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Los asesinos de Pioz se vieron sorprendidos al ocultar los cuerpos de la familia brasileña
Tras matar a la familia brasileña habrían emprendido la huida ante la presencia de potenciales testigos en la zona.
Tras matar a la familia brasileña habrían emprendido la huida ante la presencia de potenciales testigos en la zona.
Los asesinos del matrimonio brasileño formado por Marcos Campo Nogueira y Janaína Santos Américo y de sus dos hijos, de cuatro y un año de edad, pretendían hacer desaparecer los cadáveres y para ello los habían metido en bolsas de plástico, según una de las hipótesis con la que trabajan los investigadores de la Guardia Civil.
Existe un precedente en España, en 1989, cuando sicarios del cartel de Medellin asesinaron a cuatro miembros de una familia alemana, Richard Schmitd, su compañera Beate Werner, y las hijas de ambos, Alexandra y Bianca, de ocho y seis años, y enterraron los cadáveres en hormigón. El suceso ocurrió en la casa que la familia tenía en el valle de Beminussa (Ibiza) y se debió a un ajuste de cuentas.
Una de las hipótesis (existen otras) con la que se trabaja ahora con el crimen de Pioz es que, una vez asesinados, Marcos y Janaína, fueron descuartizados para poder meterlos en bolsas que, por su tamaño, no llamaran la atención. De esta forma, se podían guardar en el maletero de un coche para su traslado.
Por razones que se desconocen –quizá alguien pasó por el lugar y podía identificar el coche o coches utilizados; la zona escogida para el enterramiento no estaba solitaria; se había advertido la presencia de algún control policial de los que habitualmente se establecen con motivo del nivel 4 de alerta antiterrorista, etcétera–, los autores del crimen dejaron su siniestro «trabajo» a medio hacer y abandonaron el lugar con tiempo suficiente para salir de España, si ésa era su intención.
La Guardia Civil, como ha ocurrido con la desaparición de Diana Quer, se halla ante un nuevo caso complejo de resolver. Se trata de ir poniendo encima de una mesa todas las piezas de un puzle, las pistas que se van obteniendo, y tratar de obtener una figura, un perfil, adivinar el móvil del crimen...
Para ello, es necesario reconstruir la vida del matrimonio en los últimos años, tanto en Brasil como en España, a donde llegaron, al parecer, en 2013, aunque algunas fuentes apuntan que pudo ser antes, aunque fuera temporalmente.
La actividad como trabajador de hostelería de Marcos Campo no parece causa suficiente, por más que hubiera podido desobedecer las órdenes de individuos de la delincuencia, como para que alguien cometa un crimen tan atroz. Por ello, en las sospechas aparece en seguida el mundo del narcotráfico, sin que en este momento haya ninguna evidencia que lo vincule al matrimonio.
Los sicarios de los «cárteles» de la droga no actúan con medias tintas, como ocurrió en 1989 en Ibiza con la familia alemana, y son capaces de cualquier cosa con tal de seguir las órdenes de sus «capos». De cumplirse dicha hipótesis, toda esta sucesión de hechos, faltaría un factor importante: la «publicidad» de la muerte de los que desobedecieron para que sirva de ejemplo a los que tengan la tentación de seguir por el mismo camino. Sin embargo, en el mundo del delito las noticias corren rápido sin que las tengan que publicar los medios de comunicación. Además, cabe la posibilidad de que los asesinos tomaran alguna imagen para presentarla ante sus jefes.
Otro de los motivos del descuartizamiento de los cadáveres, además de reducirlos para su transporte en bolsas de plástico, sería ocultar posibles sesiones de tortura que se suelen dar en estos casos, cuando los capos del narcotráfico quieren tener todos los datos de quién o quienes les han traicionado o donde se encuentra el dinero o las drogas.
Con las modernas técnicas de investigación criminal, los especialistas de la Guardia Civil podrán determinar si se ha producido este supuesto o si los asesinos han dejado algún rastro de ADN, extremo muy raro dada la «profesionalidad» de estos sujetos. Además, en la casa no aparecieron, que haya trascendido, los utensilios con los que se cometieron los crímenes.
El asesinato de los niños hace pensar que alguno de los individuos a los que el matrimonio franqueó la entrada del chalet –no estaban forzadas ni puertas ni ventanas– era conocido de la familia o, lo que sería más terrible: que los pequeños fueron utilizados como elementos de presión ante los padres para tratar de que les facilitaran algún dato.
«Janaína no quería ir a España»
Las familias de Marcos Campos y Janaína Santos no encuentran ninguna explicación a lo sucedido. «Ésto sólo puede ser obra de un psicópata», dice por teléfono a LA RAZÓN Wilmma, tía de Janaína. «Pedimos justicia y que la Policía española atrape a los responsables», añade. Niegan que tuvieran, o que hubieran tenido, ningún tipo de problema legal o financiero. «Que nosotros sepamos, no. Eran una familia feliz, volcada en la crianza de sus hijos. ¿Problemas económicos? Los corrientes que puede tener cualquier hogar con dos niños». Tampoco tenían antecedentes penales en nuestro país.
Marcos y Janaína se casaron en 2013. Poco después, tuvieron a su primera hija. Previamente, su noviazgo fue interrumpido por una ruptura. Sin embargo, se reencontraron y Janaína quedó embarazada de su niña. Después de contraer matrimonio, se fueron a vivir a España, donde llevaban unos tres años. Llegaron a Guadalajara procedentes de Torrejón de Ardoz, pero, como afirma Wilmma, también habían residido en Valladolid. Janaína se encargaba del cuidado de los niños, mientras que Marcos había trabajado como camarero. En los últimos tiempos, Marcos se había centrado en su familia, sobre todo a raíz del nacimiento de su segundo hijo, de un año.
«Janaína no quería irse a vivir a España. No quería separarse de su familia. Pero Marcos ya había vivido tiempo atrás allí y tenía ganas de ir», relata Wilmma. Su padre también era reacio a que se fuera de Brasil, pero, tras conocer a Marcos, dio su bendición.
Su familia hablaba con ella todos los días. Sin embargo, el pasado 17 de agosto ya no pudieron contactar. Las noticias que llegaron desde España sobre el hallazgo de cuatro cadáveres en un chalet de Pioz, en Guadalajara, pertenecientes a una familia brasileña alertaron a Eduardo Braulio, cuñado de Janaína, que se puso en contacto con el Consulado General de Brasil. Finalmente, les confirmaron las identidades.
«Eran felices. Y cuando hablamos con ellos no parecían preocupados. Lo tenían todo bajo control. No guardaban secretos», asegura Wilmma. En su perfil de Facebook, Janaína compartía numerosas fotos familiares. En la última de ellas, tomada en junio, mostraba a su hijo pequeño.
Un hermano de Marcos, Valfran Campos, aseguró ayer a la televisión brasileña Globo que es «absurdo» insinuar que la pareja podía tener algún tipo de relación con el narcotráfico. Una conclusión que, a falta de confirmación, se deriva de las primeras hipótesis de las autoridades, que hablan de un «ajuste de cuentas».
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