Premios Alfonso Ussía
Las tres sílabas más bellas de nuestro idioma: España
Distinguidas autoridades, civiles, militares, eclesiásticas y periodísticas. A todos los presentes. A mi familia y mis amigos. Celebramos y concedemos los Premios Alfonso Ussía de La RAZÓN en su octava edición. Antes de todo, quiero agradecer al jurado de los premios y al equipo del periódico que han hecho posible que se mantengan su estructura y realización. Todavía no he perdonado, ocho años más tarde, al muñidor y creador de estos premios que llevan mi nombre, Mauricio Casals, que ha conseguido que un alto porcentaje de la profesión periodística me aborrezca como consecuencia de la envidia. En el acto de la primera edición, hace ocho años, reconocí mi buena disposición a fallecer con el fin de aminorar los quebrantos anímicos de otros columnistas, pero decidí que valía la pena seguir viviendo y adaptarme al ámbito de la misericordia y la caridad para con los necesitados de glorias que jamás van a disfrutar. Los discursos se empiezan así. Molestando.
La figura que entregamos es una versión muy amable del gran ilustrador Javier Barcáiztegui, «Barca», que este año está de justa enhorabuena por haberle sido concedido el Premio Mingote de ABC. Y su consecución escultórica se debe a Javier Gómez de Zuloaga, que merece su mención y reconocimiento.
Cinco son las especialidades de estos premios. El Premio al Estudiante del Año le ha correspondido a dos monstruos. Jorge Rey Porras y Víctor José Zamora Castro, con una nota media de 10. Un alarde de discreción y modestia por su parte. Resulta curioso que estos dos extraordinarios estudiantes, futuros resplandores profesionales de nuestra necesitada sociedad, hayan tenido que obtener un 10 de nota media para recibir el premio que lleva el nombre de quien jamás sacó un diez en su trayectoria estudiantil. Creo recordar que tampoco un 9, aunque sí, en dos o tres ocasiones, un ocho y medio. En este aspecto, el Jurado lo ha tenido muy fácil porque se ha limitado a constatar que los 10 obtenidos por Jorge y Víctor José eran tan auténticos como honrados. Enhorabuena de corazón, que sigáis así en la vida, que España necesita, hoy más que nunca, trabajo, educación e inteligencia.
El Héroe del Año ha recaído en don Hugo López, que no dudó en poner en peligro su vida, sufriendo múltiples quemaduras, por salvar a la persona mayor que cuidaba, un hombre de 94 años impedido. Sus quemaduras alcanzaron el 65% de su cuerpo, pero hoy, a Dios gracias, aquí está entre nosotros para que le brindemos nuestra gratitud por su heroísmo y generosidad.
Se ha creado un nuevo Premio. El de la Conservación de la Naturaleza. Y lo ha obtenido la Fundación de Amigos del Águila Imperial y del Lince Ibérico, representada aquí por su presidente, don Fernando Andrada-Vanderwilde. Una entidad privada, que reúne a centenares de propietarios de dehesas y sierras, que han salvado de su extinción y aumentado de manera espectacular el número de ejemplares de ambas especies ibéricas con un tesón y una dedicación admirables. Gracias a ellos –y por aquí reconozco a más de un propietario modélico que hoy mantiene en libertad y sin collares humillantes a más de ocho parejas de linces en Sierra Morena–, gracias a ellos, insisto, nuestros nietos podrán disfrutar en el futuro de estas maravillas de la naturaleza que a un paso han estado de desaparecer.
El Personaje del Año es don Felipe Reyes, capitán de la Selección Nacional de baloncesto, Campeona de Europa, y del Real Madrid, campeón de la Euroliga, de la Liga Nacional, de la Copa de Su Majestad el Rey, de la Supercopa y no lo ha sido de Slalom Gigante porque no hay esquís para sus pies. Deportista ejemplar, aglutinador de emociones y optimismos, seguidor de la saga iniciada por su hermano Alfonso. Le hablo como español, y mi gratitud no tiene límites. Lo hago como madridista, y los límites se alejan aún más. Le debemos a Felipe Reyes, no centenares, sino miles de momentos de alegría y de entusiasmo, porque nos ha hecho felices a millones de españoles durante muchos años. Su palmarés es insuperable, y su señorío deportista, radicalmente ejemplar. Que Dios le premie, don Felipe, la felicidad continuada que nos ha regalado, y en lo que respecta a sus enfrentamientos con el Barça, que Dios le premie también lo mucho que ha cabreado a los culés, algunos de los cuales están aquí presentes.
Y el Premio a la Trayectoria, a tres instituciones fundamentales para España. Sus componentes son patria, aunque también sean Estado. La Patria es el amor a la tierra que nos vio nacer, a la Bandera que nos une, a la libertad que nos ampara. Y el Estado es su administrador, un administrador que no siempre, es decir, nunca, está a la altura de la Patria. Patria es la legión Española, que cumple 95 años de servicio, vocación y heroísmo desde que fuera fundada el 4 de septiembre de 1920, reinado de Don Alfonso XIII, por el teniente coronel de Infantería José Millán Terreros, que aún no había unido sus apellidos paternos para convertirse en José Millán-Astray. La unidad más arrojada y popular de nuestro Ejército. Nadie que pase por la Legión, olvida que es legionario. El que pase por la Legión muere siendo legionario. Mucho me enorgullece serlo de honor, y espero no defraudar jamás semejante honra.
Patria es la Guardia Civil, nuestra institución Benemérita. El sacrificio, la lealtad y el cumplimiento del deber. Y patria es la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, la más golpeada por el terrorismo brutal de la ETA. Nunca la venganza, siempre la Ley. Mucho he compartido con ellos. Me indigna que en muchas películas, los guionistas, que los desconocen completamente, aparezca un Ejército, una Guardia Civil y una Policía Nacional compuestas por personajes que nada tienen que ver con la realidad. La Guardia Civil y la Policía Nacional, hoy también premiada, trabajan sin descanso mientras dormimos, mientras trabajamos, mientras desarrollamos nuestra libertad y nuestros derechos. A ellos, militares, guardias civiles y policías nacionales, les debemos todo. Les debemos estar aquí. Les debemos el sencillo cumplimiento de la Ley. Ellos se arriesgan y mueren por nosotros, incluidos los que los desprecian y oscurecen con su desafecto, porque han nacido para ello, porque afortunadamente en España, además de resentidos, vengativos, delincuentes y terroristas, nacen policías nacionales, guardias civiles y militares que lo dan y ofrecen todo, hasta su vida, por sus compatriotas. Caballeros legionarios. Caballeros guardias civiles. Caballeros policías nacionales. No hay palabras para expresarles, desde la España que sabe agradecer, la gratitud y la admiración que ustedes merecen. Nacerán humildes, trabajarán humildes, morirán humildes y se retirarán humildes, porque ustedes no nos cuidan, ni velan, ni defienden a cambio de dinero, sino a cambio de su sacrificio y lealtad.
Es costumbre terminar este discurso con una frase en un idioma exótico. Hoy rompo la tradición. España pasa por momentos de enorme dificultad. Unos nos la quieren quitar, y otros, trocearla. Admiro y envidio a esos países sin la mitad de grandeza histórica de España, cuyas izquierdas son antes francesas que izquierdas o inglesas que izquierdas. Donde la patria es lo primero. Aquí tenemos todavía un amplio sector de nuestras izquierdas que no aman a España, la odian, y que no desean una España unida, sino una nación desgajada. Por ello, hoy termino mis palabras pronunciando por tres veces las tres sílabas que forman la más bella de las voces de nuestro idioma. España, España, España.
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