Marta Robles
En abril aguas mil
Cada vez que empeora el clima desde el punto de vista del ocio (que ya se sabe que no suele coincidir con las necesidades de la Santa Madre Tierra) siempre hay alguno que suelta aquello de «jamás vi nada parecido en esta época». La realidad es que nuestra memoria debe ser muy frágil, porque si atendemos al refranero, que suele tener respuestas para casi todo, lo que de pronto nos asombra, no sólo ha ocurrido con anterioridad, sino que muchas veces, se repite cada año. Por ejemplo, lo de las reiteradas lluvias, que parece que olvidamos a voluntad ,y que se recoge en el archiconocido «en abril aguas mil». ¿Qué nos habíamos acostumbrado a las altas temperaturas y a sacar a pasear los escotes? Pues tendremos que refrenar nuestras ansias porque, pese a lo agradable del sol de unos días, ahora, tras el viento de marzo, lo que toca son las lluvias de abril, si queremos ver las flores de mayo («marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso»). Y cuando en ese mayo que está por llegar, se agiten los verdaderos colores de la primavera y aparezca el maravilloso espejismo del verano, deberemos volver a contenernos y pensar que aún estamos en la estación de los amores de vaivén («la primavera la sangre altera»), de las astenias primaverales («tiempo de flores tiempo de flojera») y sobre todo de los catarros, y acordarnos de aquel otro sabio dicho de: «hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo». Sin querer contradecir a los que todo lo achacan al cambio climático, diré que, según el refranero, muchas de las cosas que le suceden al tiempo, ya ocurrieron el año pasado.
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