Sí a la vida

La responsabilidad médica de proteger al indefenso

La Razón
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Las cuarenta semanas que transcurren desde la concepción hasta el nacimiento del ser humano han sido objeto de estudio desde antiguo. Un documento hindú datado en 1416 a.C. ya describía cómo «por la conjugación de sangre y semen el embrión obtiene su existencia (...) y después del coito, se torna en un Kalada», un embrión de un día de edad. Los primeros estudios embriológicos fueron realizados por Hipócrates en el siglo V a.C. Un siglo más tarde, Aristóteles redactó el primer tratado de embriología. En el Renacimiento resurgió el estudio del desarrollo ontogénico, particularmente en la figura de Leonardo da Vinci, quien describió de manera admirablemente exacta el crecimiento fetal humano.

Desde entonces, nuestro conocimiento de lo que sucede en el seno materno ha aumentado exponencialmente. Ahora buscamos el porqué de las malformaciones congénitas e intentamos aplicar estos conocimientos de embriología en la práctica obstétrica. Hace tiempo que conocemos cómo ciertas alteraciones del desarrollo pueden prevenirse con medidas tan simples como suplementar con yodo o ácido fólico la alimentación materna, o evitando los efectos teratogénicos de muchos medicamentos. El obstetra debe preocuparse al menos de dos pacientes en cada consulta: la madre y su descendencia.

Por otro lado, tras el increíble desarrollo de las técnicas de imagen en la segunda mitad del siglo pasado, ha evolucionado enormemente la disciplina del diagnóstico prenatal. Gracias a éste, hemos disminuido la mortalidad anteparto por alteraciones que amenazan directamente la vida del feto dentro del útero, como la insuficiencia placentaria. Además, el estudio pormenorizado de otras anomalías durante el periodo gestacional, como las cardiopatías complejas, permite planificar el parto en centros de tercer nivel donde todo esté preparado para el tratamiento postnatal. El abordaje de estos problemas es a menudo multidisciplinar, y otros especialistas como radiólogos, cardiólogos, neonatólogos o cirujanos pediátricos intervienen cada vez más en el manejo prenatal de las alteraciones del desarrollo fetal.

Hoy buscamos predecir el riesgo asociado a un embarazo desde el primer trimestre. Ya en la ecografía de la semana duodécima podemos detectar problemas en madre e hijo, algunos de los cuales son susceptibles de tratamiento intraútero, tanto médico como quirúrgico. Del diagnóstico prenatal ha surgido la terapia fetal intrauterina. La cirugía fetal es ahora una realidad en al menos una decena de maternidades españolas, con resultados muy consolidados en patologías como el síndrome de transfusión gemelo-gemelo, la hernia diafragmática o incluso algunos defectos del cierre del tubo neural. En suma, si bien es cierto que no todo se puede tratar dentro del útero materno –ni mucho menos–, cada vez son más las anomalías candidatas a ello.

No obstante, una gran limitación del diagnóstico prenatal es aún el elevado número de falsos positivos y las consecuencias atroces que éstos generan en nuestro entorno. No es tan infrecuente encontrarnos con niños diagnosticados en el embarazo de patologías incompatibles con la vida que, sorprendentemente, tienen un pronóstico de vida al nacer muy diferente y una calidad de vida más que aceptable. En estos últimos días en que se discute lo que es una postura «realmente progresista» ante el problema del aborto, algunos defienden el derecho al mismo en los supuestos de malformaciones fetales insistiendo en que no se puede obligar a una familia a pasar por el sufrimiento de tratamientos largos y aun de resultado incierto. Pero ¿cómo podemos negar esta asistencia, este derecho a una terapia, en suma, el derecho a la vida, si aun muchas veces siquiera somos capaces de predecir con exactitud la magnitud de la alteración que diagnosticamos?

Todo esto que aún seguimos aprendiendo hace que debamos proteger a estos pequeños pacientes nuestros desde que son cigotos hasta el momento del parto. Todavía más, no sólo médico y progenitores deben velar por la salud fetal, sino que es responsabilidad global de la sociedad la protección del indefenso nasciturus aun desde antes de su concepción.