Cambios climáticos
El nivel del mar aumentará 10 veces más rápido de lo que lo hizo en el siglo XX
Los científicos estiman que en 2100 el nivel del mar habrá subido unos 84 cm
En 2100 el nivel del mar habrá subido unos 84 cm. De reducirse las emisiones, este aumento podría limitarse en unos 43 cm, según el último informe del IPCC. Los científicos estiman que los glaciares perderán más de un tercio de su masa con emisiones altas
Los cambios en el clima entrañan modificaciones en los océanos, el hielo y la nieve de magnitudes desoladoras, a tenor del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que ayer se presentó en Mónaco. Así, si no se frenan urgentemente las emisiones el nivel del mar aumentará más de 10 veces más rápido de lo que hizo en el siglo XX. Hasta la fecha, el nivel del mar ha subido 16 cm. Pero de contar con elevadas emisiones, el aumento seguirá acelerándose. Los científicos estiman que en 2100 el aumento será de 15 mm al año, es decir, más de cuatro veces más rápido que en la actualidad, que sube a un ritmo de 3,6 mm al año, estos datos denotan que el nivel del mar subirá más de 10 veces más veloz que en el siglo pasado, cuando aumentaba 1,4 mm por año. De este modo, en 2100 el nivel del mar habrá subido unos 84 cm. Una proyección que es mucho más desoladora que en el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, ya que se espera que la capa de hielo antártico se derrita más rápido de lo que se pensaba entonces. Una subida del nivel del mar que podría limitarse en unos 43 cm, es decir, reducirse prácticamente a la mitad, si se logran reducir las emisiones. Las consecuencias del extremo aumento del nivel del mar haría que fuera probable que algunos países insulares se volviesen inhabitables.
Una subida acelerada por el deshielo de territorios helados y por el retroceso de glaciares y casquetes polares. Así, según el “Informe Especial sobre los océanos y la criosfera (las partes congeladas del planeta) en un clima cambiante”, las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida se están derritiendo, liberando más de 400.000 millones de toneladas de agua al año. Además, la superficie del Ártico cubierta por la nieve cada verano se está reduciendo en un 13,4% por década (entre 1967 y 2018), con una pérdida total de 2,5 millones de km2. El hielo del mar Ártico podría desaparecer por completo durante algunos veranos si el calentamiento alcanza los 2º.
El estudio arroja otras conclusiones desoladoras. Así, si Venezuela perdió ayer el último glaciar que le quedaba, lo cierto es que no será el único país. Según este estudio, los glaciares perderán más de un tercio de su masa en promedio con altas emisiones, esta pérdida se reduciría a la mitad si disminuimos las emisiones. De lo contrario, los glaciares que hoy «sobreviven» no lo harán por mucho tiempo. Así, el informe concluye que algunas cadenas montañosas podrían perder más del 80% de sus glaciares para el año 2100 y muchos glaciares desaparecerán por completo. En otros casos, eso sí, la pérdida es ya inevitable al haber sobrepasado ya el punto de “no retorno”. Este desastre reduciría el suministro de agua para las personas que dependen de ellos, así como su calidad, con implicaciones en sectores como la agricultura, el turismo o la generación de energía.
“Cada una de estas zonas y regiones responden de manera diferente al calentamiento de acuerdo con su contexto y condiciones físicas y socio-económicas locales, por lo tanto los impactos de estas pérdidas son diferentes. Sin embargo, lo que todos tienen en común es que con las reducciones de emisiones podemos esperar que la adaptación sea más efectiva y reducir los riesgos asociados son estos impactos”, explica a LA RAZÓN la científica Carolina Adler, una de las autoras del texto.
La descongelación del permafrost y el derretimiento de la nieve y el hielo podrían causar un calentamiento adicional, acelerando aún más el cambio climático al reducirse la reflectividad de la Tierra. Pero incluso si el aumento de la temperatura se quedara por debajo de esos dos grados, el permafrost, la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares, perdería el 25 % de su superficie más externa. Pero en un escenario menos favorable, ese porcentaje podría elevarse al 70 %.
Otro de los grandes afectados será la vida marina, que seguirá disminuyendo por el calentamiento de los océanos, cuya acidificación podría aumentar un 150%. De producirse, hasta el 80% del océano superior perderá oxígeno a mediados de siglo y la masa total de animales en los océanos podría disminuir un 15%, reduciéndose por tanto el potencial máximo de captura hasta en un 24% para finales de siglo si no se recortan las emisiones. Los corales corren un riesgo especial. Entre el 84 y el 90% de todas las olas de calor marinas son ahora atribuibles al cambio climático. Y en el futuro casi todos los corales de aguas cálidas sufrirán perdidas significativas y extinciones locales, incluso con reducciones rápidas de la emisiones que permitan limitar el calentamiento a 1,5º.
A todo ello hay que sumar que los cambios en el océano están haciendo ya que el clima sea más extremo y esto se incrementará por la inacción. Así, no solo las mareas tormentosas tendrán consecuencias peores, sino que los efectos del Niño y La Niña serán más extremos. Y no solo, los científicos estiman que la Circulación de Vuelco Meridional del Atlántico, un sistema de corrientes oceánicas que desempeñan un papel vital en la redistribución del calor alrededor del planeta moderando el clima global, se debilite a lo largo de este siglo, lo que desatará el potencial de las tormentas en el norte de Europa, reduciendo las lluvias en el Sahel y el sur de Asia, y aumentado el nivel del mar en el noreste de Norteamérica.
Lo dicho, un futuro desolador de no hacer algo ya para evitarlo. El IPCC recuerda que 670 millones de personas viven en regiones de alta montaña, 680 millones en zonas costeras de baja altitud, cuatro millones de forma permanente en la región ártica y 65 millones en pequeñas islas, además de distintas especies de animales que podrían verse abocadas a la extinción. Ahora bien, “todavía existe la oportunidad de reducir el riesgo de grandes impactos y lograr que la adaptación sea más efectiva mediante la reducción de emisiones”, concluye Adler.
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