, y que se valoren en el razonamiento lógico, en la exposición de ideas, etcétera. E incluso en la fortaleza con que el estudiante responde ante cierta tensión: la famosa «resiliencia». Sin embargo, ignorar la Geografía Insular y Peninsular, o ceñirse a la Historia de los Celtas al margen de los Tartesos, es saber más y más sobre lo menos. Las «taifas» son demasiado minimalistas.

Esos estilos de aprendizaje son cocina «deconstruida» y una mente mal alimentada tiene muy poca potencia para entender. Es más: su potencia se limita a repetir los errores del pasado que desconocen. Recordando ese pasado, me comentaba un Profesor de Matemáticas que, a comienzos del XX, alguna Ingeniería exigía dos cursos iniciales comunes para acceder a la carrera. Ciertamente cabe proponer la sustitución de la selectividad por «las» selectividades de cada Facultad o Ingeniería.

Pero, cada una de esas pruebas exigiría una preparación en «academias» específicas, y más gastos –aducen mis alumnos– de un dinero que no tienen. Como en el chiste: Virgencita ¡que me quede como estoy!

* Profesor Titular de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid