Enfermedades

El hombre que acabó con la difteria en España... hasta ahora

El coronel José Serrano Galnares detectó en 1987 el último caso en un niño. «No estaba vacunado. Su familia venía de Marruecos, pero se contagió aquí. Lo superó»

El doctor no entiende los movimientos antivacunas, «es un crimen social»
El doctor no entiende los movimientos antivacunas, «es un crimen social»larazon

El coronel José Serrano Galnares detectó en 1987 el último caso en un niño. «No estaba vacunado. Su familia venía de Marruecos, pero se contagió aquí. Lo superó»

Responde al teléfono sorprendido. «¿Qué quiere de mi?».¿Es usted el doctor José Serrano Galnares?

– «Sí».

– ¿Trabajó en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid?

– ...«Sí»

– ¿En el año 1987? ¿en el área de Pediatría?

– «Correcto, pero insisto, ¿qué necesita?».

– ¿Trató usted un caso de difteria?

– «Sí, pero no tuvo importancia».

El coronel sanitario Serrano Galnares, alejado del fonendoscopio desde hace 26 años –aunque guarda uno entre sus libros, cerca del medidor de tensión–, recuerda vagamente aquel caso que sólo aparece registrado en el «Anuario Estadístico Militar» del año 87 y que no aporta más datos que hagan referencia al caso concreto. Sólo que se diagnosticó en el Hospital Gómez Ulla que, en aquel momento, pertenecía al Ejército de Tierra. «En aquella época ya se daba por erradicada esta enfermedad». Y es que, «jamás había visto un caso de difteria hasta que llegó aquel niño». No recuerda su edad. «Es difícil saberlo...», pero sí recuerda su origen: «Venía de una familia de militares que habían llegado de Marruecos». «No estaba vacunado. Se contagió en España».

Remarca este último punto al recordar el caso de difteria que ha aparecido en Olot (Gerona) tras 28 años libres de la enfermedad en toda España. «En el 87 podía aparecer algún caso de no vacunación, pero lo de ahora no tiene nombre». Se indigna. «Es un crimen social no vacunar a los niños. No entiendo esta nueva moda de los antivacunas. Dicen que tienen mercurio y es mentira». Repite su indignación mientras busca en su librería un libro de Gregorio Marañón, «es el único que dedicó a su mujer». Busca y lee la definición de difteria. «No era fácil de detectarla, pero está claro que el principal síntoma es el de la amigdalitis. Así lo debió ver el pediatra que ha detectado la enfermedad al niño de seis años de Olot». Como recuerda el coronel en la reserva, «se forman unas falsas membranas en la garganta. Las produce la bacteria responsable de la difteria». Pero el diagnóstico llegó rápido cuando José vio unas placas blanquecinas. «Brotan láminas blancas y el pequeño empieza a hablar ronco. Lo que antes se llamaba ‘‘garrotilla’’».

Para el niño que lleva más de una semana ingresado en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y que «permanece estable dentro de la gravedad» se ha tenido que recurrir a la diplomacia internacional, ya que Rusia es el país más cercano que contaba con el suero con la antitoxina que combate la enfermedad. «En aquel momento teníamos reservas en España y también contábamos con sulfamidas, fármacos previos a los antibióticos», recuerda. A pesar de sus 86 años mantiene frescos cada uno de los datos médicos.

«El niño salió adelante–recuerda–, pero por su estado tuve que crear el primer equipo de urgencias pediátricas». El menor tenía que estar vigilado las 24 horas del día y, por ello, «seleccioné a siete médicos para que me ayudaran».

Dentro del Hospital Gómez Ulla al que hoy también acceden los vecinos del barrio de Carabanchel y en el que personal no militar también pasa consulta, nadie recuerda el caso de este menor. Ni el coronel Antonio Fé, actual jefe del área de Infecciosas del centro ni su predecesor el coronel José María Pastor: «No pasó por nuestro servicio, eso seguro porque si no lo recordaría», aclara el segundo al otro lado del teléfono. Hace varios años que, como Serrano Galnares, ha pasado a la reserva. «Si ocurrió debió ser en el área de Pediatría», elucubra. Efectivamente.

«Padecer difteria no es como tener ébola, un virus con el que ahora parece que estamos muy familiarizados. No se necesita una habitación de presión negativa, con una buena mascarilla es suficiente», aclara el coronel Fé. Con estas mismas premisas fue como actuó el coronel Serrano, hace 28 años, aunque él no fue tan precavido. «Le traté sin mascarilla ni nada. No lo creía necesario». Gracias a sus cuidados y a los de los doctores que montaron guardia en su habitación «superó la enfermedad sin problemas», pero puntualiza: «Las personas que no están inmunizadas, que nos se han puesto la vacuna, aunque superen la enfermedad pueden volver a padecerla». Retoma su indignación contra los grupos en contra de la vacunación: «Entiendo que pueda haber personas rebeldes, que se crean que las vacunas son malas, pero que existan mal llamados médicos que les digan a los padres que no inmunicen a sus hijos no tiene nombre».

En medio de la conversación aparece su vena comunicadora: «¿Sabe de dónde viene el nombre de vacuna?». Negamos con la cabeza. «Fue el médico inglés Jenner el que la elaboró. Descubrió que las mujeres que ordeñaban leche de vacas con viruela no contraían la enfermedad y decidió inocularle esta leche a un bebé». Sufrió los síntomas varios días, pero al inyectarle virus de viruela humana no apareció ningún problema para su salud. «De ahí que vacuna provenga de la palabra ‘‘vaca’’». Este tipo de conocimientos son los que el doctor Serrano, como le conocen los oyentes de «Radio María» comenta cada martes en su programa «El médico en casa». «Me dejan escoger el tema del que hablo cada día y, creo que el próximo martes hablaré de la vacunación». Sabe lo importante que es para los medios de comunicación vivir pegados a la noticia, a la actualidad. «Después de quince años nadie quiere sustituirme porque tienen miedo a las preguntas de los oyentes». Se ríe. «No sabes qué cosas me dicen a veces». Por eso no hay quien le aparte del micrófono tras 15 años «hablando y escuchando. Creo que llevo en antena más de 700 horas», dice orgulloso.

Aunque su paso por el Gómez Ulla fue discreto. «No estuve mucho años», aún se le ponen los ojos vidriosos cuando recuerda alguno de los casos que pasaron por su consulta: «Sobre todo trataba casos de anginas, bronquitis o catarros, pero también llegaban niños con cáncer. Era el peor momento. Ver como un niño llegaba con un tumor óseo convertido en metástasis y que se muera en tus brazos es muy duro». Pero también recuerda otros momentos de su paso por este centro que le dan muchas más alegrías: «Durante un tiempo fui director del hospital y tuve que coordinar un trasplante de hígado –una operación muy compleja en los inicios de los años ochenta–. El hígado estaba en Sevilla –rememora– y tenía que conseguir que llegara a tiempo. Cuando logré que llegara todos mis compañeros vinieron a preguntarme cómo lo había conseguido. Fue un triunfo». Él lo tiene claro: «Insistencia».

Dar con este coronel retirado no es sencillo. «Renuncié a mi segundo apellido para que nadie me buscase como profesional. Al jubilarme tenía que renunciar a mi oficio». Y eso él no quería hacerlo. ¿Cómo son los médicos de hoy? Sonríe y tarda en responder: «Están bien formados. ¿Cómo detectaría el pediatra de Olot la difteria?». Pregunta en el aire.