Ciencias humanas
Más allá de un acto médico
Resulta casi imposible resistirse a este argumento emocional tan rotundo como incompleto: «la ciencia tiene el derecho y la obligación de hacer cualquier cosa para mejorar nuestras vidas, curar a nuestros hijos, resolver nuestras tragedias». En realidad, quizás por desgracia, no es así. Si así fuera, viviríamos en un mundo infinitamente menos complejo. Habríamos delegado en los médicos las decisiones más peliagudas de nuestra vida: cuántos hijos engendramos, de qué sexo, hasta cuándo vivimos, de qué modo morir... Simples decisiones terapéuticas. La concepción de un niño con material genético de tres individuos no es sólo un acto médico. Es cierto que nace con la pretensión de evitar al nacido la pena de una dura enfermedad, pero manipular la genética humana en un modo que nunca antes se había hecho no es un acto que pueda justificarse meramente por sus propiedades clínicas. Las preguntas que aún quedan en el aire pesan como una losa, a pesar de que los informes de bioética de Reino Unido, único país en el que hasta ahora es legal esta práctica, decían haberlas contestado. ¿La carga genética de la mitocondria de la mujer donante, le confiere algún tipo de relación legal/emocional con la criatura? ¿Un hijo de «tres padres» tiene un estatus especial respecto a la mujer donante? ¿Tendrá derecho en el futuro a conocer los datos de la mujer que le cedió ese 1% del ADN? El niño nacido ayer es varón porque así lo han decidido sus creadores. De ese modo se resuelve el problema de que el ADN mitocondrial donado pase a la descendencia, porque s´plo lo transmiten las mujeres. ¿Esta técnica sólo será segura si se conciben hombres? Demasiadas preguntas en el aire sobre el destino de un niño que, antes de que obtengamos respuestas, estará correteando por las calles.
*Director de «QUO»
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