Ciencias humanas

Miden la pérdida de biodiversidad por el vómito de los búhos

Uno de los vómitos analizados por los científicos
Uno de los vómitos analizados por los científicoslarazon

Un nuevo estudio analiza las transformaciones durante los últimos milenios del ecosistema de la Gran Cuenca estadounidense basándose en el vómito fosilizado de los búhos. Estos trozos de comida contienen restos no digeridos de pelo, dientes y huesos de las especies de pequeños mamíferos que eran sus presas habituales.

“La comida regurgitada supone un extraordinario registro fósil que nos permite monitorear los cambios biológicos a lo largo de los años”, destaca Rebecca Terry, bióloga de la Universidad del Estado de Oregón (EE UU) y autora principal del artículo publicado en Proceedings of the National Acdemy of Sciences (PNAS).

El análisis efectuado por los científicos indica que la población de pequeños mamíferos se mantuvo estable y resistente durante el período de rápido calentamiento que se produjo hace 13.000 años, evolucionando de forma acompasada con los cambios en el hábitat y el paisaje.

Sin embargo, las modificaciones causadas por los humanos desde el siglo XIX han provocado una gran caída de la biomasa y el flujo de energía del ecosistema, lo que supone que la adaptación no está siendo tan buena como en el pasado, indica el estudio.

“El cambio que se está produciendo no es paralelo o similar al del final de la última Edad de Hielo, porque está provocado por el impacto humano en el hábitat y este tiene una fuerza mayor que el simple cambio climático”, alerta Terry.

Según describen los científicos, hace 13.000 años los lagos de la región se secaron y la vegetación cambió de bosques a tierras desérticas de arbustos. Pero pese a estos grandes cambios en el medioambiente, la población de pequeños mamíferos se mantuvo constante, pues cuando una especie iniciaba su declive, había otra que crecía de forma natural hasta ocupar su lugar.

Cambios en la vegetación

Pero la respuesta del ecosistema está siendo muy diferente en el nuevo proceso de calentamiento que comenzó hace dos siglos.

“Nuestra investigación demuestra que los ecosistemas están perdiendo su resistencia natural, la habilidad de un grupo para compensar la pérdida de otro”, resalta Terry.

El principal factor que explica estos cambios en la Gran Cuenca, según los investigadores, la introducción de la especie invasiva bromus tectorum, favorecida por prácticas humanas como el establecimiento de campamentos de mineros y líneas de ferrocarril o la ausencia del pastoreo de ganado que históricamente había sido habitual.

Esta hierba exótica ha desplazado a otras especies de gramíneas y arbustos desérticos, además de incrementar la frecuencia de los incendios. Todo ello ha provocado un cambio en la estructura y la composición de la comunidad de mamíferos, afectando especialmente a las pequeñas especies que se alimentaban de los anteriores matorrales.

Por tanto, los científicos concluyen que la Gran Cuenca es actualmente uno de los ecosistemas más amenazados de Norteamérica.