Cristianismo
El transexual al que recibió el Papa: «Francisco me ha salvado la vida, estoy en paz»
En plena polémica por el autobús de Hazte Oír, Diego Neria relata a LA RAZÓN que Bergoglio «me tranquilizó mucho, está abriendo ventanas en la Iglesia para todos».
En plena polémica por el autobús de Hazte Oír, Diego Neria relata a LA RAZÓN que Bergoglio «me tranquilizó mucho, está abriendo ventanas en la Iglesia para todos».
Diego Neria prefiere no prestar mucha atención a la polémica campaña de Hazte Oír que durante los últimos días ha centrado el foco de atención mediático. «Es absurda, genera un morbo que no entiendo, lo que hay que hacer es proteger y educar a los niños independientemente de lo que tengan debajo de los pantalones... Hay que intentar que cualquier menor se sienta aceptado».
Neria, placentino de 50 años y funcionario, fue el primer transexual en ser recibido por un Papa después de que le remitiera una carta que no le dejó indiferente. Francisco le llamó por teléfono para invitarle al Vaticano personalmente y Neria le confundió con el operador de una compañía telefónica. Después constató con estupefacción que era el mismo Papa el que se encontraba al otro lado del teléfono.
El encuentro de Francisco y Diego, que acudió acompañado de su pareja Macarena, ocurrió en 2015 y su visita fue parte de una novela autobiográfica que, con el título «El despiste de Dios», pretende transmitir la idea de que un transexual «es una persona normal». «El Papa ha sido muy claro sobre los homosexuales, al decir que no es quién para juzgar a nadie, y también sobre los transexuales. Hace unos meses le preguntaron sobre mi caso y habló con total naturalidad sobre él porque si hay algo que he podido comprobar es que al Papa lo que le importa es el bienestar individual de una persona, no el sexo... Jesús no abandona nunca a un transexual», tiene como frase de cabecera.
El encuentro con Francisco marcó un antes y un después para Diego. «Me ha salvado la vida espiritualmente, ahora estoy en paz, tranquilicé mi espíritu y veo que Francisco está abriendo ventanas para todo el mundo: madres solteras, divorciados... Y también para los transexuales, pero hay que ser pacientes porque las cosas en la Iglesia van despacio, las transformaciones no se llevan a cabo de la noche a la mañana».
Independientemente de la cirugía de reasignación de sexo a la que se sometió en 2007, Diego ha sufrido durante años rechazo, incluso dentro de la Iglesia, por su transexualidad. «Soy católico, apostólico y romano, pero desde que hablé con Francisco ya no me siento rechazado por la Iglesia que yo quiero; sólo el milagro de verme sentado frente al Papa durante hora y media ya supuso un cambio en el modo de abordar las cosas a partir de ese momento. Sus palabras me hicieron caer en la cuenta de que cuando alguien te rechaza el problema está en la cabeza del otro, no en el tuyo. Y si hay quien no me acepta, pues me voy con otro que sí lo haga. Sólo pido que no me machaquen por mi sexo», añade. Diego dice que lleva una vida «absolutamente normal», como la de otros muchos transexuales, con un trabajo y con una familia porque «hasta ahora esta condición se asociaba a sexo, drogas y espectáculo».
Cuando se conoció su historia le llovieron cientos de cartas y peticiones de ayuda de gente que se encontraba en una situación similar o que tenía hijos en las mismas circunstancias que él relataba.
Aunque no es activista de ninguna asociación LGTB, no rechaza prestar ayuda a todo aquel que se la solicita.
Ahora tiene un proyecto entre manos pendiente de aprobación por la Junta de Extremadura: «El respeto es tendencia», lleva por título la propuesta. Su idea es poner en marcha reuniones con niños y adolescentes para explicarles qué es la transexualidad y exponer los motivos por los que esta condición genera tanto odio, polémica y agresividad», cuenta esperanzado.
En su libro comienza ya dando las respuestas que después contará a estos jóvenes: «Nacemos sin libro de instrucciones. A la manera de un sexador de pollos, nos clasifican en función de nuestros genitales: vulva o pene, mujer u hombre. No hay espacio para nada más. Nadie nos pregunta qué somos, cómo nos sentimos, qué queremos», explica en «El despiste de Dios».
Diego necesitaba averiguar cómo hacer compatible su transexualidad y su condición de profundo creyente. «Yo no quería resignación cristiana, como pedían en la catequesis, yo quería reasignación. Yo quería operarme. Yo quería unas manos rudas de herrero, lucir la barba de T.J. de “Los Hombres de Harrelson”, tener la mirada pícara de marinero recién llegado a puerto. Yo quería llamarme Diego en mi documentación, yo quería respeto. En realidad, yo quería querer y que me quisieran, como todos», asegura en otro pasaje de su primer libro.
Hace sólo dos meses Diego regresó al colegio de monjas donde estudió. «Esta vez la deuda era conmigo mismo, necesitaba enfrentarme a todo y sin ningún tipo de rencor (...) Hace cuarenta años salí de allí por la puerta de atrás, expulsado sin saber muy bien qué querían decir con “motivos morales”. Hoy he vuelto convertido en un hombre capacitado para vivir, luchar y hacer feliz a los míos, como cualquiera... Al salir he comprobado que mi mochila pesaba mucho menos».
Diego también tiene una opinión muy clara sobre la campaña que se ha hecho en el País Vasco con el lema : «Hay niñas con pene y niños con vulva». «Lo que realmente creo que hay son niños y niñas que lo que tienen o dejan de tener pertenece a su estricta intimidad, no considero necesario tener que dar este tipo de explicaciones a nadie... Debemos trabajara para que se conozca y se respete a cualquier ser humano sin necesidad de detallar cuestiones que no importan más que a uno mismo y los suyos.. No veo que los heterosexuales vayan dando las medidas de sus zonas íntimas. Somos iguales, si es lo que queremos».
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