San Francisco
El juez descarta que el monje shaolín sufra un trastorno mental
Juan Carlos Aguilar, el falso 'maestro shaolín' supuesto asesino de Jenny Sofía Rebollo y Maureen Ada Otuya, se podría enfrentar a la pena máxima de 40 años de prisión por la comisión de dos asesinatos con alevosía y ensañamiento.
Ni estaba loco ni los asesinatos se cometieron al azar. El titular del Juzgado de Instrucción número tres de Bilbao no ha considerado que Juan Carlos Aguilar padeciera un trastorno psiquiátrico, por lo que ayer decretó prisión provisional en lugar de ingreso hospitalario. El fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, manifestó a LA RAZÓN que, tras la declaración de ayer, era el momento procesal de considerar si concurría alguna circunstancia de brote psiquiátrico o enajenación mental, pero el juez no lo estimó así. Calpasoro entiende que hubo planificación, al elegir a víctimas especialmente vulnerables, prostitutas sin apoyo familiar, y explica que, jurídicamente, al supuesto monje shaolín se le imputarían dos asesinatos, agravados con alevosía y ensañamiento, con penas de prisión de 25 años cada uno.
Así, el fiscal pidió la prisión provisional, al entender que no concurrían circunstancias de brotes paranoicos o esquizofrenia, y considerarle plenamente imputable. Según explicó el fiscal superior, Juan Carlos Aguilar estuvo «confuso» en su declaración ante la Ertzaintza, pero no alterado, ni enajenado. Al tratarse de un caso de asesinato, será juzgado por un jurado.
La joven nigeriana Mauren Ada Ortuya, fallecida ayer en el hospital de Basurto a consecuencia de las torturas a las que fue sometida por el falso monje shaolín, compraba habitualmente en una tienda latina del número quince de la calle Iturriza, ubicada a unos pasos del domicilio de su agresor, en el número cinco de la misma calle. La encargada de esa tienda explicó ayer a este diario que la chica hacía la calle en San Francisco, una perpendicular a Iturriza, por lo que no es descartable que víctima y agresor hubieran coincidido antes del día en el que la llevó a la fuerza al gimnasio de la calle de Máximo Aguirre. Mauren Ada Ortuya no tenía familia en Bilbao y, en Nigeria, sus padres todavía no saben nada de lo ocurrido, según un grupo de jóvenes africanas que estuvo ayer en el hospital de Basurto y que aseguraron que coincidían con ella en la iglesia evangélica a la que solía acudir. Curiosamente, tampoco Jenny Sofía Rebollo, la prostituta colombiana asesinada en primer lugar por el falso monje shaolín, tenía familia en Bilbao y no se presentó en ningún momento denuncia por su desaparición, extremo apuntado ayer por el fiscal superior del País Vasco, Juan Calpasoro.
«Xuang» podría haber elegido a sus víctimas después de tratarlas y considerar que tal vez desaparecieran sin que nadie las reclamara. Ésa es la hipótesis más probable, al menos en el caso de Mauren Ada Ortuya, puesto que Juan Carlos Aguilar podría haber llevado sin ninguna violencia a cualquier prostituta a su gimnasio de la calle Máximo Aguirre de Bilbao, una calle céntrica que no produciría, a priori, ningún temor a una mujer que hace la calle, tal como una de ellas explicó ayer a LA RAZÓN. Sin embargo, al menos dos llamadas recibidas por la Ertzaintza denunciaron que la joven nigeriana fue obligada por el falso monje shaolín a entrar al local. Juan Carlos Aguilar no era, pues, un cliente desconocido, con el que se hubiera ido voluntariamente.
Yenni, la víctima que huyó de Colombia para superar la muerte de su hijo de 7 años
Esta colombiana de 40 años estudió peluquería y estética en su país natal. Al llegar a Bilbao hizo un curso de perfeccionamiento en una academia, que le llevó a conseguir un trabajo. Ahora, cuentan algunos allegados que estaba pasando una mala racha y ejercía la prostitución, algo que niega la Asociación de Colombiano en el País Vasco, que defiende que el assesino se puso en contacto con ella por su labor como esteticista a domicilio. Lo cierto es que Yenni Sofía Rebollo, cuyos restos fueron encontrados en el gimnasio de Juan Carlos Aguilar, llegó a España con el deseo de comenzar de cero. El 18 de noviembre de 2000 su hijo de 7 años perdía la vida tras un atropello. La separación de su esposo terminó por hundirla. Pocos meses después decidió emigrar: «Siempre decía que no quería volver a pasar por el sitio donde murió su hijo, por eso marchó», explica Vera, la hermana de Yenni, que confiaba en verla de por primera vez desde su marcha a finales de 2013.
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