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La procesión de Santa Marta vivida desde un ataúd
Quien se haya acercado hasta Santa Marta de Ribarteme y por casualidad ignorara la tradición de esta pequeña localidad de Pontevedra se habrá llevado un susto de muerte, nunca mejor dicho.
Quien se haya acercado hasta Santa Marta de Ribarteme y por casualidad ignorara la tradición de esta pequeña localidad de As Neves (Pontevedra) se habrá llevado un susto de muerte, nunca mejor dicho.
Y es que ver desfilar féretros con personas vivas, aunque amortajadas, en medio de una multitud silenciosa mientras doblan las campanas no invita a pensar que se tata de una fiesta, precisamente. Aunque lo es.
Aquellos que han visto de cerca a la muerte se prestan a ser portados en ataúdes para agradecer la intercesión de Santa Marta, hermana de Lázaro, protectora de los desahuciados.
Grande tiene que ser la devoción a la santa para combatir la claustrofobia de permanecer en una caja de madera durante más de una hora y bajo un sol de justicia, como suele hacer en esta época del año, y hoy no ha sido una excepción.
Esta vez han sido tres penitentes, un hombre y dos mujeres, mientras que un cuarto féretro ha desfilado vacío, el de una mujer en silla de ruedas, cuya nieta ha procesionado como ofrecida.
Porteadores y familiares se encargan del avituallamiento, principalmente líquidos, durante el recorrido desde la iglesia de Santa Marta hasta el cementerio y vuelta al punto de partida.
El sonido de las campanas, acompasadas con las bombas de palenque y un cántico repetitivo, "Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte", dan mayor solemnidad a la comitiva.
Algunos de sus integrantes visten una especie de mortaja hecha de tul y portan un bastón y una vela, que bien traen de casa o la adquieren en los múltiples puestos con cirios de todos los tamaños y exvotos instalados en los alrededores de la parroquia, que hoy se ha vuelto a quedar pequeña.
Multitud de fieles se han acercado hasta la imagen de Santa Marta y han hecho cola para presentarle sus respetos, tocarla o frotarle una estampita.
La de Santa Marta de Ribarteme no es la única celebración religiosa de Galicia donde la muerte, o más bien la resurrección, es la protagonista.
En A Pobra do Caramiñal, en la provincia de A Coruña, los fieles que han hecho sus promesas cargan sus propios féretros en la procesión de las mortajas, en el marco de las fiestas del Nazareno, en septiembre.
Sea como fuere, esta pequeña localidad de As Neves ha atraído la atención de publicaciones internacionales como National Geographic, uno de cuyos colaboradores se subió a un féretro el año pasado durante la elaboración de un reportaje sobre esta fiesta, considerada por The Guardian como una de las más raras del mundo.
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