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Muerte del Papa

Francisco, un Pontífice que ganaba en las distancias cortas

Testimonio de un encuentro personal con Francisco durante una audiencia privada

De izquierda a derecha, Nicolás Sangrador, José María Navalpotro, el Papa Francisco, Paula Martín y Paloma Alonso Vatican media

El 5 de enero de 2024 Francisco recibía en audiencia privada a cuatro periodistas españoles: el equipo de la revista «Mundo Cristiano», que en 2023 celebró su 60 aniversario.

La revista, dedicada a la información sobre cuestiones de actualidad que puedan interesar a cualquier familia, estuvo representada por su director, José María Navalpotro, y tres miembros de la redacción, Paula Martín, Paloma Alonso y yo mismo.

Cada cual acudió a la cita con sentimientos e ideas propias, más o menos preconcebidas, pero creo que ninguno era realmente consciente de lo que iba a suponer un encuentro directo, personal y cara a cara con el vicario de Cristo en la tierra.

No se puede negar que el Pontífice poseía un carisma característico, que se vio desde el primer momento en los gestos y en las formas en que se dirigió a la Curia y a los fieles. Recuerdo especialmente ese primer paseo en el papamóvil por la Plaza de San Pedro y su gesto –tan cercano y humano como chocante en todo un Papa– al reconocer a alguien entre la multitud. Este don de gentes, de querer a todos de manera auténtica, vengan de donde vengan, me parece un buen testimonio de lo que significa ser cristiano.

Personalmente, mi encuentro con el Papa tenía un objetivo claro: pedirle oraciones por mi familia. Le llevaba una foto familiar para que se hiciera una idea. También varios dibujos de mis hijos y un rotulador, con la esperanza de que, además de bendecirnos, pudiera firmar la foto.

[[H2:«Esta es su casa»]]

La llegada al palacio pontificio fue de lo más normal. Tras dar nuestros nombres en la puerta indicada, un trabajador nos pidió que le acompañáramos. En ningún momento se nos pidió abrir bolsos o mochilas, no pasamos por arcos ni detectores ni se tomaron medidas de seguridad extremas. Al preguntar sobre esta situación, la respuesta fue tan sorprendente como sincera: «¿Por qué habría que tomar medidas de seguridad? Ustedes son los invitados y esta es su casa». Nos quedamos sin palabras, y nos dimos cuenta de que el tono cercano y paternal de Francisco había calado hasta el fondo.

Las semanas previas a la audiencia el Papa estuvo convaleciente de una rodilla, con el cansancio que ello conlleva. Monseñor Luis Rodrigo, el prelado de antecámara que nos acompañó hasta la Biblioteca Pontificia, nos advirtió de su estado de salud. «No le atosiguen mucho», nos recomendó con cariño. Aunque como jesuita tiene un sentido del deber profundo, que no deja sus responsabilidades aun estando impedido, no se puede negar que es un octogenario. Así lo hicimos. Estuvimos con él no más de media hora, aunque pareció apenas un minuto. Uno a uno fuimos saludándole.

[[H2:«Y el séptimo, ¿para cuándo?»]]

Cuando llegó mi turno me quedé en blanco. Viendo la fotografía en mi mano, Francisco me preguntó por ella. Le expuse mi petición: «Santo Padre, esta es mi familia. Rece por nosotros». El Papa observó con detenimiento y dijo: «Qué lindo, ¿cuántos son?». «Esta es mi mujer y tenemos seis hijos», dije. «Y el séptimo, ¿para cuándo?», fue su respuesta, que arrancó una sonrisa de ambos. «¿Querés que los bendiga?», concluyó sin que hiciera falta respuesta.

La distensión se apoderó de mí, y también de él. Como si nos conociéramos de toda la vida, hablamos unos minutos más. Nos animó a continuar trabajando en favor de la verdad y de la buena información, tan necesaria en estos tiempos de posverdad. Agradeciendo los presentes que le llevamos, el Papa nos regaló unos rosarios y unos libros en los que se recogen todas sus alocuciones durante los meses de la pandemia.

Había que terminar la reunión, y salimos de la estancia junto a monseñor Rodrigo, que nos acompañó al exterior. Durante el trayecto, una sonrisa se dibujó en su cara: «Muchísimas gracias. Objetivo cumplido, hacía semanas que no veía a Santo Padre tan cómodo», nos dijo. Con estas palabras nos despedimos. Volvimos a nuestra realidad, con espíritu renovado y con un amor hacia Francisco desconocido hasta el momento.