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Jugando a ser Noé

Jugando a ser Noé
Jugando a ser Noélarazon

La muerte de un hombre desvela la situación insalubre en la que vivía. Su patología le llevó a acumular 60 gatos

Muebles, maletas, cestas, peluches y muñecas se agolpaban bajo gruesas capas de polvo salpicadas de huellas de animal. El edificio no era precisamente pequeño, pero sus dos plantas y su patio no eran tan grandes como para albergar a los sesenta gatos que allí tenía confinados M., el propietario del inmueble. El hombre, residente en la pequeña localidad cacereña de Acehúche, convivía con los animales bajo unas condiciones sanitarias sumamente precarias. Fue el mes pasado, tras haber sido encontrado sin vida, cuando todo el pueblo conoció lo que escondía en el interior de la vivienda. «Siempre salía de casa con buen aspecto. Era sociable. Podrías imaginarte que tuviera tres o cuatro gatos en casa, pero nadie pensaba que fueran tantos», comenta un vecino. Durante largo tiempo, M. vivió dos realidades distintas al mismo tiempo. Una, como un acehucheño más, un hombre soltero de cincuenta y tantos. La otra, de puertas adentro, como una persona con una obsesión por los animales.

Lo que M. sufría tiene nombre. Al margen de un posible síndrome de Diógenes, padecía síndrome de Noé. Ambas psicopatologías suelen identificarse, pero en vez de acumular utensilios sin la intención de darles utilidad, el objeto de deseo de los que confunden su hogar con el arca del diluvio bíblico son los seres vivos. «La sintomatología entre los dos síndromes es muy similar, sólo quieren acumular y, en el caso del de Noé, para ellos sus animales son las cosas más preciadas que tienen, son su tesoro. El paciente no tiene sensación de acumulación ni se preocupa por la situación que puede generar en los inquilinos. Su vida diaria puede verse muy afectada y llevar al aislamiento social», explica Vicente Alcántara, psicólogo sanitario.

Hay casos en los que la alteración hace que se acumulen animales de distintas especies, pero éste no es el caso de M. Él cumplía con la tónica habitual del síndrome de Noé. Y es que los gatos, por la independencia de su comportamiento, son los más propensos a ser acumulados. Puesto que no compartía su afición, se engloba entre aquéllos que, lejos de adquirir fama de buenos cuidadores, busca para ampliar su colección.

«Es un síndrome complejo que puede llegar a sufrir un 2% de la población. Hay pocas investigaciones y los datos empíricos son escasos. No encuentras enfermos que quieran colaborar y los casos que hay son difíciles de investigar», comenta Alcántara para justificar el relativo desconocimiento que existe la enfermedad. Algunas teorías sostienen que puede aparecer en aquellas personas que crecieron en familias desestructuradas o que desde pequeños se acostumbraron a tener varios animales, pero todo son conjeturas que escapan de la rigurosidad científica. Y de la misma forma que el estudio del síndrome de Noé se complica, su cura se convierte en una tarea igual de ardua. «El tratamiento es muy complejo y de larga duración, puede durar de por vida. Requiere una intervención multidisciplinar tanto desde el ámbito psicológico como farmacológico. A nivel cognitivo, la terapia trabaja los pensamientos sobre acumulación, pero no suele tener éxito porque los pacientes, al negar su problema, no acuden a consulta y terminan abandonando la terapia. Los servicios sociales intervienen en la mayoría de los casos, pero los afectados tampoco aceptan esta ayuda. Se tiene que judicializar el caso para conseguir una orden del juez que permita acceder y limpiar la casa», detalla.

Han sido los herederos de la casa los que han contratado a una empresa de limpieza para desinfectar el edificio, según fuentes del Ayuntamiento de Acehúche. La encrucijada en la que se han visto involuntariamente envueltos los animales ha producido una amplia movilización de organizaciones y particulares para garantizarles un futuro. Desde la Asociación Cacereña para la Protección y Defensa de los Animales, Juana García reconoce que «los familiares directos no estaban dispuestos a hacerse cargo de los animales» y que fue una socia de la protectora, Elena Sánchez, también presidenta de Adopta Plasencia, la que dio la voz de alarma cuando los gatos ya llevaban unos días sin nadie que los atendiera.

Las organizaciones Adopta Plasencia y Cristicats se están ocupando de sacar los últimos felinos que quedan en la casa y buscarles un nuevo hogar a los que ya están fuera. Ahora están en cuarentena tras el proceso de testado y vacunación, pero cuando todo acabe, algunos serán repartidos en casas de acogida o adoptados por particulares. Otros aún esperan olvidar el caos y el hacinamiento y vivir como los animales de compañía que nunca llegaron a ser.