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Los vigilados: «Tenemos crisis de ansiedad»
Pasan en vilo las horas, esperando, tomándose la temperatura dos veces al día y, como no podía ser de otra forma, con una preocupación que empieza a afectar a su propio estado de salud. Se trata de los considerados «contactos no estrechos o de bajo riesgo». En total, su seguimiento se prolonga los 21 días posteriores al último contacto con el infectado. Durante ese tiempo, deben tomarse la temperatura diariamente e informar si tienen fiebre o cualquier otro síntoma de la enfermedad. Como informó ayer el Comité de Seguridad Sanitaria de la UE, hay actualmente cinco contactos «de alto riesgo»: un médico que atendió a la paciente en atención primaria, tres trabajadores de ambulancias y Javier Limón, el marido de Teresa Romero. El comité también señala que hay 54 contactos de bajo riesgo, entre personal de atención sanitaria primaria y personal hospitalario. Con todo, según ha podido saber LA RAZÓN, actualmente hay alrededor de 90 personas que están sometidas a un seguimiento por parte de las autoridades sanitarias. En torno a 60 de ellos constituyen el personal sanitario que, en mayor o menor medida, pudieron tener contacto con Teresa Romero. Los 30 restantes pertenecen a su círculo más cercano. No sólo amigos y familiares, también personas con las que pudo mantener hasta el más mínimo roce.
LA RAZÓN ha podido conocer las impresiones de una de estas personas que vive en la más absoluta de las incertidumbres. Se trata de una enfermera que fue de las primeras en atender a Teresa cuando acudió, el pasado domingo, al Hospital Fundación Alcorcón. De hecho, fue la responsable de realizar los análisis de sangre. «Estoy muy afectada. Hundida. Sufro crisis de ansiedad», ha manifestado en las últimas horas. «Estoy mal de los nervios», subrayaba.
Siguen yendo a trabajar
Fuentes del hospital indican que, a día de hoy, hay 13 profesionales sanitarios que trataron con la enferma de ébola de forma directa y que, por tanto, están siendo objeto de vigilancia. Sin embargo, de éstos, serían en torno a cuatro los que podrían haber mantenido un contacto más directo, pues fueron los que entraron en la sala donde la paciente se encontraba aislada. Entre ellos se encuentra esta enfermera. Tanto ella, que está de baja, como la médico de familia que atendió a Teresa y el doctor que la asistió en el Hospital de Alcorcón, Juan Manuel Parra, se encuentran ya en el Carlos III, tras solicitar su ingreso. De hecho, la médico de familia ha pedido estar los 21 días en el hospital porque no quiere ni pensar en la posibilidad de que se lo pueda contagiar a sus dos hijos si se queda en casa.
El resto de los profesionales que se encuentran bajo vigilancia están acudiendo de forma regular a trabajar. No en vano, los protocolos estipulan que «no se requiere seguimiento activo de quienes no son contactos estrechos, porque el riesgo de infección es mínimo». Pero esta directriz no atempera los ánimos.
«La mayoría tienen ansiedad. Han ultimado una planta especial, preparada para tratar casos de ébola. Se está dando también un curso de formación. Ya han avisado a todos aquellos sanitarios a los que les va a ‘‘tocar’’ entrar en la unidad... Es una situación que, por sí sola, ya crea ansiedad», aseguran desde el hospital. Mientras, otros de los que están en seguimiento critican el «oscurantismo» con que han llevado este caso el Ministerio de Sanidad y la Comunidad de Madrid. Sin olvidar el «desasosiego» que les causa la situación.
No han sido pocos los sanitarios que se niegan a trabajar en una planta habilitada para enfermos de ébola. De hecho, en la Paz se han vivido momentos de tensión en las últimas horas. Desde la dirección del centro han comunicado a los médicos intensivistas que podrían ser reclamados por el Carlos III para trabajar en el caso de Teresa Romero. En primer término, los intensivistas dejaron claro que no querían acudir debido a la falta de seguridad.
«El miedo puede aumentar el margen de error», comenta otro sanitario que, en breve, podría ir destinado al Carlos III para tratar a Teresa. «Al final, nos va a tocar ir a todos. Pero la verdad es que no estamos preparados», añade. Entre otros motivos, consideran «insuficiente» el cursillo de 30 minutos que reciben. «En algunos casos, este curso se ha dado poco antes de tratar con pacientes», asegura.
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