Papel
«Me acostaba con niños para sentirme integrado»
La jueza que instruye el caso del pederasta que trabajaba en el Samur Social pide a las familias que presenten acusaciones.
Aquella mañana de miércoles Paula Cristina vio salir a su marido y a su hijo de casa. Primero llevaría al niño al colegio y luego Rafael se iría a trabajar. Terminó de desayunar y decidió ir a nadar a la piscina. No recordaba dónde había dejado las gafas y el gorro, así que rebuscó entre las bolsas de deporte. En una se encontró algo insólito, un disco duro que ella misma compró tres meses atrás, que daba por perdido, y ocho mini-DVD. El casual hallazgo despertó su recelo. Sospechó que aquellas cintas encerraban algún oscuro secreto. Desconfiada, «cogí el disco duro, lo enchufé al ordenador y comprobé que había muchas carpetas. En algunas de ellas estaba escrita la palabra “escuela” y una fecha», le explicó Paula a la Policía. Seleccionó una carpeta y la abrió. Dentro había grabaciones de vídeo. Cada una tenía un nombre. «Vi a muchos niños y a algún adulto desnudos. Estaban cambiándose de ropa en los vestuarios del Club Deportivo Parque Móvil». No le gustó nada descubrir aquello.
Angustiada, fue revisando archivos. «En un vídeo comprobé que la grabación se había hecho con visión nocturna. Observé una mano con un reloj de esfera naranja. Era la de mi marido y su reloj. ¡Sí, se lo regalé yo! Había un niño de unos nueve o diez años, tumbado en la cama, dormido. Mi esposo le bajó el pantalón y los calzoncillos. Sacó su pene y comenzó a masturbarle». En otro comprobó como un adulto frotaba sus genitales contra los glúteos de un menor que también parecía dormido. «Soy su mujer y aquellos eran los genitales y el miembro viril de mi marido, de Rafael», identificó sin dudar.
Ni ella sabe cuánto tiempo permaneció en «shock». Recogió las grabaciones y huyó de su propia casa. Se refugió en la de su hermana Paula Susana. Entre lágrimas le contó su terrible descubrimiento. Las dos decidieron llamar a Enrique, su hermano, quien también revisó los vídeos. Entre todos acordaron ponerse en contacto con Paco, hermano de Rafael, y narrarle lo acontecido. El hombre acudió al domicilio y se quedó petrificado al ver las imágenes. «Paula Cristina, su mujer, me advirtió de que lo iba a denunciar», explicó a los investigadores, «así que fui a avisar a mi hermano de que lo iban a detener y a pedirle explicaciones. Le comuniqué que todos, su mujer incluida, habíamos visto los vídeos y él me respondió: “Se que lo que hago está mal, pero no puedo evitarlo. Es una forma de dar cariño a los menores. Siento por ellos una afinidad muy especial”, me dijo para justificarse. Le pregunté si había llegado a la penetración y a abusar de su hijo o de sus sobrinos y me negó rotundamente las dos cosas. Al final le convencí para que se entregase y los dos nos fuimos juntos a la comisaría del distrito de Fuencarral».
Las declaraciones de unos y de otros que se incluyen en el sumario al que ha tenido acceso LA RAZÓN corresponden al miércoles 7 de noviembre de 2012, el día en el que una mujer descubrió que su marido no era la persona que ella creía conocer. Desde entonces Rafael Prado Fernández, coordinador de Unidades Móviles del Samur Social, monitor de natación de menores en el Club Deportivo Parque Móvil de Madrid y director de los campamentos de verano juveniles de la Asociación San Cristóbal, permanece en prisión. Esta semana, la jueza que instruye el caso ha emplazado a los abogados de las familias para que presenten escritos de acusación y soliciten años de condena. Para la magistrada está claro que Rafael Prado abusó sexualmente de muchos menores, y ninguno era mayor de 12 años.
A pesar de que existen pruebas directas y objetivas de los delitos cometidos por Rafael, él no termina de confesarlos con toda su crudeza, sino que los envuelve en su particular retórica de pedófilo o en excusas sin base: «En los vestuarios de la piscina dejaba una mochila en una posición concreta con la cámara grabando escondida. Quise descubrir a una persona que estaba robando cosas de las bolsas. Al final un usuario lo detuvo in fraganti». Cuando se le pregunta si es un «voyeur», responde que no. Respecto a las grabaciones sexuales de los campamentos con menores, lo reconoce pero con matices: «La primera vez fue en 2011, tras una sesión de cuentacuentos. Fue en una de las habitaciones y los niños, al terminar la sesión, se quedaron dormidos. Para sentirme más cómodo e integrado, yo me tumbé con uno de ellos en su cama y curioseé», explicó a los investigadores. «Sí, grabé los vídeos sexuales, pero jamás he penetrado a ningún menor y además, los niños no se enteraban porque dormían. Luego veía las imágenes en casa y me masturbaba. Las grabaciones eran un reto para mí, un premio a mi curiosidad, pero al mismo tiempo suponían una enorme losa, porque no me atrevía a contárselo a mi mujer». Muchos padres dan gracias por que su mujer encontrase las grabaciones y desean que pase muchos años entre rejas.
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