Ciencias humanas
El primer viaje de nuestros ancestros
Encuentran restos de las migraciones humanas más antiguas desde África a Arabia: nuestros abuelos salieron del continente por un corredor que les recordaba a su hogar original y lo hicieron mucho antes de lo que se creía. Los últimos datos se refieren a un nuevo yacimiento.
Encuentran restos de las migraciones humanas más antiguas desde África a Arabia: nuestros abuelos salieron del continente por un corredor que les recordaba a su hogar original y lo hicieron mucho antes de lo que se creía. Los últimos datos se refieren a un nuevo yacimiento.
Todos venimos del continente africano. En aquel continente fue donde aparecieron hace cerca de tres millones de años los primeros representantes del genero Homo –el paraguas que engloba la gran diversidad de especies a las que hoy en día llamamos humanas y de las que, en la actualidad, solo quedamos nosotros como únicos representantes–. Una de aquellas especies, el Homo sapiens, emergió hace 300.000 años y se expandió desde su cuna africana al resto del planeta viajando, probablemente, hacia los territorios de oriente medio. Pero, ¿cómo lo hizo? Dependiendo del tiempo en el que se realizara aquel viaje primigenio, las condiciones del periplo habrían sido muy diferentes.
Un estudio publicado ayer por científicos del Instituto Max Planck de Historia Humana en la revista «Nature Ecology and Evolution» sugiere que las primeras dispersiones de los seres humanos fuera del continente africano fueron muy anteriores a lo que hasta ahora se pensaba. Y, de hecho, la realidad es que se produjeron en un momento histórico en el que las condiciones de la ecología propiciaron la migración, sin necesidad de que se produjeran especializaciones o adaptaciones demasiado exigentes entre los individuos migrantes.
El estudio se basa en el hallazgo de herramientas de piedra y marcas de corte en fósiles animales localizados en el yacimiento de Ti´s al Ghadah (en lo que actualmente es Arabia Saudí) que arrojan pruebas concluyentes de la presencia de homininos al menos 100.000 años antes de lo que se había datado hasta ahora. Lo más curioso del descubrimiento es que los análisis de isótopos de la fauna fósil asociada demuestran un dominio de la vegetación propia de terrenos verdes y praderas con niveles de aridez muy similares a los que se dan en la sabana del este de África, la misma de la que proceden los ancestros viajeros del hombre. Dicho de otro modo, el hábitat en el que se encontraron aquellos primeros migrantes en su primer destino fuera de casa fue muy similar al de su hogar natal.
Este dato es de vital importancia para entender cómo se produjo la expansión de los homininos lejos del continente africano. Para que uno de estos viajes tenga lugar, pueden suceder dos escenarios. Por un lado, bien podría haberse producido una necesidad imperiosa de desplazamiento, una búsqueda crítica de nuevos lares donde expandir la especie. En ese supuesto, los individuos más adaptados tienen más posibilidades de sobrevivir en entornos difíciles. Si la dispersión se produce en un momento histórico en el que el terreno ocupado es un desierto inhóspito (como lo es en estos momentos buena parte de los territorios de Oriente Medio) la adaptación es clave.
Por otro lado, en un segundo escenario, la migración se podría producir como una consecuencia más de la expansión natural de la especie. Los individuos viajarían sin problemas entre terrenos y hábitats de características similares, por lo que la adaptación al medio no resultaría, al final, de tanta importancia.
Los trabajos que ahora se han presentado podrían avalar esta teoría. Los abuelos de nuestra especie salieron de África por un corredor que les recordaba a su hogar original y lo hicieron mucho antes de lo que se creía hasta ahora.
Es cierto que desde hace tiempo se conoce la capacidad impresionante de los ancestros de Homo sapiens para adaptarse a entornos hostiles. A lo largo de milenios de evolución hemos habitado desiertos y bosques tropicales, ambientes de alta montaña y estepas, zonas templadas y polares.
Por el contrario, otras especies de homínido han demostrado menor capacidad de adaptación. Antes que los sapiens, otros Homo más antiguos salieron de África. Hace dos millones de años el Homo erectus recorrió el corredor levantino para ocupar el este de Asía hasta la actual China. Más tarde (quizás hace unos 500.000 años) Homo heilderbergensis se expandió por Europa y probablemente fue el origen de especies nativas europeas como neandertales y denisovanos.
Pero muchas de estas especies han demostrado una parca capacidad de adaptación a ambientes extremos. Las migraciones de los neandertales, por ejemplo, parecen estar asociadas al uso de suelos de pradera y de bosque alrededor de lagos o ríos lo que limita su expansión.
Para comprender mejor esta relación entre migraciones y adaptabilidad es necesario demostrar cuán capaces fueron nuestros ancestros de adentrarse en terrenos a priori inhóspitos. En este sentido, los estudios paleontológicos en tierras áridas tienen una importancia capital. Los nuevos datos ahora presentados se refieren a uno de los yacimientos más importantes de la península Arábiga y de hecho suponen la única colección datada del Pleistoceno medio en esta parte del mundo. Incluye animales como elefantes, jaguares y aves junto a herramientas de piedra fabricadas por humanos.
Precisamente son estas herramientas las que otorgan especial valor a este descubrimiento. Se trata de piezas de piedra que fueron utilizadas para descarnar huesos lo que confirma que junto a aquellos animales viajaban seres humanos hace entre 300.000 y 500.000 años. Eso convierte a los restos de Ti´s al Ghadah en la primera evidencia de presencia humana en la Península Arábiga lo que confirma que ya por aquel entones nuestros ancestros exploraban terrenos verdes en busca de animales de los que alimentarse.
Es evidente que aquellos viajeros primitivos tenían ya ciertas capacidades culturales desarrolladas que les permitían seguir a los animales, encontrar un refugio y fabricar herramientas para conseguir la extracción de alimento. Pero quizás no necesitaron de grandes adaptaciones físicas para ello porque, en realidad, no cambiaron de hábitat sustancialmente. No se especializaron para sobrevivir en un entorno árido con una flora y una fauna muy diferentes. Siguieron viviendo como vivían pero ampliando su radio de acción.
En realidad, el viaje fuera de África de aquellos humanos no fue muy diferente del que experimentaron otros mamíferos que rastrearon lares lejanos en busca de hábitats más cómodos. De hecho, no se descarta que quizás los animales y los humanos se ayudaron mutuamente en su dispersión.
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