Policía
«Ha matado a mi bebé»
«Me arrancó al niño de los brazos, lo levantó por encima de su cabeza y lo estrelló contra el suelo», explicó la madre al juez
Siempre con el brazo levantado, la palma abierta y el insulto en la boca. “¡Zorra, te he dicho mil veces que tienes prohibido salir a la calle! ¡Eres una puta! ¡Guarra!”, le gritaba al tiempo que con una mano la sujetaba del cuello y con la otra le cruzaba la cara una y otra vez. Las peticiones de clemencia de María (nombre ficticio) y sus llantos no le aplacaban. Sólo la soltaba cuando se cansaba de pegarle. La escena, repetida en un bucle sin fin, se convirtió en normal. El “machote” se llama Hicham Bouras, tiene 35 años y DNI español, pero su origen es magrebí.
A principios de mayo, el matrimonio tuvo un niño. Para María, de 29 años, la llegada del pequeño supuso una enorme ilusión y felicidad. “Se le notaba otra cara. Sonreía más, estaba más alegre y se desvivía por su hijo”, cuenta una vecina de Nijar, Almería, donde residía la pareja, aunque la testigo prefiere esconder su nombre por miedo a represalias. “A María le gustaba sentar al pequeño en el carrito y sacarlo a dar un paseo, a que le diera el sol y el aire. Así lo dormía. Hicham se enteró y se enfadó muchísimo porque le tenía dicho que jamás saliese de casa. Tanto que le arrancó las ruedas al carrito de bebé y se las llevó para impedirle echarse a pasear”, apunta horrorizada. A pesar del pánico, María no se resistía a quedarse en casa. Se lo echaba en brazos y, a escondidas, salía con él a dar una vuelta.
Las palizas por la tendencia de María a vivir en libertad se sucedían y aunque ella trató de esconderlas, su madre se acabó percatando. “Hija, un día te va a matar. Está loco. Vente conmigo y con mi nieto y vámonos a vivir a Suiza. Deja a este maltratador y huyamos”, le propuso un día la abuela del pequeño. A ella, acostumbrada a la tiranía de su esposo, le costó tomar una decisión, pero quizá por dar una mejor vida a su hijo recién nacido, un día le plantó cara y le anunció que se iba. Ocurrió el día 24 de junio, sobre la 13:30. “Se lo dije mientras le estaba dando el pecho al bebé -de apenas 45 días-. Él se puso hecho una furia. Chillaba y me insultaba. Decía que yo no iba a ninguna parte, que era suya, que le pertenecía. Le pedí que bajase la voz que el bebé se estaba durmiendo. “¡Me importa una mierda!”, gritó. Entonces, élme arrancó al niño de los brazos, lo levantó por encima de su cabeza y lo estrelló contra el suelo”, le explicó María al juez. Ocurrió de forma tan sorpresiva que la mujer no tuvo tiempo de reaccionar. Hicham lo recogió, lo levantó otra vez hacia el techo y lo volvió a arrojar con todas sus fuerzas contra el pavimento. María, aterrada, se abalanzó sobre su bebé para protegerlo e impedir que su marido repitiese la acción por tercera vez. Él sonrió satisfecho y , según los testigos, salió de la casa con una tranquilidad pasmosa. Como si nada hubiese ocurrido. Se montó en su coche y desapareció. Mientras, María acunaba a su bebé y se lastimaba en voz alta: “¡Me ha matado a mi bebé! ¡Me lo ha asesinado!”.
Los vecinos que habían escuchado los gritos, los golpes y los posteriores lamentos de María, acudieron a socorrerla. La escena que se encontraron era dantesca. El pequeño estaba muerto, con el cráneo partido. Avisaron al 112 pero nada pudieron hacer los médicos por salvar su vida.
El grupo de homicidios de la Guardia Civil de Almería temió que Hicham pudiese huir a Marruecos y pidió a los medios de comunicación que publicasen la foto del asesino para impedir su huida por un medio convencional. La iniciativa dio resultado porque el esposo de María había comprado un billete de barco para salir de España y esconderse en su tierra natal. Varios agentes se apostaron en el embarcadero, pero Hicham no apareció, quizá porque una vez publicado su rostro cualquiera podía identificarle.
Se escondió como las ratas, en un agujero y pidió ayuda a sus amigos delincuentes. Hachim se movía en el ambiente de las drogas. Había sido detenido en varias ocasiones e incluso había sido condenado por un delito contra la salud pública. A esos colegas fue precisamente a los que recurrió. Pactó con ellos que le entregarían una embarcación rápida de 5 metros de eslora y 115 caballos de potencia, de esas que se usan para cruzar el estrecho con alijos. Su intención era escapar a toda velocidad, pero, la Guardia Civil se enteró de su plan y lo desbarató. Justo cuando dos compinches estaban dejando varada la lancha en una cala, los detectaron. Ellos lograron huir, pero la Benemérita decomisó la embarcación. Finalmente, una semana después del asesinato, los investigadores lo localizaron en una barriada degradada, de esas donde las fuerzas del orden no son bien recibidas. El juez, tras tomarle declaración, lo ha mandado a la cárcel de El Acebuche, en Almería, acusado de un delito de asesinato y otro de malos tratos habituales. Allí no encontrará a ninguna mujer a la que pegar.
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