Accidente de tren en Santiago
El milagro de José Javier
Uno de los heridos en el accidente sale del coma un mes después y se recupera en el Clínico de Valladolid
VALLADOLID–José Javier sobrevivió al accidente. Es uno de los cuatro hijos de Ángel Sanz y Belén González, una familia del Barrio de la Rondilla, de Valladolid. Su vida dio un giro radical el pasado 24 de julio. Este vallisoletano de 42 años, empleado de la Junta de Castilla y León, era uno de los pasajeros del Alvia que descarriló en la curva de Androis, a apenas unos miles de metros de Santiago de Compostela.
«Iba a El Ferrol», cuenta su madre, quien recuerda emocionada y agradecida la labor que llevaron a cabo los vecinos de la zona, que se echaron literalmente a las vías para sacar a todos de allí. «Hemos conocido a varios y les hemos dado las gracias, porque por ellos mi hijo está hoy vivo. Debió ser todo muy rápido y él fue uno de los primeros en llegar al hospital», explica. Hace apenas unos días abría los ojos después de casi 20 días en coma para alegría de su familia y sus numerosos amigos.
«Los médicos lo ponían todo muy mal. Muy mal», enfatiza Ángel. El momento en el que su hijo recobró la consciencia, estaba acompañado de su mujer y «fue único». Ocurrió el pasado día 12. «Nos entró un nervio, una ilusión», recuerda Belén. «Los doctores aseguraban que tarde o temprano despertaría, pero no veíamos llegar ese momento».
El Hospital Clínico de Santiago fue prácticamente su casa en las cuatro semanas que estuvieron allí, hasta que José Javier fue trasladado al Río Hortega de Valladolid, esta misma semana, donde ha sido tratado de un problema bucal, como consecuencia del fuerte impacto que recibió, que le provocó un severo traumatismo en la cabeza.
Ayer mismo accedía al otro centro hospitalario público de la ciudad del Pisuerga, el Clínico Universitario. «Aquí se encuentran los mejores neurólogos y neurocirujanos», asegura confiada Belén, arropada por su inseparable marido y varios familiares, entre los que se encuentra el hermano menor del herido, Abel, de 29 años, que cada vez que entraba en la habitación del hospital -el que fuera- no dejaba de emocionarse. «Ha sido realmente duro», confiesa. Ahora lo van superando, a pesar de que no saben cuándo recibirá el alta médica. De momento, sigue intubado, con ventilación asistida, y charla todo lo que puede, o lo que le permiten las máquinas. Descansa y come bien. «Nos pregunta que qué hay para comer», ironiza Ángel Sanz. Incluso se ha interesado ya por su baja laboral. «Le hemos dicho que se despreocupe de eso. Lo importante es que se ponga bien», remarca su padre, emocionado.
Durante casi un mes, Ángel y Belén han sido -si cabe- más uña y carne que de costumbre. Sólo tienen palabras de agradecimiento para la gente que les atendió en la capital de Galicia y, ahora en Valladolid, aseguran que, «pese al momento tan duro que hemos pasado, hemos estado muy a gusto, nos organizamos bien y pudimos alargar las jornadas, siempre que lo necesitamos», expone Belén.
Sobre las polémicas políticas postreras a la tragedia, prefieren no opinar. «Para eso están otros, pero si son incapaces de entenderse entre ellos, qué vamos a decir nosotros», lamentan.
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