El día de las familias

«Me cuesta dormir al saber que no llegamos a más»

Sor Concepción López ayuda al año a 2.500 familias en riesgo de exclusión en su centro de acción social

Sofía y Sergio (28 años) Parados. Sin ayudas del Estado. Cada quince días acuden a por ropa y comida para ellos y para sus familias. «Sin lo que recibimos del centro, no quiero pensar cómo saldríamos adelante», dice Sofía.
Sofía y Sergio (28 años) Parados. Sin ayudas del Estado. Cada quince días acuden a por ropa y comida para ellos y para sus familias. «Sin lo que recibimos del centro, no quiero pensar cómo saldríamos adelante», dice Sofía.larazon

«Cuando me siento en la mesa, la comida se me atraganta al saber que no he podido llegar a más. Y por las noches, cuando me voy a dormir también me cuesta conciliar el sueño, al ver que nuestro piso tutelado se queda pequeño». Sor Concepción López no da a basto. Para esta hija de la Caridad no existen los días libres ni los festivos. Las puertas del Centro de Acción Social San Rafael, que fundó en 1985 en el madrileño Barrio del Pilar, siempre están abiertas. Al año atiende a más de 2.500 personas en riesgo de exclusión social. Esta religiosa es el rostro de una Iglesia que trabaja de forma callada con los olvidados, con los excluidos.

«Sin la labor social de la Iglesia este país estaría infinitamente peor. En los últimos meses el número de personas que llaman a nuestra casa se ha disparado», reconoce ante Sofía y Sergio, un matrimonio con dos niñas de 7 y 2 años que cada quince días reciben de sus manos un paquete de alimentos. «Nos da la vida, nos permite que nuestras hijas puedan comer». Ella es peluquera en paro a la que le surge de vez en cuando algún trabajo esporádico –lo que me va saliendo–. Él, brasileño, está a la espera de tener los papeles en regla para tener un empleo digno. En casa no entran más ingresos. «Venir al centro es como estar en nuestra casa, nos animan, nos aconsejan para buscar empleo, nos dan asesoramiento jurídico, ropa...», explica Sofía agradecida, a la que se ilumina la cara cuando piensa en un deseo para 2013: «Que mi marido tenga los papales para poder buscar trabajo».

«Intentamos dar un rayito de esperanza en medio de la oscuridad. Pero sobre todo, buscamos que se valgan por sí mismos. Dar comida es poner un petacho, pero no da la solución», lamenta la religiosa, que no puede evitar reflexionar en voz alta sobre la coyuntura económica de nuestro país. «Lo más gordo de la situación que estamos viviendo es que nos recortan a los de abajo. Estoy especialmente indignada con los sindicatos por su falta de responsabilidad con los propios trabajadores. No se dan cuenta de que cada vez que proponen una huelga se pierden muchos millones por el camino», denuncia mientras repasa los problemas más acuciantes de aquellos a quienes tiende la mano: «Necesitamos ayuda económica. Tenemos pendiente de pagar los plazos de hipotecas de nuestras familias, las becas escolares de los niños. Esto es lo más urgente».