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Málaga

Las consecuencias del trastorno límite de personalidad

Antonio Fernández, acusado de matar a un niño de tres años en Málaga
Antonio Fernández, acusado de matar a un niño de tres años en Málagalarazon

Alejandro, menor de tres años, aparecía muerto por ahogamiento en una balsa en Málaga. La angustia por su desaparición duró muy poco hasta descubrir la realidad. Antonio, pareja de su madre, había ido a recogerlo a la guardería y, transcurridas apenas dos horas, pone la denuncia cuando sabía perfectamente el niño había muerto antes. Y, la verdad, dudo mucho de que una persona con minusvalía psíquica trace un plan maquiavélico estilo Bretón afirmando que acompañó al niño en un centro comercial, coartada destruida cuando la Guardia Civil revisa las cámaras y sólo se refleja la silueta de sí mismo, sin nadie a su lado. Se asusta, cambia sus afirmaciones y quizás ésa sea su debilidad mental: no ser capaz de sostener un plan y, al final, descubrir el lugar exacto donde está ubicado el cuerpo sin vida del menor. Esta premeditación de un plan motivado por celos de alguien representaba una vida anterior de su pareja con la que mentalmente, y de forma contínua, competía, como demuestran los mensajes de móvil enviados al padre de Alejandro, en los que hablaba de la desatención de su madre con respecto a la alimentación, aseo y cuidado del niño. Sin olvidar sus numerosas tentativas de suicidio, apremiándole a que se quedase con su hijo incluso yendo él de testigo. Esta infravalorización, desprecio, acaso mentiras, distan mucho de una relación normal de pareja basada en la confianza,el respeto y el amor.

Celos de un niño, miedo a que alguien le eligiese y le abandonase por ese motivo, repitiéndose el hecho de que, cuando era niño, lo abandonaron los padres y se quedó al cuidado de su tía materna... Todo se revive en la mente, magnificándose y abriendo unas heridas que nunca cerraron. Quizás sea un plan pensado hace tiempo y este desprestigio de la pareja sea un intento de culpabilizarla en caso de una posible desaparición y muerte. Mi experiencia me dice que nos hayamos ante transtorno límite de personalidad, o lo que llamamos TLP. Es decir, una neurosis profundísima en el límite de la psicosis pero sin llegar a serlo, con un transfondo de desestructuración familiar y vivencias traumáticas en la infancia, una destrucción existencial con cuestiones como que ambos padres pueden desentenderse si le dieron la vida y una fobia o medio social sin que haya apoyo fuera de la red familiar, una nula comunicación emocional en la infancia y la adolescencia que se arrastra a la adultez.

Se siente ignorado, castigado, minimizado, lo mismo que sintió por su pareja al existir un niño inocente que «molestaba». Suelen ser personas ciclotímicas y hay algo que les domina: la impulsividad. Este transtorno TLP o borderline se rige por una gran inestabilidad emocional, un pensamiento dicotómico, unas relaciones interpersonales caóticas. Los mensajes en esta rara pareja, cuyo conocimiento fue a través de redes sociales, no son sinónimo de amor, sino de celos, desconfianza, exigencias... Y uno se pregunta cómo un menor puede quedar a cargo de una persona inmadura y problemática, sin intentar culpabilizar a nadie, y menos a una madre rota de dolor por la pérdida de su pequeño. Queda demostrada la importancia de un tratamiento psiquiátrico y terapéutico desde edades tempranas, sumado a un clima familiar afectivo y del entorno para que, metafóricamente, este volcán que es la mente no vaya acumulando más lava y explote, dañándose no sólo a si mismo sino a los demás. Y menos a una persona inocente que no tiene la culpa de hallarse en ese lugar. Y en medio de una madre y una relación.