Violencia de género
Mejor no cruzarse con «el Urraco» y «el Chevi»
El padrastro y el hermanastro, acusados de haber violado de forma reiterada a una menor con el beneplácito de su madre, cuentan con un extenso historial conflictivo en San Bartolomé de Pinares.
El padrastro y el hermanastro, acusados de haber violado de forma reiterada a una menor con el beneplácito de su madre, cuentan con un extenso historial conflictivo en San Bartolomé de Pinares.
Comparten iniciales: J.P. Comparten parentesco: son padre e hijo. Y, desde esta semana, también comparten gravísimas acusaciones: haber violado sistemáticamente a una menor durante dos años. ¿La víctima? Su hijastra y hermanastra, respectivamente, de 15 años, y que venía sufriendo las agresiones desde que tenía 13. Se trata del «Urraco», de 58 años, y de su hijo, el «Chevi», de 20. Con estos apodos se los conoce en la localidad abulense de San Bartolomé de Pinares. «¿Si les tenemos miedo? No diría eso, pero mejor es evitarlos. Estás advertido de cómo se las gastan», dicen en el pueblo. La Guardia Civil les venía siguiendo la pista desde principios del pasado octubre. Fue el padre biológico, poseedor de la tutela de la menor, quien dio la primera voz de alarma. Cada vez que su hija regresaba de las visitas que hacía a su madre, actual pareja del «Urraco», en su casa de San Bartolomé, notaba un comportamiento inusual. Finalmente, las pesquisas del Instituto Armado desvelaron un auténtico infierno: de cada cinco visitas, en una o en dos la menor, presuntamente, habría sido violada por el padre, el hijo y un amigo de este último. Lo más terrorífico es que todo ello se habría producido bajo el amparo de la madre. Según fuentes de la investigación, tenía a la menor «abducida», le hizo creer que las agresiones sexuales se debían a que iba «provocando» al «Urraco» y a su hijo, y la amenazaba con pegarle si soltaba prenda. Y, aunque la chica nunca dijo nada, llegó a ponerle la mano encima.
Con apenas 600 habitantes, San Bartolomé de Pinares es un pueblo regido por la más absoluta confianza entre los vecinos. Las llaves suelen quedarse puestas en las puertas y en los coches. Pero esa fraternidad se ha visto amenazada por esta familia de historial conflictivo. Y en los últimos años, más por parte del hijo que por el padre. En lo que respecta al «Urraco», un albañil de la zona, con pocos amigos, el pueblo entero sabe que estuvo en la cárcel, aunque desconocen la causa. Quizá se debió, como confirmaron a LA RAZÓN fuentes cercanas al caso, a la presunta violación a una menor, perpetrada en la localidad madrileña de Miraflores de la Sierra. En cuanto a su actual pareja, la madre de la pequeña «rescatada» ahora por las autoridades, ha pasado durante estos dos años más desapercibida.
Uno de sus dos hijos, el «Chevi», demostró muy pronto su talento para meterse en líos. Mientras, su hermano, que sufrió un grave accidente cuando era pequeño, no arrastra esa fama tan negativa. «No pasan ni un par de meses sin que haga algo», dicen en la localidad. De pinchar ruedas de coches y rayarlos, pronto pasó directamente a robarlos, aseguran. Uno lo llegó a arrojar por un barranco, aunque no fue condenado porque el dueño se había dejado las llaves puestas y la Justicia consideró que el «Chevi» había sido incitado a delinquir. Con apenas 15 años, se llegó a llevar sin permiso el vehículo de su padre. Lo estuvo conduciendo de forma despreocupada por toda Ávila hasta que se saltó un par de controles y la Guardia Civil le estuvo persiguiendo por el pueblo. Al no identificarle, se llevaron al «Urraco» detenido. Finalmente, la regulación del asiento del conductor acabó delatando al menor: apenas llegaba a los pedales.
Como dicen en el pueblo, «roba cualquier finca que se encuentre abierta», así como el almacén de la piscina municipal. Cuando estos hurtos se producen, la Guardia Civil ya da por hecho que el «botín» se encontrará en el domicilio familiar. No consta que haya pisado una cárcel, pero sí que permaneció un tiempo en un internado.
Se había echado novia recientemente, pero no estaba más tranquilo. No es raro que suelte amenazas, sin venir a cuento, a las cuadrillas de amigos que pasean por San Bartolomé. «Te puedes llevar un navajazo», ha dicho en alguna ocasión, aunque la sangre no llegara finalmente al río. Las chicas del pueblo tampoco se han librado de recibir singulares piropos que rayan la denuncia.
Lo que nadie pone en duda en la localidad es el amor de ambos por los caballos. Es frecuente verlos pasear por San Bartolomé a lomos de hermosos equinos. Y disfrutan sobre todo de la fiesta de las Luminarias, saltando sobre las brasas de las hogueras. Eso sí, casi siempre solos, sin apenas amigos.
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