Cambios climáticos
La contaminación química llega a las aves marinas de la Antártida
Están expuestas a la contaminación por mercurio
La contaminación química también ha llegado a las colonias de aves marinas antárticas, según una investigación del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (UB-IRBio).
El trabajo, que publica la revista ‘Environmental Research’, ha sido dirigido por expertos del Instituto de Química Orgánica General (IQOG-CSIC), y en él ha participado el profesor de la UB Jacob González Solís.
El estudio analiza el impacto de los contaminantes orgánicos persistentes -COP, compuestos tóxicos y de alta permanencia en el medio ambiente que se bioacumulan en los organismos- en las aves oceánicas presentes en un gradiente de áreas de diferente latitud en el océano Sur.
Gónzalez ha explicado que los petreles gigantes del norte (Macronectes halli) y los del sur (Macronectes giganteus) son grandes carroñeros de los ambientes subantárticos y antárticos, y tienen una estrategia de vida extrema basada en una larga longevidad y una baja fecundidad (un único huevo por periodo reproductor).
Están ampliamente distribuidos en el océano Sur y pueden llegar a cubrir miles de kilómetros para alimentarse, pero sus poblaciones son altamente vulnerables a cualquier amenaza que afecte a la supervivencia adulta.
«En general, cuanto más al sur nos encontramos, más bajos son los niveles de contaminantes orgánicos en los pájaros marinos. Estos contaminantes, originados por la actividad humana, acaban llegando a todos los rincones del planeta mediante el transporte atmosférico, principalmente», ha dicho González.
«En el caso de la Antártida, también llegan, pero en menor cantidad», ha añadido el investigador, autor de varios estudios genéticos y poblacionales de aves marinas del Mediterráneo, el Atlántico y el océano Sur.
«Desgraciadamente -ha agregado-, todavía no sabemos qué efectos podrían tener estos compuestos sobre los pájaros oceánicos. De momento, los niveles detectados son muy bajos; por ello, si se produce algún efecto negativo, es tan ligero que sería difícil detectarlo. No obstante, hay que realizar más investigaciones para averiguar los efectos de la contaminación química sobre la fauna salvaje».
Según los expertos, en los pájaros árticos y antárticos los niveles de contaminantes orgánicos son similares.
«Estos compuestos químicos, ampliamente utilizados en el pasado, probablemente ya han tenido tiempo de llegar a los dos polos del planeta. Los compuestos orgánicos de uso relativamente más reciente, como los retardantes de llama, son por el momento más abundantes en el Ártico que en la Antártida, probablemente porque sus fuentes de emisión son mucho más abundantes y cercanas al polo en el hemisferio norte que en el sur», ha advertido González.
Los albatros y los gran petreles también son las aves oceánicas más expuestas a la contaminación por mercurio en ambientes antárticos y subantárticos, según otro trabajo de González Solís, publicado este año en la revista ‘Environmental Pollution’.
«Probablemente, este hecho está relacionado con el aumento de las emisiones de mercurio en países emergentes», ha subrayado González.
Según el investigador, «en general, la dieta es la vía principal de entrada de contaminantes en los pájaros marinos. Muchos contaminantes -como los COP y el mercurio- se biomagnifican a través de la red trófica. Esto hace que las especies más vulnerables sean las que se encuentran en niveles tróficos superiores (albatros y petreles), ya que se alimentan sobre todo de peces y calamares, o en el caso de los petreles gigantes, de carroña de pingüinos y focas».
«La mayoría de pingüinos antárticos de tamaño moderado, en cambio, se alimentan fundamentalmente de kril y, por tanto, sus niveles de contaminación son más bajos», ha concluido González.
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