Violencia de género

«No confundáis control con amor, el amor no hace daño»

Fuemsanta, víctima de maltrato
Fuemsanta, víctima de maltratolarazon

«Dieciocho años son los que pasé al lado de mi pareja. Un hombre que me hizo sufrir todo tipo de maltratos. Una persona por la que estaba ciega y metida de lleno en el mayor de los problemas que puede vivir una mujer: la violencia de género». Así empieza Fuensanta a contar su historia como víctima del maltrato por parte del que fue su pareja.

Fuensanta asegura que haber sido maltratada por su pareja le cambió radicalmente la vida. «Al principio no lo ves, te sientes culpable. Piensas que si no le hubieras dicho aquello no te hubiera pegado. Cambias toda tu vida por él, dejas de ser tú. Se come tu personalidad. Te anula como persona».

El hombre con quien Fuensanta compartía su vida «era muy celoso. Andaba por la calle y no podía mirar hacia otro lado que no fuera el suelo. Si hablaba con otra persona se generaba un problema. Si miraba hacia otro lado, también. Tenía celos hasta de mis padres. Me daba cuenta, sabía que no podía seguir así. Pero no reaccioné por miedo, vergüenza y temor».

Ser víctima de violencia de género genera una gran desconfianza en las mujeres que la sufren. «Crea un gran sentimiento de culpa y las amenazas son lo peor. A mí me manipulaba constantemente. Todo se resumía a: o estás conmigo o no estás. En ese momento te ves anulada y totalmente destrozada», cuenta a LA RAZÓN.

Los maltratadores suelen ser personas inseguras, que apartan a sus víctimas de todo su entorno. Precisamente esto es lo que vivió Fuensanta. «En un principio no te dice que no salgas. Pero la gran discusión que se generaba si yo quería salir arreglada, hacía que mis ganas de pasarlo bien desaparecieran. Acababa llorando y quitándome la pintura. Un día salí a tomar café con una amiga. Vino y me agredió. Nunca más se me ocurrió volver a salir si no era con él». Lo que vivió esta víctima no sólo fue maltrato físico o sexual, el psicológico fue mucho más grande y doloroso, por eso aconseja al resto de mujeres que están pasando por una situación similar «que saquen fuerzas. Que no confundan el control con el amor. El amor no hace daño. Cuando se quiere a una persona se la mima, cuida y valora, no se la maltrata, insulta ni mucho menos se le agrede».

Gracias a Clece Fuensanta consiguió el apoyo que necesitaba. «Me lo ha dado todo a nivel laboral. Me siento muy valorada, querida y respetada con lo que hago. Ahora estoy feliz con mi trabajo y mis hijos, pero seguiré animando a que todas las mujeres reaccionen y denuncien su situación», concluye.