Buenos Aires
La genética, pieza fundamental en el tratamiento del dolor crónico
El dolor que se extiende en el tiempo más allá de seis meses deja de ser un síntoma para pasar a ser una patología.
El estudio genético cumple hoy un papel preponderante para definir cómo las personas percibiremos y responderemos a cualquier tipo de dolor crónico, una enfermedad que afecta a un 30 % de la población mundial según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El dolor que se extiende en el tiempo más allá de seis meses deja de ser un síntoma para pasar a ser una patología, cuyo origen y tratamiento han debatido durante esta semana en Buenos Aires más de 6.000 profesionales de todo el mundo.
"El dolor se transmite, y efectivamente hoy se sabe la importancia que tiene el impacto genético en su percepción", explicó a Efe el neurocirujano Fabián Piedimonte, presidente del Comité Local de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP por sus siglas en inglés).
"Hoy la genética tiene un papel preponderante para definir cómo un individuo va a percibir el dolor, si va a tener una mayor o menor sensibilidad", añadió.
Según Piedimonte, el tratamiento del dolor en forma individual o aislada es algo que se ha hecho desde siempre, pero su valoración como enfermedad es algo "muy reciente"por lo que no existen suficientes profesionales de la salud especializados es ese área.
"Precisamente uno de los objetivos del congreso ha sido entrenar y alertar a los médicos para que estén capacitados para tratar a quienes la padecen", señaló el neurocirujano.
El porcentaje de personas afectadas por algún tipo de dolor crónico asciende al 50 % entre los mayores de 65 años, mientras que entre los mayores de 80 alcanza al 85 % de la población.
"Y el estilo de vida tiene sin duda mucho que ver", asegura Piedimonte, quien destaca los dolores de la columna como unos de los más frecuentes.
Después de los lumbares, aparecen en segunda posición los padecimientos osteoarticulares (artrosis) y después las neuropatías, originadas por una alteración en la comunicación nerviosa, por ejemplo en las fibromialgias.
"Y ese dolor crónico tiene un efecto devastador sobre la personalidad de quien lo sufre", subraya el médico. Depresión, ansiedad o falta de sueño, son algunas de las consecuencias de un dolor constante que, según Piedimonte, "se puede y debe combatir".
"Hay infinidad de tratamientos que pueden prevenirlo y combatirlo que van desde la administración de analgésicos en distintas escalas a la técnica más novedosa: la neuromodulación, que consiste en implantar un dispositivo que actúa como bloqueador de aquello que produce el dolor", explica.
Existen otros métodos como los derivados de la morfina, "que dándoles un uso adecuado también ayudan", las infiltraciones o las terapias químicas.
"Y lo deseable sería decir que muchas de estas terapias podrían hacer desaparecer el dolor crónico, y no es el caso, pero sí lo pueden paliar", aseguró el neurocirujano. A pesar de todo, según la OMS, sólo el 10 % de las personas que padecen dolor acceden a un tratamiento adecuado, ya sea por baja prescripción del médico, por bajo suministro de las enfermeras, o porque el paciente no expresó el dolor.
Por eso, Piedimonte remarca la necesidad de capacitar a especialistas en el área y de ofrecer a los enfermos no solo un tratamiento dirigido a los físico sino también a nivel psicológico.
"Está claro que el cerebro juega un papel importante en la sensibilidad al dolor, y un ejemplo de ello son los deportistas, que pueden realizar esfuerzos bajo altos niveles de adrenalina", afirma.
Junto al neurocirujano, médicos clínicos, psicólogos o kinesiólogos, entre otros profesionales, se han dado cita en el Congreso Mundial de Dolor que, por primera vez en 15 ediciones, se celebró fuera de Europa y Estados Unidos.
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