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El fenómeno de «El Niño» será cada vez más probable
Expertos estadounidenses cifraron este jueves en un 53 por ciento la probabilidad de que El Niño se produzca durante el invierno del hemisferio norte, una dato que acentúa la creciente incertidumbre sobre la posibilidad de que este fenómeno se dé, tal y como está previsto.
Desde el mes de julio, el Centro de Predicciones Climáticas de la Agencia Oceánica y Atmosférica Nacional de EEUU (NOAA) ha rebajado en 27 puntos su pronóstico sobre El Niño para finales de 2014 y principio de 2015.
«No estamos viendo las condiciones atmosféricas que acompañan a El Niño», explicó a Efe el oficial de operaciones del servicio meteorológico de NOAA, John Dumas, quien presentó hoy las últimas mediciones de su organización en un acto celebrado en el Aquarium of the Pacific, en Long Beach (California).
El Niño es un fenómeno atmosférico y marítimo no cíclico que responde al aumento de la temperatura del océano Pacífico en la zona ecuatorial y va acompañado de fuertes precipitaciones en las costas americanas, genera daños en la agricultura y la reducción de las capturas pesqueras.
«La temperatura está ahí, es 0,8 puntos superior (a lo considerado normal), pero la nubosidad que correspondería a El Niño está aún sobre las Filipinas, no está moviéndose hacia aquí, y las corrientes de viento son aún las normales hacia el oeste», comentó Dumas.
Los científicos consideran, no obstante, que El Niño sí tendrá lugar, aunque de forma muy leve, si bien en el NOAA se mantienen aún expectantes a los datos oceánicos de diciembre, claves para salir de dudas.
En mayo, el Centro de Predicciones Climáticas cambió el estatus del sistema de alerta de El Niño (ENSO) de «neutral», como había estado durante los últimos dos años, a «vigilancia», la fase que precede a la confirmación de El Niño.
Es necesario que se produzcan tres trimestres consecutivos de temperaturas anómalas en la zona ecuatorial del Pacífico para que se considere El Niño una realidad, un período que se cumplirá el próximo mes.
Desde el NOAA se estimó en julio que en el hemisferio norte, en otoño, habría un 80 % de probabilidad de un El Niño de baja intensidad, pero el paso de los meses y la falta de actividad atmosférica en ese sentido han hecho que se rebajara la previsión a un 65 % en septiembre y un 58 % en el parte del 6 de noviembre.
«Cuando decimos estadísticas suena como que sabemos mucho más de lo que sabemos en realidad. Se aplica un modelo de predicción miles de veces y ahora en un 53 % de los casos da como respuesta que sí ocurre El Niño. Así se obtiene el número», comentó Dumas.
Cuanto más se acerque el final del año sin que se den las condiciones de El Niño, más improbable es que se produzca, por eso se han ido ajustando los porcentajes a la baja.
«Ya llega tarde», explicó el experto de NOAA.
A pesar de la tecnología disponible, la comunidad científica aún está tratando de entender los patrones climáticos, entre ellos fenómenos como El Niño y La Niña, que tienen lugar de forma variable y se ven afectados por factores a escala global que están interconectados y cuyo mecanismo de relación se desconoce.
«La causa real que propicia El Niño es incierta», manifestó Dumas.
Su colega Bill Patzert, climatólogo del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, apuntó que El Niño, y su opuesto La Niña, forman parte de un sistema natural de redistribución de calor en la Tierra que tarde o temprano responderá al cambio climático.
«El planeta se está calentando, los polos se funden y el nivel del mar está subiendo. Los fundamentos de El Niño se nos escapan, pero no hay duda de que responderá al calentamiento global, aunque es difícil hacer pronósticos», indicó Patzert.
Según el investigador de la NASA, es «intuitivo» pero no «necesariamente cierto» pensar que El Niño y La Niña serán más extremos debido al incremento de temperatura planetaria.
«Una atmósfera más cálida es capaz de retener más agua, así que las lluvias serían probablemente más intensas», apuntó Dumas, quien añadió que a ciencia cierta no se sabe qué sucederá.
Los sistemas modernos de medición de fenómenos como El Niño comenzaron en las décadas de 1950 y 1960, en especial gracias al lanzamiento de los primeros satélites meteorológicos, y desde entonces se han registrado cuatro fenómenos de El Niño de gran intensidad, el último en 1997-1998.
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