Sociedad
Ladridos para alejar el fantasma de las drogas
Perros terapeutas ayudan a adictos en su lucha por rehabilitarse
Hay caminos que uno agradece recorrer acompañado. Sobre todo esos que requieren altas dosis de esfuerzo, dolor, frustración y soledad. Recaer, confundir los pasos o terminar volviendo una y otra vez a la casilla de salida es una sensación que conocen bien las personas que han intentado dejar atrás sus adicciones para caminar, al fin, por senderos menos enfangados y más luminosos. Ésa también es la historia de María S.U., una mujer de 66 años adicta al alcohol desde su juventud y usuaria de las terapias con perros promovidas por el Instituto de Adicciones de Madrid Salud y el equipo de psicólogas y perros terapeutas de CuranDOG.
Se trata de un proyecto innovador, impulsado por el Ayuntamiento, en el que los perros se convierten al mismo tiempo en tutores y compañeros de las personas adictas, principalmente al alcohol, la heroína y la cocaína. Por su parte, ellos están encargados de entrenar a los perros y lograr que les obedezcan cuando se lo ordenen. «Tenemos dos perritas, Lía y Nala, que participan en estas terapias. Son un labrador y un golden. Genéticamente siempre se ha considerado que estas razas son facilitadoras», cuenta Laura de Nicolás López, psicóloga y una de las socias fundadoras de CuranDOG.
El trabajo se realiza en grupos pequeños, de un máximo de seis personas, «para que el contacto pueda ser lo más personalizado posible». A través de las distintas actividades, se persigue que «trabajen la autoestima, el control de impulsos y la gestión de la frustración», asegura de Nicolás. Al principio, tenían miedo, «no sabían qué iban a conseguir», pero acabaron muy contentos. «Para ellos ha sido genial, han hecho cosas por sí mismos, han logrado expresar sus emociones y han trabajado mucho la cohesión de grupo. El contacto con los perros les hacía estar más relajados, se expresaban más. Además, se ha comprobado que los perros disminuyen la presión arterial de los seres humanos y que detectan su estado de ánimo», asegura.
La primera edición de este programa ha durado seis meses, desde octubre hasta abril. Acabó hace unos días. La buena acogida y los excelentes resultados han hecho que ya se esté comenzando a trabajar en una segunda edición, prevista para el próximo otoño. Las sesiones se han realizado en varios Centros de Atención a Drogodependientes (CAD) y estaban dirigidas a personas en tratamiento, previamente seleccionadas atendiendo a sus necesidades y a su historia personal. En total han sido doce los elegidos. La media de edad ha estado entre los 35 y los 50 años y la mayor parte tenía problemas de alcoholismo.
«Se nos ocurrió impulsar este tipo de terapias aquí porque habíamos visto que estaba funcionando muy bien con los pacientes de enfermedades mentales y creíamos que un animal podía ayudar mucho a trabajar la afectividad y la autoestima de las personas que intentan dejar las drogas», asegura Isabel Mesías, jefa del servicio de asistencia del Instituto de Adicciones de Madrid Salud. «Queremos continuar con este proyecto porque la experiencia ha sido muy positiva», añade.
María S. U. también describe esta terapia como algo positivo y creador. Ella ya había intentado dejar su adicción al alcohol hace varios años, aunque sin éxito. «Ahora voy a hacer siete meses sin consumir alcohol. El taller me ha servido para controlar mis impulsos, vencer mi timidez y trabajar mi paciencia». El taller le ha dado fuerzas y le traído a la memoria a su perro, ya fallecido. «Yo antes tenía un perro en casa. Con esto me han entrado ganas de volver a tener uno, lo que pasa es que todavía me acuerdo mucho de él».
Al principio, María tenía que ayudar a los perros a realizar determinados ejercicios, como sentarse y quedarse quietos o meter aros en un cono. «Aprendíamos primero y luego les enseñábamos a obedecer nuestras órdenes. Las dos perritas eran muy cariñosas y las monitoras nos ayudaban mucho. Te das cuenta de cómo los perros te obedecen, te ayudan a ser más humilde, a manejar mejor las emociones, a expresarte. Y te sientes muy recompensada».
Los temores eran uno de los muros que más le costaba derribar a María. Sin embargo, ahora se siente más capaz de enfrentarlos. «Esto me ha quitado muchos miedos, ha sido una experiencia muy bonita. Me dio mucha pena que acabara... Nunca imaginé que iba a conseguir tanto».
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